La Hija Mayor Camina Por El Sendero De Las Flores Novela capítulo 25

—Oh…

Ésas eran las iniciales bordadas en el pañuelo. Eran la prueba de que los acontecimientos que se estaban desarrollando no eran sólo una ilusión.

Si no hubiera sido por ese pañuelo, Radis habría pensado que solo era un sueño febril, tal vez después de desmayarse al golpearse la cabeza al tropezar.

Conocerlo fue algo que ella no podía creer.

“Como un ángel.”

Mientras acariciaba las iniciales con las yemas de los dedos, Radis dobló delicadamente el pañuelo y lo sostuvo con fuerza.

“Si algún día nos volvemos a encontrar... te lo devolveré.”

Luego, fue al baño de mujeres y arregló su ropa, trató de arreglar sus tacones altos arruinados, luego se preparó antes de regresar al salón de banquetes, preparándose para el regaño que seguramente recibiría.

—Aun así, si tiene coraje, podrá superarlo todo, sin importar lo difícil que sea.

La suave voz le dio valor.

Cuando regresó al salón de banquetes, miró a su alrededor para observar su entorno y encontró un escudo de armas familiar.

Era un escudo grabado con palomas, el escudo de la Casa Roschilde.

Radis se acercó al hombre de mediana edad que vestía ropa que llevaba el escudo de la familia.

Al darse cuenta de que ella se había acercado a él, el hombre la saludó con una suave sonrisa.

—Buenas noches. ¿Es…?

—Buenas noches, me llamo Radis.

Y tener que forzarse, añadió.

—De la familia Tilrod.

—Ah, señorita Radis. Soy Felice Roschilde.

—Es un honor conocerlo, Sir Felice.

Radis, que no estaba familiarizada con cómo se desarrollaba la conversación en la alta sociedad, inmediatamente fue directo al grano después de un breve momento de vacilación.

—Sé mucho sobre la reputación del escuadrón de subyugación de la familia Roschilde. Escuché que es uno de los escudos que protegen al Imperio de Monsterwood.

Felice sonrió y meneó la cabeza humildemente.

—Sólo estoy cumpliendo con mi deber.

—No, es un gran hombre. Por cierto, ¿Está reclutando nuevos soldados?

Felice miró a Radis con una sonrisa ligeramente incómoda.

Sus ojos parecían escrutarla.

Al ver su mirada, Radis se dio cuenta de que había cometido un error.

En ese lugar, ella estaba hablando con él mientras vestía ese atuendo.

¡Si al menos lo hubiera conocido con el atuendo apropiado y sosteniendo una espada en lugar de esa monstruosidad rosa con volantes…!

Entonces Felice abrió los labios.

—La verdad…no es época de reclutamiento.

Radis, cuyas mejillas se habían puesto rojas, inclinó la cabeza.

—Disculpe, le pido disculpas por haber cometido un error…

—Pero no puedo negarme a la petición de una dama tan admirable.

—¿Perdón? Está diciendo…

—Mencionó que es de la familia Tilrod, ¿Cierto? Enviaré a alguien más tarde.

—¡Muchas gracias, señor Felice!

—No tiene por qué estar agradecida. De hecho, no importa cuántas personas haya, no tenemos suficientes en el escuadrón de subyugación.

Radis estaba tan feliz que quería saltar arriba y abajo.

El escuadrón de subyugación imperial del que formó parte en su vida anterior estaba empobrecido.

El apoyo del imperio fue mínimo, y la mayoría de los suministros necesarios fueron proporcionados solo después de haber pedido apoyo a los aristócratas de los territorios cercanos.

Aunque la diferencia era que a los miembros del escuadrón al menos se les permitía tomar tantas piedras mágicas como quisieran.

Por otro lado, cuando ingresaba en un escuadrón de subyugación perteneciente a una casa noble, las piedras mágicas que debían adquirir se entregaban automáticamente a la casa noble. Aun así, los miembros del escuadrón eran tratados mejor ahí que en el escuadrón de subyugación imperial.

Aparte de las subyugaciones regulares, se les concedían vacaciones y también podían disfrutar de ceremonias de purificación regulares en el templo.

Y lo mejor de todo fue que así podía dejar a la familia Tilrod.

“La familia Roschilde era famosa por tratar bien a sus soldados durante las subyugaciones. ¡Si puedo entrar en su escuadrón...!”

Cuando Radis estaba a punto de darse la vuelta, sintió que su corazón se llenaba de esperanza.

Pero entonces, sobre su camino, se proyectó una sombra gris.

—La encontré.

Era Huber.

Mientras miraba alternativamente entre ella y Felice Roschilde, parecía enfurecido mientras apretaba y aflojaba los puños.

—¿Qué le pasa a este bastardo? —preguntó Huber.

Radis estaba asombrada.

—¿Qué? ¿Bastardo? —preguntó Radis.

—¿Este bastardo la está molestando, señorita Radis?

—Parece que ha entendido mal algo. Yo fui quien habló primero con Sir Felice.

Radis lo dijo claramente.

—Y no es asunto suyo con quién hablo.

Sus palabras parecieron tocar la fibra sensible de Huber.

Huber dejó de abrir y cerrar los puños y los mantuvo cerrados. Se acercó a Radis paso a paso.

Estaba visiblemente indignado y mientras hablaba, su voz era tan baja que parecía hervir.

—Estoy intentando tratarla bien, pero sigue poniéndome a prueba.

Radis miró fijamente a Huber, pero él continuó hablando.

—Su madre la dejó a mi cuidado. ¿Cree que tiene otra opción? Hoy es mía. ¿Cómo se atreves a hacerme enojar?

Huber agarró a Radis por el brazo.

Él continuó actuando de manera más brusca y sus alrededores zumbaron mientras otras personas notaban la conmoción.

Podría haber rechazado a Huber, pero no quería armar un escándalo, así que Radis lo siguió en silencio.

Cuando llegaron a un pasillo desierto, Huber se volvió hacia ella y gritó.

—¡Arreglaré ese mal hábito tuyo hoy!

Pero cuando se dio la vuelta, Radis apuntó a la parte posterior de su cabeza, en un punto vital, y le asestó un puñetazo.

Traducido por: Valiz

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