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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 84

—Pero el segundo piso es un área privada. A menos que haya informado al Duque con antelación, debo pedirle que se vayas.

—No intentes darme órdenes. Dado que el Duque es ese tipo de persona, no tengo razón para extenderte mi generosidad.

—...mis disculpas.

Adrian cuestionó al mayordomo.

—¿Dónde está la habitación de la Duquesa? Guíame. Antes de que empiece a abrir todas las puertas.

El mayordomo se vio conflictuado por las palabras de Adrian. Ir directamente a la habitación de la Duquesa era problemático, pero impedir que el Rey hiciera lo que quería seguramente causaría problemas.

Tenía que ganar tiempo de alguna manera.

—Si pudiera esperar en el salón, revisaré el estado de Madam y la traeré hasta usted.

—¿Y si me niego?

—Lo siento, pero no puedo llevarlo a su habitación.

El mayordomo sintió que no sería correcto llevarlo donde Emilia estaba sola. Un sudor frío le recorría la espalda.

—Soy el mayordomo del Ducado Heinrich. Mis señores son el Duque Heinrich y Madam. No puedo hacer nada que les perjudique.

—¿Perjudicar? ¿No cree que eso es una exageración?

El mayordomo tragó saliva nerviosamente pero se mantuvo firme.

Entonces.

—Es un honor ver al único sol de Bartsch.

Ella apareció con un atuendo sencillo, que parecía poco cuidado. Más que nada, su rostro reseco y sus labios pálidos hablaban mucho sobre su estado.

Parecía a punto de desmayarse en cualquier momento, Emilia se apoyó débilmente contra la pared e hizo una reverencia a Adrian.

—Así que era cierto.

Mientras se sentía aliviado de que la fachada fuera genuina, se sintió ensuciado. Su mirada cayó sobre las piernas de Emilia.

Bajo el fino dobladillo de su vestido, sus frágiles tobillos parecían apenas capaces de soportarla.

Ella dio un paso lento hacia adelante hasta quedar frente a Adrian.

—Quería verme. Mis disculpas por no haberlo saludado antes; no me he sentido bien.

Se inclinó profundamente en una disculpa. Adrian inhaló bruscamente, retrocediendo al encontrarse con su mirada violeta ardiente.

—¿De verdad ha desarrollado sentimientos? ¿Fue tan bueno que cada día se acerca más?

Emilia apretó más su chal alrededor de ella, de repente sintiéndose cohibida por su vestido tan delgado.

La conmoción en el pasillo la había impulsado a cambiar rápidamente su atuendo antes de salir, pero incluso eso no era formal en absoluto. Se había apresurado, anticipando encontrarse con el rey en el pasillo antes de que él entrara en la habitación.

Dell no podía protegerla, y ella, a su vez, encontraba difícil proteger a Dell.

Nadie parecía ser capaz de interponerse en el camino del Rey; ni siquiera su madre, Lady Luther, parecía capaz.

Adrian se había vuelto más imprudente desde que se convirtió en Rey, actuando aún más por capricho.

—Es natural que una pareja tenga sentimientos especiales el uno por el otro, pero sabe mejor que nadie que tal cosa es imposible entre el Duque y yo.

—Ah, entonces el corazón y el cuerpo son entidades separadas para usted.

—Fue la familia real la que me ordenó llevar el hijo del Duque. No es ajeno a que sus acciones contradicen esas órdenes, ¿Verdad?

—Parece que es usted quien no se da cuenta. La familia real a menudo se dedica a manipulaciones entre bastidores. Ascendí a mi puesto de esa manera exacta.

Adrian rió suavemente, cerrando la distancia entre ellos tanto como el espacio lo permitía. Emilia no retrocedió más, enfrentando su mirada de frente.

—Si tan solo la hubiera hecho mi concubina desde el principio.

—Eso nunca habría sucedido.

—¿Es tan decepcionante? El Duque es aceptable, pero no yo.

—Divorciarme del Duque es una cosa, pero estar a su lado, Su Majestad, no es tan sencillo.

—Entonces, divorciarse del Duque es fácil, ¿No?

Emilia no respondió, su silencio sirviendo como acuerdo. Ambos se aborrecían mutuamente, así que no había razón para oponerse a un divorcio.

Naturalmente, procedería, si la familia real lo permitía.

—Avíseme si lo quiere más tarde.

—...divorciarme del Duque no significa que estaré a su lado, Su Majestad.

La forma en que Adrian hablaba sentía como una serpiente enrollándose a su alrededor, tentándola. Cada vez que sus labios se abrían, le recordaba a una serpiente sacando su lengua.

—Pero esa sería mi oportunidad. La encuentro atractiva, tanto que no me importa si me ha apoyado o no. Es como la fruta prohibida que no debería codiciar, pero me imagino que morderla sería bastante dulce.

Su lengua roja pasó por sus labios.

—¿Qué pasa con el Duque que no puede resistir la tentación y parte de esa fruta? ¿Será castigado, o será expulsado del paraíso junto con usted? Tengo curiosidad por descubrirlo.

Adrian rió con una sonrisa que parecía diabólica en su deleite.

—Debo rechazar su oferta respetuosamente. Espero que encuentre a alguien adecuado para estar a su lado, Su Majestad.

—Quién esté a mi lado no es importante. Como bien sabe, los matrimonios dentro de la familia real no son más que transacciones. Así que, siéntase libre de venir a mi habitación cuando quiera.

Era una sugerencia ridícula. Una vez que su matrimonio de contrato con el Duque terminara, Emilia planeaba abandonar el reino de Bartsch sin mirar atrás.

—¿No tiene curiosidad por saber dónde estará su esposo y qué estará haciendo? Tal vez el Duque ya esté buscando su diversión en otro lado.

Traducido por: Valiz

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