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La Hija Mayor Camina Por El Sendero De Las Flores Novela capítulo 39

—El dormitorio de la señorita está aquí y su vestidor está dentro. Puede usar todo lo que hay aquí cómodamente. Si necesita algo más, no dude en…

—Creo que hubo un error.

Allen, que estaba mostrando los alrededores a Radis, miró hacia atrás después de oírla decir esto.

—¿Perdón?

—Esta habitación es demasiado grande.

Radis se esforzó por pensar qué decir.

Estaba claro que había habido un error.

Tal vez Yves Russell les dijo a sus empleados que Radis era una "invitada".

Por eso Allen había pensado que Radis era alguien a quien había que tratar bien, por eso esa habitación estaba preparada. Tenía que informar a Allen primero antes de que pudiera meterse en problemas.

Pero ella no quería decirlo como si estuviera culpando a Allen por el error.

Con una sonrisa rígida por la tensión, Radis habló.

—No necesito una habitación tan grande. Un dormitorio pequeño sería suficiente.

Los ojos de Allen temblaron.

Sin embargo, como mayordomo experimentado, recuperó rápidamente la compostura.

—Señorita Radis, sólo he seguido las órdenes de Milord.

—¿Qué…?

—El Marqués Russell siempre trata a los invitados que visitan su propiedad como corresponde, y la señorita Radis es una invitada que se lo merece.

—…

—Mi señor ly llamará antes de que empiece la cena. Mientras tanto, puede descansar bien. Y si necesita algo, siempre puede tirar de esta cuerda.

Allen hizo una reverencia cortés y salió por la puerta.

Y así Radis estuvo sola en esa espaciosa habitación.

Estaba a punto de dejar su bolso sobre la mesa, pero lo pensó mejor y simplemente lo dejó en el suelo.

Se acercó a un jarrón con flores frescas, que parecían recién cogidas del jardín, y las olió. Luego, con las manos entrelazadas como una ardilla, miró los cuadros que colgaban de las paredes del salón.

En las vitrinas que había en cada pared había juegos de té coloridos, platos y cerámica ornamental que, a primera vista, definitivamente parecían caros. Se preguntó si podrían usarse simplemente como vajilla.

Cuando vio eso, Radis se asustó.

“Si alguien me roba esto, ¿Tendré que compensarlo?”

Radis abrió con cuidado la puerta del armario.

Afortunadamente, el armario estaba cerrado con llave, pero el cristal era tan fino que se rompería fácilmente con un solo golpe.

“Si oigo que algo se rompe, tendré que salir corriendo a atrapar al ladrón.”

Después de hacer una extraña promesa, Radis recogió su equipaje y entró en la habitación que Allen le mostró antes.

—…

El salón la hizo suspirar, pero el dormitorio era aún más inquietante.

Junto a la ventana había una pintoresca mesa de mármol que sería perfecta para que la usara una princesa de un reino, y había un candelabro de plata colocado encima de ella.

Además, las paredes estaban cubiertas con un papel pintado de seda con revestimientos dorados, y en la mesilla de noche había incluso un jarrón dorado.

Nubes oscuras se cernieron sobre el rostro de Radis en el momento en que vio ese jarrón.

—No es oro macizo, ¿Verdad?

Radis miró el jarrón que contenía rosas blancas con una expresión grave.

—Debería estar bañado en oro… tiene que estarlo.

Sin embargo, incluso aunque sólo estuviera bañado en oro, todavía parecía extremadamente caro.

Radis, con mucho cuidado y con ambas manos, empujó el jarrón hacia la pared, tanto como pudo.

Incluso si la colocaron ahí por error, si golpeó esto mientras duermo por error...

Fue un pensamiento aterrador.

Y luego estaba la cama.

Era una cama espaciosa en la que podían caber fácilmente dos o tres personas. Incluso podía entrenar su esgrima sobre el dosel si quería. Era una cama hermosa y adornada, y podía imaginarse a una princesa acostada ahí con su cabello dorado esparcido a su alrededor.

Radis extendió una mano a modo de prueba y luego presionó las sábanas.

La tela de seda era infinitamente suave y lisa. Parecía una nube.

Un suspiro fluyó por sí solo.

—Aah...

───── •🎕• ─────

Después de cambiarse la camisa y los pantalones más limpios que tenía, Radis esperó ansiosamente a Yves Russell.

Sólo había un pensamiento en su mente.

—Esto no está bien.

Yves Russell podría estar bajo un grave malentendido.

Parecía estar lo suficientemente delirante como para pensar que el príncipe Olivier se había enamorado de ella a primera vista cuando todo lo que vio fue un acto caballeroso por parte del príncipe cuando ayudó a Radis a levantarse después de que ella tropezó.

De lo contrario, ese tipo de trato sería sencillamente absurdo.

—No merezco que me mimen así...

Mientras suspiraba, Radis de repente se encontró reflejada en el espejo del tocador.

Parecía un pastorcillo que tenía una expresión sombría después de haberle robado todas las ovejas.

—¿Le gusto al príncipe Olivier? Eso no tiene sentido. ¿No sería más plausible creer que fui yo quien se enamoró de él?

En el momento en que sus pensamientos se volvieron locos hasta ese punto, Radis se sorprendió al ver cómo se sonrojó tanto que incluso su cuello y frente estaban de un rojo brillante.

—¿Yo? ¿Soy yo? Mi… ¿Mi cara se pone así de roja cuando me siento avergonzada?

Ella nunca había tenido un espejo grande antes, y nunca se había sonrojado frente a ninguno, así que era la primera vez que se veía así.

Mientras miraba su propio rostro con curiosidad, el color rojo desapareció gradualmente y su piel volvió a su complexión original.

—¿Estaba tan rojo cuando conocí al príncipe? Entonces habría parecido una persona roja que llevara una esponja rosa. Tal vez hubiera parecido más un camarón cocido y ni siquiera un ser humano…

Traducido por: Valiz

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