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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 64

Rashta miraba la caja de joyas con una expresión apagada. En su momento estuvo llena de joyas del Emperador, pero ahora podía ver el fondo de la caja. Rashta se tapó la cara con las manos y suspiró.

—Todo es culpa del Vizconde Roteschu.

¿Había pasado más de un mes desde que se convirtió en concubina? Todavía quedaban algunos regalos de Sovieshu y nobles extranjeros. Había oído que la familia imperial le pagaba una asignación para mantener su nivel de vida, pero todavía no había recibido nada. Todas sus joyas las había perdido por culpa del Vizconde Roteschu, y no podía pedir más al Emperador. Los esclavos solo podían poseer objetos personales si se los otorgaban sus amos o amantes, pero los nobles que Rashta conocía no les gustaba que se les pidiera regalos abiertamente, sin importar lo ricos que fueran. Mientras usaban su poder para acercarse a Rashta, ella quería mantenerse inmune a sus riquezas. Era una espada de doble filo, y pensaba que el Emperador no sería diferente.

—Si tan solo pudiera averiguar si el bebé que tiene el Vizconde Roteschu no es mío, no tendría que estar arrastrándome de esta manera.

Rashta suspiró y volvió a colocar la tapa en la vieja caja de joyas. Entonces, escuchó el sonido de la puerta del salón abrirse, y rápidamente guardó la caja en el cajón y la cerró. Apenas se enderezó, alguien tocó la puerta de su habitación.

—Sí.

Rashta caminó rápidamente hacia la puerta para abrirla.

—¡Su Majestad!

Era Sovieshu. Rashta saltó hacia él y le frotó la mejilla en saludo. Sin embargo, en lugar de abrazarla como solía hacer, la apartó.

—¿Su Majestad?

Su corazón se hundió al ver la expresión oscura en su rostro. ¿Había dicho algo mal?

—Rashta, necesito preguntarte algo.

—¿Q-qué?

Rashta reprimió su nerviosismo y le sonrió de manera coqueta.

—Es sobre el anillo.

—¿Anillo...?

—El anillo con la joya roja.

—¡Ah!

—¿No dijiste que se lo diste a una sirvienta?

—¿Por qué pregunta de repente...?

—Tengo una pregunta.

El corazón de Rashta latía fuertemente mientras miraba el rostro de Sovieshu. No parecía enojado, pero tampoco sonreía. Si ya pensaba que le había dado el anillo a la sirvienta, ¿Por qué preguntaba ahora? ¿Acaso había descubierto algo? ¿Descubrió que se lo había dado al Vizconde? Tal vez quería pedirle a la sirvienta que le devolviera el anillo. En cualquier caso, todas las opciones eran desastrosas.

Si iba a preguntar, esta era su última oportunidad, su última oportunidad para mentir. Rashta decidió que sería mejor ser algo sincera.

—Bueno... en realidad, no solo le di un anillo a una sirvienta, Su Majestad.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Les diste anillos a varias personas?

—A dos personas. Una era una sirvienta, y... bueno, la otra fue el Vizconde Roteschu.

La frente de Sovieshu se frunció. Al ver su expresión, Rashta supo que había tomado la decisión correcta. No sabía cómo, pero Sovieshu había llegado aquí sabiendo que el Vizconde Roteschu tenía el anillo.

Suspiró profundamente y juntó las manos.

—Todos los anillos me parecían similares... en verdad, no sé si la persona que tomó el anillo de la que habla fue el Vizconde Roteschu o la sirvienta.

—¿Por qué dijiste que solo se lo diste a la sirvienta?

—Yo... creo que se habría molestado si le decía que le di un anillo al Vizconde Roteschu.

—En efecto. No me gusta nada eso.

El rostro de Sovieshu estaba severo, y Rashta rápidamente le agarró el antebrazo y lo abrazó.

—Perdóneme, Su Majestad. Pero realmente quería agradecerle por mentir por mí.

—Él no mintió por ti. Solo asumió la responsabilidad de lo que dijo.

—¿De verdad?

—Sí. No hay necesidad de darle las gracias.

Le lanzó una mirada dudosa.

—No se lo diste solo por gratitud, ¿Verdad? ¿Te amenazaron?

—Oh no. ¿Qué podría amenazar a Rashta?

—...

—Los rumores sobre la esclavitud ya se habían esparcido. No es realmente así, Su Majestad.

Desearía poder decirle que la estaban amenazando, pero la desesperación la obligó a mentir. Si Sovieshu se enteraba de que el Vizconde Roteschu la estaba chantajeando, seguramente castigaría al Vizconde, quien a su vez le contaría al emperador sobre el bebé y arrastraría a Rashta con él.

—Si dices eso, te creo...

Sovieshu bajó la mirada y le puso suavemente la mano en la mejilla.

—Si él te está amenazando, Rashta, no le des nada y avísame. ¿Entiendes?

Rashta asintió rápidamente.

—Lo haré.

Sin embargo, Sovieshu aún se veía preocupado.

—Esa es una orden, Rashta. No, mejor voy a revisarlo todos los días a partir de ahora.

—¿Qué?

—Cuando lleguen los pagos de tu asignación, dejaré que el Narón Lant los administre hasta que seas capaz de hacerlo tú misma.

Rashta palideció. No podía darle dinero o joyas al Vizconde Roteschu si Sovieshu estaba vigilando sus finanzas. Y cuando se trataba de eso...

¡No! ¡Él propagará la historia sobre el bebé!

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Wirwol era conocida como una ciudad mágica, pero a pesar de su prestigio, se encontraba en lo profundo de un valle montañoso. Estaba rodeada por montañas en todos sus lados, y había dos magníficos edificios en las partes este y oeste de la ciudad. La academia mágica del lado oriental era mi parada de hoy. Estaba allí para honrar a la primera estudiante admitida desde el orfanato que patrocinaba.

—Felicidades.

Abrazé a la niña que conocí en la oficina del decano, y la niña, sonrojada, respondió con voz apenas audible.

—Gracias...

Me preocupaba que no pudiera socializar con sus amigos al salir del orfanato, pero me sentía orgullosa de que hubiera llegado tan lejos, y la abracé y le palmeé la espalda. Ella se quedó completamente congelada. Finalmente, la niña hizo una reverencia y se fue, y el decano de la academia soltó una risita.

—Es una buena niña y tiene muchos talentos.

—Sí. Espero mucho de ella.

Después de discutir en más detalle sobre el patrocinio de la niña, el decano me ofreció un recorrido por la escuela. Wirwol estaba cerca de la frontera, pero seguía siendo territorio del gran Imperio del Este, así que me dio consideraciones especiales.

—Me preocupa que el número de magos esté disminuyendo últimamente.

—Recibimos un informe similar. ¿Ya sabe cuál es la causa?

—No. He estado investigando por todos lados, pero la tasa de expresión mágica ha ido bajando.

—Cuantos más magos haya, más se pueden reclutar para nuestra defensa nacional.

Mientras caminábamos por un largo pasillo de piedra, vi una pared independiente que no estaba conectada a las demás. Colgadas en la pared había varios retratos.

—¿Estos son...?

Me acerqué y los miré, y el decano explicó.

—Retratos de los graduados más destacados de la academia.

Ah, sí. El retrato más reciente era el del Duque Kapmen. Al observarlo más de cerca, también había un retrato del actual decano cuando era joven.

Pero había algo extraño.

—¿Por qué está este marco vacío?

Un retrato no tenía imagen. Miré curiosa, y el decano respondió algo agitado.

—Se dejó vacío porque alguien que pasó por el programa de intercambio ocupó el primer puesto por un tiempo. No era un estudiante regular.

—¿No era de la academia, pero estuvo en el primer puesto? Eso es fantástico. ¿Quién fue?

Me sorprendió no haber escuchado sobre este logro. El decano respondió en voz baja.

—El Príncipe Heinley del Reino Occidental.

Traducido por: Valiz

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