La Hija Mayor Camina Por El Sendero De Las Flores Novela capítulo 67

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—¡Radis…!

Yves Russell, quien había ido a su habitación a buscarla, se detuvo en seco al ver aquella extraña escena.

Las doncellas de la mansión estaban apiñadas en un sofá del salón, observando con gran atención un libro.

En el centro del grupo estaba Radis, quien era la que leía el libro junto a Berry. Ella levantó la mirada hacia Yves.

—¿Marqués?

Sobresaltadas por su voz, las doncellas se apartaron rápidamente del libro y se pusieron de pie.

Mientras Yves intentaba encontrar las palabras adecuadas, las doncellas arreglaron los asientos y abandonaron el salón, como si fueran una marea que se retiraba.

Aún desconcertado, Yves habló.

—¿Te interrumpí?

Radis cerró el libro que estaba leyendo.

—Bueno, no podía evitarse.

—¿Qué estabas leyendo?

—Es un libro que April me prestó después de escuchar sobre la obra de teatro. Todas querían leerlo, así que se los estaba leyendo en voz alta.

Yves tomó el libro y miró la portada.

Viéndolo tan rudimentario, parecía una copia hecha torpemente.

El título era 〈 Dame Angela 〉.

Parecía ser la novela original de la obra de teatro que Radis y Yves habían visto juntos.

Sosteniendo el libro en su mano, Yves entrecerró los ojos y miró a Radis.

Ahora que lo pienso, escuché que aprendió esgrima.

Cuando investigó a Radis por primera vez, recordó que el informe de Allen mencionaba algo al respecto.

Aunque en su momento no le prestó atención.

—¡De todos modos!

Yves dejó el libro a un lado y continuó hablando.

—No vine aquí para hablar de esto. Quiero darte un regalo como muestra de gratitud y disculpa, señorita Peldaño, y sería maravilloso si esto pudiera animarla y motivarla para el futuro. ¿Qué te gustaría? ¿Hay algo que quieras?

—¿Qué? No, está bien. No hice nada.

—Estabas realmente molesta en ese entonces. Es mi manera de disculparme, así que dime lo que quieras. ¡Lo que sea!

Radis estuvo a punto de rechazarlo, pero la palabracualquier cosala dejó cautivada.

Yves sonrió al ver su expresión.

Sí, sí, piénsalo, señorita Peldaño… ¡No, digo, señorita Ganso de Oro…!

Ese día, cuando intercambió miradas con Olivier en el teatro, Yves sintió una certeza que nunca antes había experimentado.

Yves Russell llevaba mucho tiempo tratando de derribar la barrera impenetrable de Olivier.

El Marqués detestaba las reuniones sociales hasta el punto de estar harto de ellas, pero asistía diligentemente a todos los banquetes imperiales y viajaba a la región norte con tanta frecuencia que el umbral de la puerta de teletransportación estaba desgastado.

Su último esfuerzo fue organizar el banquete de cumpleaños de Olivier, en el que invirtió una gran cantidad de dinero y recursos.

Sin embargo, Olivier reaccionó con frialdad ante todo.

¿Qué pasa con esa actitud resentida?

Yves había gastado más de mil monedas de oro en un banquete que duró solo una noche, pero ni una sola palabra de agradecimiento salió de los labios del príncipe.

Maldito desagradecido.

En comparación, apenas tuvo que mover un dedo para sacar a Radis de la casa Tilrod y mostrarla frente a Olivier.

Ni siquiera esperaba que su reacción fuera tan grande.

Esa noche en el teatro, Yves sintió por primera vez que había logrado acercarse un paso más a Olivier.

Sin embargo, el camino por delante sería difícil, y la ayuda de Radis sería esencial.

Por eso, es necesario que mantenga contento a ese innecesariamente efectivo ganso de oro.

En ese momento, Radis abrió los labios tras pensarlo bien.

—Yo…

Yves recibió sus palabras con entusiasmo y habló.

—Dime lo que quieras. ¿Un vestido nuevo? ¿Joyas?

—No, ya tengo suficientes de eso. Lo que necesito es una espada.

Su entusiasmo se apagó de inmediato. Yves miró a Radis con una expresión cada vez más vacía y luego dirigió la vista a los libros apilados junto a ella.

Te has hecho falsas ilusiones después de leer esa novela, ¿Eh?

Radis dudó por un momento, pero continuó hablando.

—Si es posible, quisiera una espada de hierro reforzada con maná. Una espada larga normal estaría bien.

Yves fulminó el libro con la mirada por un segundo, luego asintió.

—Ajá, reforzada con maná.

—Y… cuanto más simple sea la forma de la empuñadura, mejor.

—Oh, ¿Leíste sobre eso en el libro?

—¿Perdón?

Al ver la expresión de Yves Russell, Radis se estremeció.

Había una razón por la que Radis dudaba.

Sabía que el hierro reforzado con maná era extremadamente caro.

En su vida anterior, nunca habría podido poseer una espada así si no fuera por Robert, quien notó que podía manejar maná y se la dio como regalo.

Pero tú me dijiste que te dijera lo que quería…

Los hombros de Radis se encogieron y añadió en voz baja.

—O una espada corta también está bien…

Yves asintió.

—Está bien.

—¿De verdad? ¿No hay problema?

—No es el tipo de regalo que imaginé que daría, pero fui yo quien dijo que podías pedir lo que quisieras.

Yves salió del salón aún incrédulo.

—Debe haber disfrutado mucho la novela. Dios, ¿cómo puede existir una persona tan desconcertante?

Parecía que Radis había aprendido algo de esgrima en el pasado, quizás lo suficiente para defenderse.

Sin embargo, al haber leído una novela con una protagonista que era una caballera, no sería raro pensar que ese era el motivo por el cual quería una espada ahora.

Era una manera de pensar bastante típica en una chica.

—Parece que la autora investigó bastante, considerando que menciona el refuerzo de maná y la forma de la empuñadura. Por Dios, es que simplemente… Ahora mismo, estoy dispuesto a comprarle incluso una joya valuada en mil millones de rupens. Pero ¿Una espada? ¿Una sola espada…? ¿Acaso la usará?

Yves se dirigió a su despacho, presionando el puente de su nariz mientras se sumía en sus pensamientos.

Traducido por: Valiz

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