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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 69

Traté de mantener mi expresión lo más neutral posible mientras el murmullo en la sala se hacía más fuerte. Había otra mujer usando un vestido casi idéntico al mío. La reconocí al instante por su inusual cabello plateado y su delicada boca.

—Dios mío.

La Condesa Eliza murmuró con voz sorprendida mientras la sala parecía moverse frente a mis ojos. Desde el brillante vestido rojo hasta los zapatos, collar, pendientes, e incluso la máscara blanca emplumada, el concepto y la disposición eran los mismos.

Rashta giró su cabeza hacia la dirección del interés de la multitud, luego dio un sorprendido “¿Oh?” cuando me vio.

La sala cayó en un silencio absoluto. Nadie habló, pero sus pensamientos estaban claramente escritos en sus rostros. Si miraban nuestras expresiones, era evidente que ninguna de las dos había planeado esto a propósito. Todos contenían la respiración, llenos de ansiedad e interés.

Me quedé quieta y miré a Rashta. Tenía mucho que decirle, pero no me acerqué a ella primero. Fuera una excusa o una disculpa, ella era la que debía venir hacia mí. Me enseñaron que la Emperatriz no se acercaba a sus inferiores a dar excusas.

Rashta se acercó a mí, luciendo genuinamente sorprendida.

—Su Majestad, su traje… con Rashta…

Vaciló.

—¿Lo usó intencionalmente igual que Rashta?

La Condesa Eliza estalló en ira.

—Eso es grosero, señorita Rashta.

Un sentimiento desagradable subió por mi cuello, pero me mantuve calmada y le regalé una ligera sonrisa.

—Vine aquí como yo misma. ¿No eras tú la que quería imitar todo de mí?

Sonreí, pero mantuve mi voz lo más fría posible, mientras Rashta me miraba con expresión desconcertada.

—¿Por qué lo haría ahora? Esta vez, Su Majestad, ¿No está vestida igual que yo?

—¿Por qué tú?

—¡Eso solo nos hará a las dos un blanco de burlas, así que no hace falta. Debería entenderlo a partir de ahora!

Le dije deliberadamente:

—Si usas el mismo vestido, las dos perdemos, y yo lo sé. —Quien escuchara esto sabría que no haría el ridículo a propósito, excepto aquellos que no querían creer mis palabras.

Rashta inhaló bruscamente, con expresión atónita. Como política, sabía cómo defenderme con palabras calculadas, mientras ella se defendía con su rostro. Mientras la esquivaba, se quitó la máscara y la tiró al suelo. Caminé directamente hacia mi asiento preparado sin mirar atrás, y la Condesa Eliza y las otras damas de honor se acomodaron cerca de mí.

Mientras tanto, un grupo de hombres se acercó a Rashta para animarla. No llore, los escuché decir. Entre ellos parecía haber algunos plebeyos, que miraban alternativamente entre Rashta y yo con sorpresa y curiosidad. Algunos hablaban en voz baja, pero no podían acallar completamente su conversación.

Sir Artina se inclinó hacia mí y habló en voz baja.

—¿Debo ocuparme de los que dicen cosas groseras?

—Déjelo.

Respondí con indiferencia y me recosté en mi asiento. Era fácil ejercer poder en público, pero hacerlo podía traer grandes consecuencias. A la gente le gustaba los poderosos, pero los odiaban cuando usaban ese poder. Si intentaba detenerlos solo por mi estado de ánimo, inevitablemente causaría un enfrentamiento.

—La persona que llegó primero debe considerarse la primera en usar el vestido.

—¿Se refiere a la noble de cabello plateado?

—Me parece inocente.

—¿Por qué la Emperatriz intentaría copiar la ropa de otra persona?

—Oh, escuché que la mujer de cabello plateado es la concubina del Emperador. ¡Y no es noble, vino del pueblo como nosotras!

—¿En serio? ¿Entonces la Emperatriz intentó sabotearla?

Ignoré la conversación frustrante y mantuve mi compostura. Parecía que esos hombres eran plebeyos, y estaban completamente cautivados por la apariencia misteriosa e inocente de Rashta. La miraban como si fuera un hada de otro mundo.

Oculté mis pies temblorosos. Escuché a otros defenderme y decir que era Rashta la que me había copiado, pero fueron las malas historias las que más me afectaron. Rashta se veía igual, aunque la gente la apoyara, su expresión no era buena.

Aparté mis ojos de ella y me obligué a pensar en otra cosa. Por ejemplo, ¿Quién le dio los detalles de mi atuendo a Rashta? Aunque estaba enojada con ella en ese momento, lo más importante no era ella.

¿Quién fue el que le filtró la información a ella?

Era difícil señalar al culpable, ya que el vestido no se había elegido en un solo día. Había muchas veces, métodos y personas que podrían haber comunicado esa información.

Una vez más, fue Laura quien habló con furia abierta por mí.

—Condesa Eliza, ¿Así se comportan las otras concubinas? ¡Estoy tan enojada!

—Como las concubinas son legales, es difícil tocarlas cuando son favorecidas. Muchas concubinas han hecho cosas peores, Lady Laura.

—¿Cómo podría ser peor?

—Si mira a las anteriores emperatrices.

La Condesa Eliza se detuvo de repente, cubriéndose la boca con su abanico y mirando algo por encima de mi hombro. Giré mi cabeza y vi a Sovieshu entrar en la sala. Había ignorado el código de vestimenta y se había puesto un traje sencillo, mientras Rashta se apresuraba alegremente a su lado.

—¡Su Majestad!

Lo llamó con una voz dulce. Sus ojos estaban rojos mientras se aferraba a Sovieshu y le decía algo, pero no pude escucharlo desde allí. Sin embargo, él echó un vistazo en mi dirección y nuestros ojos se encontraron. Sonreí débilmente y asentí. Rashta también me miró mientras se colgaba del brazo de Sovieshu, y yo le devolví una sonrisa indiferente, luego me giré deliberadamente hacia la Condesa Eliza. Podía escuchar el bullicio de los jóvenes emocionados por ver al Emperador y a Rashta de cerca.

—Su Majestad.

La Condesa Eliza dijo mi nombre con ansiedad. Le di una sonrisa tranquilizadora y tomé mi copa de vino. En cuanto la toqué, inmediatamente me arrepentí, pero ya era demasiado tarde. Levanté la copa y tomé un sorbo. Sin embargo, la Condesa Eliza seguía tratando de decirme algo con la mirada. Miré hacia un lado de nuevo, y vi que Sovieshu se acercaba. Oh... debe estar viniendo aquí para sentarse junto a mí. Rashta seguía aferrada a su brazo.

—Ja ja ja, me sorprendí mucho cuando la Emperatriz y la señorita Rashta entraron con el mismo vestido.

Incluso el gran Duque Liltiang se unió al chisme.

—De hecho, la señorita Rashta lo usó primero y luego apareció la Emperatriz.

—Pero se ve diferente porque cada una tiene una atmósfera distinta.

Sonreí ligeramente y tomé otro sorbo. Los que apoyaban a Rashta decían que yo la había copiado. Las personas que no me agradaban estaban aquí, y mi corazón se apretó aún más. Sin embargo, mi sonrisa se borró del rostro con el siguiente comentario de Sovieshu.

—Sí, es increíble. Le pedí a la Emperatriz que viniera con un vestido rojo.

Traducido por: Valiz

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