Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 31

Probablemente la esté observando desde ahí, oculto a la vista, observando cada uno de sus movimientos.

Emilia sonrió, levantando las comisuras de los labios tal como lo había hecho él. A pesar del incesante chorro de lluvia que caía por la ventana, sonrió.

—…pensé que era absurdo pero quizá esa fuera la forma más rápida.

Las palabras de su padre, “Seduce al Duque”, resonaron en su mente. Para clavarle un cuchillo en la espalda, necesitaba capturar su corazón. Si esa era la única manera de llevarlo al borde de la desesperación, Emilia estaba dispuesta a hacerlo.

Golpe sordo. La fría lluvia caía de su cuerpo al suelo. El viento soplaba con más fuerza. Esperaba que cayera más lluvia y la cubriera por completo. Con las manos flácidas y la cabeza empapada, su rostro se volvió hacia el cielo, con los ojos cerrados, como si fuera un cadáver sin vida.

Dell le habló con voz desesperada:

—Por favor, señora, volvamos a la mansión.

Deseaba estar sola. Anhelaba disolverse en la lluvia torrencial, desaparecer sin dejar rastro.

—Señora, por favor.

Emilia miró débilmente a Dell, cuyos pies se movían inquietos. Si ella desapareciera, esa niña podría perder la vida por su culpa.

—Está bien. No moriré por esto.

—...señora.

—Quizás sería mejor si muriera.

¿Moriría de hipotermia si la lluvia continuaba azotándola? ¿Terminaría tendida indefensa por la fiebre alta, sin poder levantarse?

—Dell, ¿Podrías ir a la mansión y traer un paraguas y una manta? Hace demasiado frío para que me mueva.

—¡¿Cómo puedo dejarla sola y regresar a la mansión yo sola?!

Dell estaba al borde de las lágrimas. La lluvia caía sobre su rostro, lo que hacía imposible distinguir entre lágrimas y gotas de lluvia.

—No puedes cargarme, no puedes levantarme. Ya no quiero pisar el suelo con estos zapatos destrozados.

—¡Ah…! ¡Sí, sí! Entiendo. Entonces iré rápidamente y llamaré al caballero. ¡Por favor, espere un momento!

Dell corrió hacia la finca, apenas levantando sus pasos inflexibles. Ni siquiera le importó el agua fangosa que salpicaba su falda empapada.

Emilia observó en silencio la figura de Dell que se alejaba. Su cuerpo se tambaleó inesperadamente y pronto se desplomó en el suelo, sujetándose con ambas manos. Con el rostro pálido y azulado, Emilia relajó su cuerpo.

Todo su cuerpo temblaba de frío. Podía sentir que su temperatura corporal bajaba, pero una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

En su consciencia borrosa, Emilia sintió una sensación de libertad, casi como si estuviera flotando. Su cuerpo se inclinó hacia un lado y se tumbó en el pasto.

—El olor de la hierba.

No le gustaban especialmente los días lluviosos, pero extrañamente, ese día no le molestaba. El agua de lluvia que caía por sus largas pestañas le nublaba la vista. A través de la neblina, vio que alguien se acercaba.

—Ella es rápida.

Ya sea que Dell estuviera instando al caballero o no, una figura alta se acercaba a ella a través de la lluvia. Poco a poco, vio unos zapatos negros caros en su campo de visión. Los ojos de Emilia se abrieron antes de volver a su tamaño original. Pudo distinguir los pantalones de vestir bien entallados encima de los zapatos.

Golpe. Su bota tocó su brazo como para confirmar si estaba viva. Emilia levantó un poco la cabeza y vio a Mikhail, que llevaba un paraguas negro y la miraba con expresión inescrutable.

—Qué lástima. Vinieron a recoger el cuerpo y te encontraron con vida.

Su cuerpo tembló ante su risa baja.

—¡S-Su Gracia!

—¡Kyaah! ¡Señora!

Inmediatamente, se oyeron voces familiares. Los pasos urgentes de Byne y Dell se acercaban. Incluso en su desvanecida conciencia, la voz de Mikhail seguía siendo clara.

—Deshazte de esto.

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Emilia no recordaba cómo había acabado en el dormitorio después de desplomarse bajo la lluvia. Solo había una cosa clara en su mente: la forma en que la había tratado, peor que objeto desechado, su voz y su actitud, seguían siendo vívidas.

—Mi cuerpo se siente muy pesado.

Se sentía como una roca abrasadora, como si se estuviera hundiendo en un pantano y la estuvieran hundiendo constantemente.

Tal vez por eso sintió frío. A pesar de la gruesa manta que la cubría, sus temblores no remitieron.

“…frío.”

Se arrebujó en la manta, pero el frío persistía. Gimiendo, enterró la cara en las sábanas y cerró los ojos.

“¿Cómo llegó a esto?”

Fue solo un paseo bajo la lluvia, en el que cayó un chaparrón repentino. El día no había sido malo, pero ese breve encuentro con él parecía haberle quitado todo.

Traducido por: Valiz

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