Regresión Inútil Novela capítulo 38

Heelong no dijo nada. Sungmin respiró mientras miraba a su alrededor. Braus estaba acostado entre Sungmin y Heelong, y eso era intencional.

Sungmin no confiaba en Heelong.

Sungmin reconocía esa mirada que Heelong le había echado a su bolsillo. Codicia. Era pura codicia. No podía confiar en alguien así.

—¡Uck!

Se escuchó un sonido.

Aproximadamente diez orcos salían en dirección al humo. Sungmin revisó el equipo de los orcos que se acercaban. Todos parecían fuertes y portaban armas. Eran orcos jóvenes.

Eran unos cincuenta orcos. Si la mitad son mujeres, niños y ancianos… siguen siendo demasiados.

Los orcos vivían en una sociedad dominada por los hombres. Las orcas no luchaban y no eran guerreras.

Los ancianos eran iguales. Los orcos solían mantener cuerpos grandes y fuertes por mucho tiempo, pero cuando la vejez los alcanzaba, era de golpe. Los orcos no se preocupaban por los ancianos ni les tenían respeto. Eran considerados inútiles y, en caso de emergencia, se usaban como alimento.

Los orcos también comían a otros orcos.

Un exterminio total sería mejor… pero dejar a las mujeres y a los ancianos lo hace más fácil.

El número de orcos le preocupaba, pero el plan había sido un éxito porque había logrado atraer a los guerreros. La solicitud del gremio era la subyugación de la aldea orca.

—Vamos.

—Espera.

Heelong lo detuvo.

—¿Qué te parece si enviamos al porteador primero?

—¿...qué?

—Si usamos al porteador, podemos distraerlos. Luego los atacamos.

La propuesta de Heelong no era una mala idea. Si enviaban a Braus, los orcos definitivamente lo matarían. Su atención se dividiría y Sungmin y Heelong podrían derrotarlos con más facilidad.

El rostro de Braus se puso pálido. Sus labios temblaban. Probablemente quería gritar… pero no podía. La mano de Heelong cubrió repentinamente su boca.

—…

Sungmin guardó silencio. No tenía ninguna obligación de salvar la vida de Braus. Pero tampoco quería aceptar un plan que lo empujara a la muerte.

Porque Sungmin también había sido un Sin Clase.

—¿Hay alguna razón para hacerlo?

—Es lo mejor.

—Yo iré primero.

Sungmin dijo. Ante eso, los ojos de Braus se abrieron de par en par y Heelong lo miró. Sungmin confirmó con esa mirada lo que ya sospechaba. Heelong no era una buena persona.

—Hazlo entonces.

Heelong respondió. Sungmin ignoró la expresión de Braus y contuvo la respiración. Había trece orcos.

¿Podía hacerlo?

Tenía que hacerlo.

¿Era generosidad, o solo lástima? No tenía realmente ninguna relación con Braus. Solo eran Sin Clase. Esa era la única razón.

No tenía la obligación de salvarlo.

Eso decía, pero si Braus era atacado, Sungmin lo habría ayudado.

Era ese tipo de persona.

Sungmin corrió hacia adelante. La Nube de Amatista llenó su cuerpo. La energía interna hirvió dentro de él y recorrió su sangre.

Esa era la verdad. Si Sungmin no hubiera obtenido la energía interna de Wijihoyun, no habría intentado ayudar a Braus. Eso era todo. Si una situación no lo perjudicaba, si podía sobrevivir a ella, podía actuar con buena voluntad.

Pero no era solo por buena voluntad. También tenía sentido mostrar su fuerza primero.

Cuando los orcos giraron hacia él, Sungmin ya había atravesado la garganta de uno con su lanza. El orco murió sin un solo grito. Rápidamente retiró la lanza y la balanceó contra la cabeza de otro orco. ¡Bap! La cabeza del orco se partió.

—¡Ack!

—¡Ack!

Los orcos gritaron. Sungmin tomó posición. Los orcos no intentaron lanzarse sobre él. Aunque fueran torpes y poco inteligentes, no eran lo suficientemente tontos como para atacar a alguien que acababa de salir de los arbustos y había matado a dos de los suyos en un instante.

Los orcos avanzaron. La primera línea estaba formada por los jóvenes y valientes. Arrugaron el rostro y apuntaron sus armas de manera amenazante.

Sungmin sostuvo su lanza con cuidado. Era larga. Eso significaba que podía atacar primero gracias a la distancia. Esa era la base de las técnicas de lanza: saber cómo usar su longitud y cómo mantenerla.

Era lo básico. Antes de que el enemigo se acercara, matarlo primero.

Esa era la explicación de Wijihoyun. Fácil de decir, difícil de hacer. Algo fácil para Wijihoyun no era fácil para Sungmin. Eran personas distintas.

—¡Ack!

Un orco corrió hacia él. Sungmin abrió los ojos con intensidad. Reafirmó su postura.

Técnica de Persecución del Alma.

¡Babap! Una lanza atravesó a tres orcos.

No tenía suficiente fuerza. O el tiempo. Era la debilidad de su cuerpo. Había perforado el pecho de dos orcos, pero no el tercero.

Pero lo había hecho intencionalmente. Una técnica de lanza amateur. Estaba mostrándole eso a Heelong. Le estaba dejando ver el nivel de su habilidad. Quería que esa impresión quedara en su mente.

Si Heelong la usaría en su favor o no, a Sungmin no le importaba.

Usó la Persecución del Alma. Acelerando su cuerpo, empujó la lanza con su mano izquierda. ¡Bck! La lanza, que había quedado a medio camino, atravesó por completo el cuerpo del orco.

He matado a cinco. El número que queda es…

Ocho.

El arbusto detrás de Sungmin se agitó.

—¡Voy a ayudar!

Eun Heelong. Ese maldito descarado gritó con valentía.

Traducido por: Valiz

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