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Nunca Quise Tener Un Hijo Suyo Novela capítulo 21

Una mesa adornada con rosas rojas estaba dispuesta de manera espléndida. Emilia entrecerró los ojos, observando el espacio como si estuviera destinado exclusivamente para ella.

“¿Cuál es el objetivo oculto aquí?”

Guiada por una criada, se sentó a la mesa de té. Con una concentración inquebrantable, miró fijamente a Adrian, que estaba sentado frente a ella. No pudo evitar preguntarse por qué la habían llevado a ese espacio apartado, el Salón del Éter del palacio principal.

—No hay necesidad de estar tensa. La he llamado para conversar.

—…ya veo.

—Puede que nuestro primer encuentro no haya ido tan bien, pero ahora estamos del mismo lado, ¿No?

—No entiendo por qué estoy del lado de Su Majestad.

—Está de mi lado porque se ha convertido en la esposa del Duque Heinrich, mi aliado.

Fue una afirmación absurda.

Ella apenas reprimió sus emociones y sostuvo su taza de té con fuerza.

Él debió haberla llamado para ese tipo de conversación.

Ella levantó la cabeza y se encontró con la mirada de Adrian.

—Tenía algo que decirme, ¿No?

—Sí, tengo mucho que decir, la verdad. Hay muchas cosas que me intrigan en lo que respecta a usted.

Adrian extendió la mano para tocar su cabello rojo, lo que le provocó escalofríos en la columna vertebral por la desagradable sensación en las puntas de su cabello. Sintió una fuerte aversión hacia su mirada obsesiva.

—Haga sus preguntas.

—Bueno, entonces, empecemos por lo que más me intriga. Ya vió al Duque Loren, ¿No? ¿Piensa cambiar de opinión?

—...mi padre no abandonará su lealtad al rey.

—Ya veo. Un padre que abandona a su hija en tiempos difíciles y se aferra a su fe en el rey. Parece abandonada.

Las palabras “abandonada” pesaron mucho en el corazón de Emilia. Sin embargo, decidió no protestar.

Su padre no sólo la abandonó sino que intentó utilizarla, ya sea para el beneficio de la familia o para su propio honor.

—Es una pena que no lo niegue. Los padres son todos iguales, sacrifican a sus hijos por sus propios intereses. ¿De verdad quería convertirme en rey?

Adrián dijo burlonamente mientras tomaba un sorbo de té. Miró el pastel y los macarons en la mesa y le preguntó a Emilia.

—Parece que no está disfrutando esto.

—No tengo ninguna preferencia particular.

—Al mirarla, me doy cuenta de que no he visto una sonrisa en su rostro. No es momento de reír, lo sé, pero su rostro es demasiado precioso para desperdiciarlo.

—¿Su Majestad no tiene miedo de estar solo en esta habitación?

Lo que estaba claro era que ahora el rey parecía subestimarla. O eso, o sabía que ella no podía hacer nada.

—No creo que esté en posición de matarme aquí.

Eso era cierto. Unos ojos invisibles los observaban de cerca.

—No tengo nada que perder, pero Su Majestad sí.

—Tal vez si usted fuera el precio a pagar, no sería un mal intercambio. El Duque Heinrich podría tratarla bien. ¿O preferiría haber sido mi amante?

—…yo tampoco quería.

—En la vida no siempre puede hacer lo que quiere. Yo tampoco estoy exento de eso.

A medida que la conversación continuaba, Emilia sintió una tensión subyacente en el aire, y parecía que Adrian la estaba sondeando en busca de algo, aunque sus intenciones seguían sin estar claras.

Adrian se rió entre dientes y su mano, que había estado acariciando suavemente su cabello, ahora estaba sobre su hombro. Sus iris carmesíes parecieron brillar con vida mientras apretaba su agarre en un puño. Sintió dolor cuando sus uñas se clavaron en su palma.

—¿Sabe? La gente de aquí fingirá no ver lo que le hago. Me he interesado por usted y no hay nada que no pueda tener.

—Por favor, deténgase.

Emilia respondió, ya no era una doncella ingenua. Tenía una sensación de lo que significaba esa mirada en sus ojos, por lo que se apretó con fuerza contra la silla. En ese lugar, solo podía confiar en sí misma para proteger su cuerpo.

Sintió un escalofrío cuando sus dedos la acariciaron desde el hombro hasta el brazo. Cuando vio el deseo en sus ojos, el miedo se apoderó de ella.

Su mano dejó una sensación pegajosa en su brazo, haciendo que su rostro palideciera por la incomodidad.

Luego, Adrián agarró la muñeca de Emilia y examinó su reacción.

—El Duque Heinrich no es tan tierno, ¿Verdad? Por otro lado, dicen que yo soy bastante tierno en la cama. ¿No tiene curiosidad?

—No soy… ¡Uf!

De repente, su fuerte agarre la atrajo hacia sí y la hizo inclinarse hacia Adrian. Él rápidamente se acercó a ella y le rodeó la cintura con la mano.

—Majestad, nunca deseé esto, pero ya estoy casada.

Traducido por: Valiz

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