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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 66

—Hmph.

De repente, presionó sus labios contra los de ella.

Su mirada intensa parecía capaz de reducirla a cenizas. El aliento que se filtraba entre ellos parecía extraer sus deseos más profundos.

—Espere, solo…

Su súplica escapó en un susurro, profundizando la intensidad en los ojos de Mikhail.

El fuerte aroma a whisky llenó su boca, tan potente que no hacía falta preguntar cuánto había bebido.

Mareante.

El mero aliento de él era embriagador.

Sus lenguas se entrelazaron con intensidad. Su respiración se aceleró y sus piernas temblaron tras permanecer de puntillas demasiado tiempo.

Aunque solo fuera un beso, Emilia sintió que todo su cuerpo era consumido.

—…aah.

Solo cuando su aliento se quedó atrapado en su garganta y golpeó su pecho, Mikhail se apartó.

—No deberías haber traído a esa chica aquí.

—No lo sabía. La envié de vuelta a la mansión cuando me di cuenta.

—Ah.

Sus ojos se tornaron feroces en un instante.

—¿Acaso no he sido claro?

El instinto de Emilia gritaba ante el rojo ardiente en sus ojos.

¡Corre!

Retrocedió tambaleante de forma instintiva, pero su mano se extendió hacia ella. En un solo movimiento, la atrajo hacia él.

—Realmente no sabes mentir.

Emilia se estremeció bajo la mirada de sus ojos, que centelleaban con destellos rojos.

El calor irradiaba desde su abdomen y pronto envolvió todo su cuerpo.

Su boca se sentía seca y su respiración, oprimida. Sus ojos brillaban con una intensidad distinta a la de antes.

Algo está mal.

Su cuerpo reaccionó instintivamente, confundido por su propia respuesta.

Sus pasos se apresuraron, arrastrándola hacia el carruaje.

—¡Un momento! ¡Su Gracia! Es demasiado rápido… ¡Ah!

Incapaz de seguir el ritmo, su zapato quedó atrapado en el dobladillo de su vestido. Tropezó y estaba a punto de caer cuando, de repente, sus pies dejaron el suelo. Tarde se dio cuenta de que la estaban cargando.

Antes de que pudiera gritar, su cuerpo fue arrojado al interior del carruaje.

≫ ────•◦ ✦ ◦•──── ≪

La paciencia de Mikhail se había agotado. Era culpa de ella. No sabía mentir y ni siquiera podía fingir audacia.

Incluso disfrazada de doncella, Dahlia era inconfundiblemente Dahlia.

Adrian la había visto y era evidente que estaba intrigado. Mikhail podía notarlo solo con su expresión.

Mikhail la miró, hecha un ovillo en el suelo del carruaje, y luego tomó la puerta.

—Las personas realmente pueden hundirse hasta el fondo sin fin.

Ella le lanzó una mirada fulminante, mordiéndose el labio mientras permanecía en el suelo en lugar de sentarse en un asiento.

—¿Y a quién cree que debería agradecer por eso?

Subió al carruaje con ligereza. Cerrando la puerta, pisó el dobladillo del vestido de Emilia, impidiendo que se levantara.

—Muévete.

Su voz tembló. La conmoción en su rostro y la forma en que aferraba su falda eran lastimosas.

Lamentablemente, no tenía intención alguna de mostrarle misericordia.

Mikhail se sentó en el asiento del carruaje y golpeó la pared con la mano.

Con las piernas cruzadas despreocupadamente, su pie aún presionaba su vestido.

Emilia seguía tendida en el suelo, pero el cochero, ajeno a la situación, puso el carruaje en marcha de inmediato.

—¡Ah!

Cada bache en el camino sacudía su cuerpo. Mirándola desde arriba, desparramada con deshonra en el suelo, dijo:

—No te molestes en levantarte. Es una posición conveniente si decides ser impertinente.

—¿Esperaba asustarme con eso?

—No.

Ella esperaba unsí, pero en su lugar, él negó con una sonrisa ladina.

—Esperaba que no lo hicieras.

—…

—No preguntas por qué.

La tensión entre ellos se hizo palpable en el estrecho espacio del carruaje.

Él descruzó las piernas y se inclinó ligeramente hacia adelante. Emilia, apresurada, se alejó hasta presionarse contra la pared.

Atrapada en el espacio reducido con su voluminoso vestido, apenas tenía margen para escapar.

—Sí, arrástrate así.

Observó con atención los labios rojos de Emilia, apretados con fuerza, antes de apartar la vista.

Con cada contacto, el dulce aroma persistía, tentándolo a saborear más.

Mikhail apenas reprimió el deseo creciente dentro de él.

El recuerdo de las manos de Adrian recorriendo su cuerpo durante el baile, la cercanía suficiente para mezclar sus alientos, la manera en que evitaban mirarse deliberadamente.

¿Perdí la cabeza por la llegada de Dahlia?

Las acciones impulsivas de Dahlia y la tácita aprobación de Emilia lo habían provocado.

En ese momento, todo podría haberse arruinado.

¿Solo fue por eso?

Los años que apenas había soportado podrían haberse derrumbado en un instante.

Estúpida Dahlia. Aún atrapada en ideales y ciega ante la realidad.

Pero quizá él no era diferente.

Al liberar la presión de su pie, ella se enderezó y se sentó en el lado opuesto. Sus ojos brillaban con humedad mientras se abrazaba a sí misma.

—¿Vas a llorar?

—…no.

Se tragó sus lágrimas con terquedad. Mikhail la observó con desgana y comentó.

—Qué lástima.

Lo decía en serio.

Traducido por: Valiz

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