Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 65

—Pensé que la gente de Valoh era tan rígida como nosotros, pero parece que no es el caso.

Las voces parloteantes llegaron a los oídos de Mikhail mientras saboreaba su whisky.

Contrario a sus suposiciones, Mikhail no tenía intención alguna de entregar a Emilia a Adrian.

Ella era solo suya para mancillar. Solo él podía hacerlo.

Por encima de todo, Mikhail no era del tipo que metía su p*lla donde otros ya habían estado.

No era particularmente leal a Adrian como para llevarse bien de esa manera.

Para Mikhail, su relación con Adrian no era más que un contrato temporal.

El baile continuó y comenzaron a aparecer grietas en su antes sereno rostro.

Adrian, que susurraba en su oído, parecía estar divirtiéndose, mientras la expresión de Emilia se tornaba más sombría.

Mikhail dejó su vaso de whisky y caminó hacia el escenario, su acción deteniendo abruptamente la música.

—¿Qué está haciendo, Duque?

Era la pregunta que Mikhail quería hacerse a sí mismo.

Lanzó una mirada a la mano de Adrian sobre la cintura de Emilia.

—Hay muchas damas esperando a Su Majestad.

Habló sin apartar la vista.

Adrian notó su mirada, pero no tenía intención de soltar la esbelta cintura que sostenía.

—No se involucre en asuntos problemáticos.

Su voz era baja y amenazante. Tanto Adrian como Emilia lo miraron. Su altura daba a su mirada una presencia intimidante.

—Vaya, parece que me he dejado llevar demasiado por el baile.

Adrian soltó su mano sin darse cuenta. Libre al fin, Emilia no olvidó disculparse y dio un paso atrás.

—Ven aquí.

La voz de Mikhail era baja y serena, casi como si estuviera enojado.

Emilia no se movió.

Entonces su gran mano tomó la de ella y la atrajo hacia su lado.

Sin esfuerzo alguno, Emilia se encontró inclinada contra él.

Levantó la cabeza para fulminarlo con la mirada.

Él también la miró ferozmente. Podía sentir su mano atrapada luchando por liberarse.

Su expresión desconcertada parecía cuestionar sus acciones con la mirada.

¿Por qué, en verdad?

Ni siquiera él lo sabía. Simplemente no le gustaba verla junto a Adrian.

Fue un acto impulsivo, impulsado por la sensación de que algo suyo le estaba siendo arrebatado.

Ella, a quien despreciaba y más deseaba eliminar.

Mikhail no apartó la mirada, sino que observó sus ojos verdes reflejando su propio rostro.

Apretó su agarre, impidiendo que escapara. El dolor recorrió su mano, distorsionando su delicado rostro.

Sí, no debería haber actuado tan irracionalmente desde el principio.

Sus despreciativos ojos verdes tenían razón. Era justo que se odiaran mutuamente.

Ella pensaría que sus acciones eran impulsadas por una malicia sin sentido, que simplemente habían terminado en bandos opuestos y por eso eran enemigos.

Si tan solo el asunto fuera tan simple.

—Acabo de recordar un asunto urgente. Debo irme.

Tomó la mano de Emilia y salió rápidamente del salón de baile.

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Arrastrada sin entender por qué, Emilia sintió que el aire se le atascaba en la garganta.

—¿Por qué hace esto? ¿No era indiferente a si bailaba con el rey o no?

—Lo era. Pero parecía que eso estaba a punto de llevarse al dormitorio.

Emilia frunció el ceño y apartó su mano.

Como siempre, sentía que era la única que quedaba perdida en esas situaciones.

El dolor era evidente en su mano entumecida, mientras que él permanecía impasible.

—¿No sabía que el rey asistiría? Actúa como si hiciera cualquier cosa por él, pero en situaciones como esta se vuelve frío.

¿Era realmente un lealista?

¿Qué clase de contrato los ataba en ese extraño tira y afloja?

Emilia sintió un escalofrío bajo su mirada afilada.

—¿Hay algo que quiera decir?

—Sí. Sobre la doncella en quien el rey fijó su mirada.

—…la envié de vuelta. Dell no se sentía bien, parecía incapaz de servir apropiadamente.

—Emilia.

Él rió suavemente.

—¿Qué crees exactamente que soy? Ya ni siquiera estoy enojado.

Era una afirmación extraña para alguien que visiblemente lo estaba.

—¿Está mal enviar a la doncella de vuelta? No pensará que lo hice solo para bailar con el rey, ¿Verdad?

En lugar de responder, Mikhail soltó una carcajada.

—No tienes talento para mentir ni para bailar, pero parece que destacas en algo.

Sus ojos rojos se curvaron mientras reía con fiereza.

—Irritarme. Eres mejor en eso que nadie.

Apretó su mentón con firmeza.

Inclinó ligeramente la cabeza, sus labios rozando apenas los de ella.

—Se suponía que no debías ser descubierta.

Los ojos de Emilia vacilaron. Él lo había notado.

Sabía que la doncella era Dahlia…

La mano en su mentón estaba caliente. Al levantar su barbilla, sus talones se elevaron naturalmente.

Traducido por: Valiz

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