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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 36

Madame Kerren mantuvo a la fuerza su distancia con Emilia, quizás a regañadientes al principio, pero cada vez que sus miradas se cruzaban, ella sonreía como si nada estuviera mal.

Emilia admiraba la rápida capacidad de Madame Kerren para adoptar una fachada.

—Ella es bastante hábil.

Pero eso fue solo el comienzo. Las mujeres comenzaron a reunirse a su alrededor, una por una, y comenzaron a escudriñar a Emilia, desde sus adornos para el cabello hasta sus accesorios, el diseño de su vestido e incluso sus zapatos. Cada detalle les llamó la atención mientras evaluaban su valor con sus miradas.

Emilia fingió no notar las miradas evaluadoras y desvió su atención hacia otro lado. Mientras tanto, cada vez que sus miradas se cruzaban, los caballeros giraban la cabeza y fingían toser.

Emilia reflexionó sobre cuándo podría escapar de ese lugar aburrido e incómodo, concentrando su energía en mantener la compostura.

A medida que las miradas que estaban fijas en ella se dispersaron gradualmente, Madame Serene de repente habló.

—Señorita Deila, ahora que lo pienso, ¿Su prometido, el barón Hisen, no le dio un anillo esta vez?

—Sí, era un anillo de diamantes grande —comentó otra mujer que estaba cerca.

Lady Deila levantó las comisuras de los labios con una sonrisa, luciendo emocionada como un gato que encuentra un juguete.

—Los rumores ya se han extendido por todas partes.

Deila levantó la mano, en la que estaba colocado el anillo, y miró a Emilia.

—Es un anillo que mi prometido confió personalmente a los artesanos de 'Delan' en Brethea Street.

En Delan se conocía que solo se vendían joyas caras. Se decía que si un hombre le regalaba a una mujer un anillo comprado en ese lugar, ella no rechazaría su propuesta. El diamante, que parecía tener al menos cinco quilates, brillaba en el dedo de Deila.

—Como era de esperar, cuando se trata de transmitir sinceridad, no hay nada mejor que las joyas, ¿No? ¿No sería muy triste que en un compromiso basado en el amor faltara una propuesta romántica? —dijo la señora Serene, con expresión agria.

—¡Dios mío! Si no pudiera recibir ni un anillo del hombre con el que se supone que viviré el resto de mi vida, estaría tan avergonzada que no podría mostrar mi rostro.

—Así es. También estoy de acuerdo con esa afirmación. ¿No sería terrible también para la otra persona? Tener que vivir con un hombre que no quiere dar un anillo y, sin embargo, espera compartir toda la vida con ella —agregó la señora Kerren, y todos asintieron en señal de acuerdo.

—Es una situación terrible. Si tienes que vivir sin entregar tu corazón, sería como vender tu cuerpo. Puedes dar cosas caras, pero si no das un anillo como símbolo de tu amor, es como decir que falta algo.

—Es terrible, en verdad. Si todas las noches tienes que abrir las piernas a la fuerza y ​​los únicos sonidos que se escuchan entre los dos son respiraciones agitadas, entonces no eres más que una muñeca para satisfacer deseos.

Todos rieron, mirando la mano vacía de Emilia.

Momentáneamente desconcertada por el repentino cambio de tema, Emilia comprendió rápidamente su intención.

Todavía no había recibido ninguna propuesta de matrimonio ni ningún regalo, como un anillo, del Duque Heinrich. Naturalmente, su posición como Duquesa se debía exclusivamente a la conveniencia política y a la estabilidad del régimen.

—Pero si ese compañero es el Duque Heinrich, felizmente podría ser su muñeca de cualquier manera.

—Él es el hombre que todos desean, así que, por supuesto, la señora Heinrich lo recibiría con mucho gusto.

Una sonrisa fría se instaló en los rostros que rodeaban a Emilia.

—¿Por qué no nos cuenta la historia? Con sus muslos fuertes, parece que la noche sería bastante exquisita, ¿No?

—Señora Heinrich, si le hemos hecho una pregunta incómoda, está bien no responderla. Aunque es una pregunta burda, es solo una preocupación sobre su relación, así que déjela pasar.

¿Qué expresión habría puesto ese hombre si estuviera ahí? Las mujeres lo trataban como a un objeto estúpido y examinaban su cuerpo con lujuria, hablando libremente de él. ¿Cómo es posible que ellas parezcan saber más sobre su cuerpo que ella?

“'Es una pena.”

Seguramente su expresión hubiera merecido la pena. Debió mirarlaa con incomodidad o con miradas de desdén.

“Cuanto más lo pienso, más me arrepiento.”

Sin saber que se arrepentiría de no ver su rostro desencajado porque vino sola al banquete.

Emilia sonrió, sus ojos verdes de repente se llenaron de alegría. Pero pronto se sonrojó tímidamente, bajando ligeramente la mirada. La atmósfera a su alrededor cambió en un instante.

Ella miró hacia un punto y luego habló lentamente.

—Deberían escuchar la historia directamente de la persona involucrada.

Traducido por: Valiz

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