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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 26

—…una mujer que no puede disciplinar adecuadamente ni siquiera a una sirvienta. ¿Qué posibilidades tiene de matarme?

Dahlia rió secamente.

—Se cubrió el cuello con un paño. ¿Quizás intentó hacerse daño?

—Exactamente.

—…eh, ella es más directa de lo que pensaba.

Dahlia sonrió irónicamente y se reclinó en el sofá.

—Tenía que vigilarla para estar tranquila. Nunca sabe cuándo se dara la vuelta y apuñalara a mi hermano por la espalda. Yo también tenía que vigilarla.

—No tendrías que vigilarla si simplemente siguieras mis instrucciones. Espero que no tengamos incidentes como el de hoy.

—Lo intentaré lo mejor que pueda.

Dahlia se sentó derecha en su silla y miró la taza de té de la que Emilia había estado bebiendo.

—Ella creció tan bien que quiero matarla. Apenas logré sobrevivir cada día con gran dificultad. El cabello rojo brillante, los ojos verdes como si los hubieran sacado de un jardín. Era como una cerámica bellamente elaborada.

Dahlia pasó sus dedos por su cabello dorado y sonrió.

—Probablemente no habría perdido su brillo si no se hubiera convertido en la esposa de mi hermano. ¿Su familia aún está viva? Por favor, que se reúnan a menudo.

—No entiendo por qué debería dejar que se reúnan a menudo.

—Es para que cuando los pierda, se desespere aún más, ¿No crees?

Dahlia habló con más amargura en su risa que nunca antes.

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Emilia se sentía extrañamente incómoda cerca de la chica llamada Dahlia. Parecía sonreír y ser amable con ella, pero su mirada se sentía fría.

—Parecía que yo no le agradaba.

Se presentó como prima de Heinrich.

No podía ver bien su rostro detrás del velo, pero al sentir una atmósfera similar, lo aceptó.

Al Duque Heinrich tampoco le gustaba, por lo que no era de extrañar que Dahlia, su familiar, mostrara animosidad. El problema eran sus acciones contradictorias.

Por razones desconocidas, Dahlia parecía estar tratando de ganarse su favor.

Leri intervino cuando Dahlia irrumpió.

—Le pido disculpas, Lady Dahlia. Su Gracia le ha prohibido a la señora reunirse con cualquier persona.

—¿Y si no se trata de cualquiera sino de mí?

—…le pido disculpas. ¿Puede irse ahora? Tengo órdenes de Su Gracia.

—Yo también soy miembro de la familia Heinrich. ¿Quién eres tú para impedírmelo? Hazte a un lado. Hoy tengo que ver a mi cuñada. Es cruel vivir en el mismo lugar y ni siquiera conocernos las caras.

—…pido disculpas.

Un fuerte alboroto fuera de la puerta llamó la atención de Emilia, quien la abrió y se encontró frente a una mujer con un espléndido vestido y el rostro oculto. Al principio, pensó que podría ser una de las amantes ocultas del Duque, pero los destellos de cabello dorado y ojos rojos a través del velo la hicieron pensar que podría ser de la familia Heinrich.

—Oh, mi cuñada. Me disculpo por el saludo. Soy Dahlia, la prima del Duque Heinrich.

La chica que se presentó como Dahlia sonrió radiante y la situación que siguió fue tal como el Duque había presenciado.

Después de llamar a Ellyn, mandó azotar a Leri.

La acción parecía tan natural y práctica que Emilia se quedó desconcertada. Era de esperar que las sirvientas fueran regañadas por sus errores, pero ordenarle a la dama de compañía principal que usara el látigo era otra cosa. La hacía parecer bastante estricta con sus subordinadas.

Lo que más le preocupaba era por qué el Duque les había prohibido reunirse. Ella no sabía que Dahlia estaba en la mansión. Sus palabras significaban que le ocultaba la existencia de Dahlia.

Si era algo que no le gustaba al Duque, entonces no estaría de más ser amigable con ella.

—Dahlia…Dahlia.

Qué nombre más bonito. Tanto Mikhail como Dahlia, nombres preciosos a pesar de sus personalidades, incluso sus apariencias coinciden con el encanto de sus nombres.

Emilia regresó a su habitación y se dejó caer en la cama.

—Parece que ser grosero es un rasgo uniforme.

Se levantó para cambiarse y ponerse ropa cómoda y de repente se dio cuenta de que algo no iba bien. Rápidamente examinó su atuendo.

—Ah…

Emilia quería morir de vergüenza por su estado. El Duque debió haberla visto así. Enterró su rostro en las sábanas, suspirando profundamente. No pudo cambiarse de ropa debido a la repentina aparición de Dahlia. Hubiera estado bien con ropa ligera, pero le disgustaba la idea de presentarse en ese estado.

—Nada va bien.

Sintió que todo estaba en desorden. Cerró los ojos y trató de dormir. El Duque no quería entrar en su habitación...

—Una vez a la semana, es una maldita obligación a partir de la semana que viene, así que recuérdalo.

Sus palabras resonaron en su mente por alguna razón.

Traducido por: Valiz

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