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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 62

—¿Qué?

—Creo que debe ser algún tipo de plan. ¿Qué es?

El Príncipe Heinley parecía sorprendido. No respondió, cerró la boca y miró hacia abajo. Cuando vi su rostro tranquilo, recordé mi primera impresión del Príncipe Heinley.

Eso es cierto. Solo sonrió después de que nos viéramos. Antes, pensé que parecía frío.

Aunque probablemente solo estaba pensando, el ambiente se volvió tenso.

—Yo…

No pasó mucho tiempo antes de que el Príncipe Heinley levantara la vista hacia mí y hablara, su expresión suavizada.

—Reina, no quiero mentirle.

Su respuesta tenía muchas implicaciones. Buenas y malas.

—Sí.

Por el lado bueno, estaba demostrando lo seria que era su amistad. No puso excusas cuando la otra opción era más arriesgada.

Por el lado malo… estaba tramando algo, y no podía contármelo. Pensé que podría ser algo personal o contener información confidencial de su país. Pero había una probabilidad de que el plan involucrara al Duque Elgy en el Imperio Oriental…

—No tiene que responder si no puede.

Sonreí y hablé en un tono casual, y el Príncipe Heinley me miró con los ojos nerviosos y suspiró.

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McKenna se apoyó contra la pared del salón mientras esperaba que el Príncipe regresara. Tenía ganas de quejarse con el Príncipe Heinley por llamarlo un pájaro tonto frente a la Emperatriz extranjera. Definitivamente no era un pájaro tonto. Se disgustó aún más al recordar cómo el Príncipe Heinley le había pedido que actuara como un pájaro mascota.

Sin embargo, el estado de ánimo de McKenna cambió cuando el Príncipe entró en la habitación y se desplomó sobre el sofá.

—¿Su Alteza? ¿Está bien?

McKenna no estaba preocupado, no al principio. Sabía lo fuerte que era el Príncipe Heinley, y no era común que tuviera que preocuparse por él. Sin embargo, el Príncipe Heinley inesperadamente alejó su mano.

—¿Su Alteza?

McKenna se inclinó hacia abajo para mirarlo cuidadosamente. McKenna fue el que tuvo que actuar como pájaro mascota frente a la Emperatriz, pero fue el Príncipe Heinley quien tenía una expresión de derrota.

—¿No salió como pensó?

—¿Su Alteza, la Emperatriz dijo algo malo?

McKenna colocó su mano sobre el hombro del Príncipe Heinley, pero el Príncipe se encogió de hombros y apartó la mano. No había ira en su rostro por lo sucedido. McKenna comenzó a preocuparse un poco.

—¿Escuchó algo malo?

—Bueno, McKenna.

—¿?

—Yo…

—Sí, lo escucho. Hable.

—Creo que me gusta más de lo que pensaba.

La respuesta del Príncipe Heinley, sin embargo, fue completamente absurda. McKenna frunció el ceño.

—¿Qué?

El Príncipe Heinley enterró su rostro en sus manos y dio un respiro tembloroso.

—Creo que cometí un desliz.

—¿Un desliz? ¿Frente a la Emperatriz?

—Sí.

McKenna estaba más confundido por su respuesta.

—¿Qué dijo que lo hizo sentir mal?

—¿Y si ahora ella tiene desconfianza de mí?

—¿Desconfianza?

—Me está estudiando con esos ojos afilados… aah.

El Príncipe se levantó del sofá y cayó en su cama con un gemido. Había hablado de manera incoherente a todas las preguntas de McKenna, y el caballero miró al Príncipe Heinley sorprendido.

—¿Descubrió que puede convertirse en un pájaro?

—No eso.

—¿Entonces?

—Algo más.

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Aunque consideraba al Príncipe Heinley una buena persona y un buen amigo, incluso las diferencias podían hacer que las buenas personas se convirtieran en enemigas. Sin embargo, ser enemigo no significaba necesariamente ser una mala persona, solo significaba que se ponían en oposición a mí.

Tan pronto como regresé a mi habitación, convoqué a sir Artina para darle una misión.

—Sir Artina. Hay algo que quiero que investigue. Sea discreto.

—Sí, su Majestad. ¿Qué es?

—Es sobre el Príncipe Heinley y el Duque Elgy.

—¿Qué?

Sir Artina, que sabía que el Príncipe Heinley era el dueño de Queen, me miró sorprendido. Parecía extraño que quisiera investigar a alguien con quien ya estaba enviando cartas.

—El Duque Elgy es comprensible… pero ¿También el Príncipe Heinley?

—Sí. Quiero que se concentre en sus actividades antes de Año Nuevo, antes de que llegaran aquí al Palacio Imperial.

Sir Artina parecía sospechoso, pero era un caballero ejemplar. En lugar de cuestionarme, dio un breve “Sí” y salió de la habitación. Después, me dirigí hacia la ventana y apoyé mi cabeza contra el marco.

El Reino Occidental era el rival más poderoso del Imperio Oriental, pero no estaban ni demasiado distantes ni demasiado cerca. Mientras tanto, ¿Qué podría hacer el Príncipe Heinley al traer al Duque Elgy?

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Permanecí ocupada durante los siguientes cinco días. El baile público se celebraría un mes antes que el año pasado, gracias a una generosa suma pagada por el Gran Duque Lilteang, y los documentos pertinentes fueron aprobados y distribuidos.

También hubo buenas noticias. Por primera vez, un niño de un orfanato patrocinado por el estado consiguió una beca para asistir a la academia de magia. Era imprescindible cultivar el talento mágico. No importaba cuánto se gastara, la magia era un talento invaluable.

Como gesto simbólico, los oficiales recomendaron que alguien de la Familia Imperial entregara la beca, y yo estaba dispuesta a asumir ese papel. No recordaba a todos los niños criados en el orfanato, pero sí conocía a una buena cantidad de ellos, especialmente al niño que fue elegido. Estaba feliz de hacer el honor de felicitarlos. Sin embargo, el viaje tomaría más de un día, por lo que visité la oficina de Sovieshu para consultarlo. Lo encontré sentado en su escritorio, dándole vueltas a un pequeño anillo en sus manos.

—Pensé que lo habías perdido.

El anillo de Llama Roja, que Sovieshu había dicho que se había perdido, estaba justo frente a sus ojos. Lo miré confundida, y él sonrió.

—Sí. Es asombroso.

—¿Lo encontró?

—No diría que lo encontré.

—¿?

Sovieshu dejó el anillo sobre su escritorio.

—Le di este anillo a Rashta, pero ella dijo que se sentía mal por una sirvienta pobre y se lo dio a ella.

—¿El anillo de la Llama Roja?

—Supongo que no sabía sobre el hechizo. Cuando le hablé de ello, se molestó.

La voz de Sovieshu se tornó cariñosa, y continuó.

—Le pedí al Conde Pirnu que buscara un anillo que tuviera una propiedad similar. ¿Recuerda eso de hace unos días, verdad?

—Lo recuerdo.

—Y el Conde Pirnu me lo entregó hoy. Lo compró en una subasta anoche, sin darse cuenta de que ya era mío…

Sonrió débilmente.

—¿No es asombroso?

—Ya veo.

No me impresionó en absoluto, pero aún así me sentí obligada a responder. Sovieshu guardó el anillo en su bolsillo. Pensé que mi respuesta fue demasiado breve, así que hablé más.

—Si la sirvienta era pobre, probablemente necesitaba el dinero y lo vendió.

—Estoy de acuerdo. Pero la información sobre joyas, especialmente sobre objetos mágicos, es difícil de encontrar. La persona promedio no sabría venderlo por su precio completo. Le dije al Conde Pirnu que averiguara cuánto recibió la mujer que vendió el anillo.

Las comisuras de los labios de Sovieshu se levantaron con orgullo.

—Rashta es bondadosa. Quiero asegurarme de que su buena acción se haya hecho correctamente.

Traducido por: Valiz

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