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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 82

Mientras Emilia estaba perdida en sus pensamientos, observando a la mujer con el cabello blanco como la nieve, de repente se dio cuenta de que otro par de ojos morados la estaba escrutando. Sobresaltada, se alejó de la ventana.

—Uht.

Él la está mirando directamente.

La ilusión de cruzar miradas con Adrian le cortó la respiración. Emilia cubrió su boca con la mano y se aferró a la cortina.

Su mirada aún parecía estar dirigida al suelo donde ella se encontraba.

Finalmente, Emilia apartó la vista de la pareja.

El Duque y ahora el Rey. ¿Podría ser que su habitación sea claramente visible desde afuera?

La sospecha parecía racional, pero cuando miró hacia afuera, no se veía nada dentro. ¿Cómo podía ser esto...?

Eso es imposible.

Emilia negó con la cabeza. Se sentó al borde de su cama, recordando esos ojos violetas.

Ojos violetas.

Tanto Lady Luther como Adrian los tenían.

Toc, toc, toc.

—Madam, soy Dell.

Dell, que había salido a buscar libros, golpeó la puerta con cautela. Emilia la llamó a entrar, fingiendo calma.

Dell entró, mostrando los libros que había escondido bajo el brazo con una sonrisa orgullosa.

—¡Cielos!

Emilia recibió el libro, sonriendo en respuesta.

—Debió ser difícil encontrarlo, estando prohibido.

—Tengo una red bastante extensa. Una amiga mía tiene una librería antigua. Recordé haber visto este libro en el almacén mientras ayudaba a limpiarlo. No estaba segura, pero por suerte, allí estaba.

El libro detallaba a fondo a la familia real Stein. Con sus descripciones delicadas y específicas, Emilia comenzó a leer con anticipación.

—Por cierto... Su Majestad el Rey ha llegado.

—Lo vi hace un momento.

—¿No va a verlo?

—Está bien. Debe pensar que aún no estoy completamente consciente.

—Ah, cierto, el doctor dijo que debía descansar bien...

—Solo leeré esto un momento y luego me acostaré. No te preocupes.

—¿De verdad? Prométalo.

—Solo miraré esto un momento y luego me acostaré tranquila. Pero, ¿Sabes quién vino con Su Majestad?

—¡Ah! Esa es Lady Leah von Chevron. La prima de Su Majestad.

—¿...su prima?

Asintiendo, Emilia no podía dejar de pensar en la mujer del vestido blanco.

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Mientras Leah se encontraba frente al imponente hombre, no podía apartar la vista de él. Los anchos hombros y la figura perfecta la cautivaron, y fue golpeada por una ola de un aroma a hierba.

¿O era una rosa?

El sutil aroma la tocó tan intensamente que su corazón latió con fuerza.

Pero nada se comparaba a sus ojos rojos, que eran demasiado intensos como para mirarlos directamente.

Cabello dorado tan brillante como el sol. Ojos tan ardientes como si pudieran ver a través de todo.

Mientras su corazón latía descontroladamente, Leah se dio cuenta de que ningún tipo de imaginación al escuchar historias podría haberla preparado para ese encuentro.

—Leah.

Abrumada por la mirada de Mikhail, Leah apretó sus manos con fuerza, mirándolo hacia arriba.

—Leah von Chevron.

Leah recobró la atención ante la voz irritada de Adrian.

—¡Ah! …soy Leah, la hija del Conde Chevron.

—Su Majestad, ni siquiera ha hecho su debut aún.

Desestimó el saludo de Leah con facilidad. Era obvio que la visita parecía no ser bien recibida para él, pero ella simplemente lo miraba con los ojos brillando.

Adrian, aparentemente indiferente ante la actitud claramente molesta del Duque, lo desestimó.

—Claro, pero estoy aquí, así que ¿Qué podría salir mal?

—Podría verse envuelto en escándalos innecesarios.

—No te haré responsable, así que no hay necesidad de que el Duque se preocupe.

Las cejas de Mikhail se fruncieron, apartando la mirada de Leah para tomar asiento.

Leah se encontró incapaz de apartar la vista de él. Incluso sentado, su mirada se deslizaba hacia él una y otra vez.

—¿Qué lo trae aquí sin previo aviso?

—¿No ha recibido la carta?

—Si es sobre la boda, ¿No debía ser organizada por la casa real?

—Entonces, ¿Realmente no te interesa en absoluto?

Mikhail echó un vistazo a su reloj mientras bebía té.

—Podría haber enviado los documentos.

—Necesitamos discutir esto cara a cara. La boda será en una semana, y las invitaciones se enviarán pronto.

—Entendido.

Leah observó en silencio su conversación, sin interrumpir, mientras simplemente tomaba su té.

...matrimonio.

Está bien. Pronto se divorciarán de todos modos.

Pero, ¿Querría divorciarse de un hombre tan apuesto e impresionante?

Leah pensó en la señora Heinrich. Aunque aún no estaban casados, oficialmente ya eran pareja.

Efectivamente, Leah tendría que seducir a un hombre casado, pero ese aspecto no le molestaba en lo más mínimo.

—Pero no veo a la Duquesa por aquí.

—Está enferma, así que tomó algo de medicina y se quedó dormida.

—¿Es grave?

—Solo un resfriado —dijo Mikhail sin preocuparse.

—Para que no haya saludado al Rey que vino, ¿Se podría ver como deslealtad?

—Si insiste en verla, la traeré aquí.

Traducido por: Valiz

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