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La Hija Mayor Camina Por El Sendero De Las Flores Novela capítulo 24

Él no se rió de ella cuando cayó tan vergonzosamente, ni tampoco se burló de su atroz vestido.

Él sólo estaba tratando de ayudar a una niña que había caído al suelo.

—¿...ah? Um, sí.

—Déjeme ayudarla. Sujéte mi brazo.

Radis logró ponerse de pie con su apoyo. Fue incómodo.

Era la primera vez que alguien la sostenía en tanto tiempo. La última vez que eso sucedió fue durante su infancia, cuando aún no podía caminar bien.

Sostener el brazo de alguien de esa manera también fue una novedad.

Su calidez se derramó sobre ella, y fue tan vívido que Radis tuvo que soltar su brazo tan pronto como logró pararse sobre sus propios pies.

—G-Gracias.

De repente, Radis se dio cuenta de lo cerca que estaban.

Cuando estaba a punto de dar un paso atrás, el hombre agarró el brazo de Radis.

—¡…!

Hubo una pequeña sonrisa en sus labios rojos cuando vio lo nerviosa que estaba Radis.

—No quería sorprenderla. Hay algo de polvo por aquí.

Sacó un pañuelo de seda del bolsillo de su abrigo y él mismo limpió el polvo del brazo de Radis.

El pañuelo se sentía más como una pluma cuando le tocó el brazo, y cada vez que el pañuelo revoloteaba, un dulce aroma flotaba a su alrededor.

Radis sintió que estaba soñando.

Mientras sacudía suavemente el polvo con el pañuelo, le habló con una voz baja y hermosa que sonaba como si estuviera cantando.

—Debe ser un día difícil para usted.

Radis no podía entender si estaba diciendo eso sobre sus zapatos, su vestido o algo completamente diferente.

Sin embargo, continuó hablando como si no quisiera que ella lo cuestionara.

—Aun así, si tiene coraje, podrá superarlo todo, sin importar lo difícil que sea.

Él sonrió suavemente, mirándola con esos ojos color púrpura.

Qué bonita era esa sonrisa. Radis ni siquiera se dio cuenta de que le había dado el pañuelo.

Él asintió levemente hacia Radis en señal de despedida, luego regresó al jardín, hacia la multitud, al mundo al que pertenecía.

───── •🎕• ─────

Toda la gente que se movía desde el balcón del segundo piso hacia el jardín se agolpaba alrededor de una persona, elogiándolo solo para llegar a su lado bueno.

—El jardín es tan hermoso.

—¡No puedo creer que pueda pasar un momento de ensueño en una hermosa mansión con siglos de historia! ¡Gracias por invitarme hoy, Marqués Russell!

Rodeado de aquella gente se encontraba Yves Russell, el jefe del Marquesado Russell y el anfitrión de ese espectacular banquete.

—Para ser más exactos, este es un edificio separado.

En medio del clamor de la gente que le rodeaba, su voz era seca y apagada.

Definitivamente se destacó entre los nobles que vestían ropas coloridas.

Incluso su ropa expresaba su comportamiento.

A excepción del cuello de su camisa, apenas visible, todo lo demás era negro, incluido el chaleco que cubría su pecho esculpido, el abrigo sobre sus anchos hombros y los pantalones que le quedaban ajustados alrededor de los muslos.

Además, la mayoría de los hombres llevaban el cabello peinado con pomada, cuidadosamente peinado hacia atrás o al menos recogido para dejar al descubierto el rostro, pero el marqués tenía casi la mitad del rostro cubierto con su flequillo negro que le llegaba hasta el puente de la nariz.

Con todo su rostro teñido de negro, incluso sus ojos, el marqués Russell, que era un hombre difícil de leer, parecía bastante intimidante.

Los aterradores rumores que lo rodeaban también contribuyeron a avivar esa atmósfera.

Se rumoreaba que unos monstruos lo habían maldecido o lo habían privado de su alma. Peor aún, la gente decía que él mismo era un monstruo.

Su mirada, que no mostraba ningún entusiasmo por la conversación, se detuvo en un lugar.

Las comisuras de los labios de Yves Russell se elevaron. Con una postura de aparente deferencia, saludó al verdadero protagonista del banquete de esa noche.

—Esta noche celebramos el cumpleaños del Tercer Príncipe del Imperio Cardia. ¿El banquete satisface las expectativas de Su Alteza, Príncipe Olivier Arpend?

Cuando regresó a su lugar en el centro de atención, no había rastro de la hermosa sonrisa que Olivier Arpend le había mostrado a Radis.

Parecía una escultura de cristal con brillantes joyas de color púrpura incrustadas en el lugar donde deberían estar los ojos.

—Estoy muy feliz. Estoy incluso más feliz ahora que cuando pasé mi ceremonia de mayoría de edad en silencio el año pasado.

Con esa voz fría pero digna, la atención de la multitud pasó instantáneamente de Yves Russell a Olivier.

—¡Le deseo un feliz cumpleaños una vez más, Su Alteza!

—El año que viene, ¿Qué le parece si pasa tu vigésimo cumpleaños una vez más en la propiedad del Marqués Russell?

Contrariamente a las dulces voces de la gente que lo felicitaba, no había ningún sentimiento de alegría o placer reflejado en los ojos claros de Olivier.

Era como un muñeco que sólo hablaba cuando le tiraban de la cuerda que llevaba en la espalda.

—Ahora es el momento de que la fiesta comience en serio esta noche. ¿Volvemos todos al salón de banquetes?

Por sugerencia de alguien, la multitud comenzó a retroceder hacia el balcón del segundo piso.

Entonces Yves Russell, que hasta ese momento había estado observando a Olivier con curiosidad, le habló.

—Entonces, ¿Esa es la preferencia de Su Alteza?

Olivier desvió su mirada vacía y miró a Yves.

Su mirada era la misma que cuando todas esas personas lo felicitaban antes.

—No entiendo qué quiere decir, Marqués Russell.

Rodeado de sus seguidores, Olivier regresó al salón de banquetes.

Mientras miraba la figura del príncipe que se alejaba, había una extraña sonrisa en los labios de Yves Russell.

Traducido por: Valiz

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