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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 48

¿Tenía preferencia por los extranjeros? ¿De qué demonios estaba hablando?

Le lancé una mirada de reproche. Era difícil entender lo que quería decir. ¿Era por haber hablado con el Gran Duque Kapmen?

—No detendré a la Emperatriz si quiere prestar atención a otros hombres, pero esperaba que no fueran extranjeros.

Tal como sospechaba. Estuve a punto de decir que no podía rechazar al Gran Duque Kapmen, pero cambié mis palabras.

—No es algo de lo que deba preocuparse.

Seguía viéndome envuelta en extraños malentendidos, especialmente con el Príncipe Heinley, pero fue Sovieshu quien trajo una concubina primero. Era poco probable que yo trajera a mi propio amante como represalia, pero en cualquier caso, Sovieshu no debía criticar lo que hacía. Desde mi punto de vista, eso era justo.

Sin embargo, Sovieshu parecía tener otras ideas.

—¿Cómo no voy a preocuparme? ¿No es mi esposa?

—…

Quise responderle,¿Me consultaste antes de traer a la señorita Rashta?, pero sabía que diría que mencionaba el tema nuevamente porque estaba celosa.

Sovieshu exhaló con dignidad.

—¿Le gusta el Lord Kapmen? ¿Tanto como para suspirar por él?

—No malinterprete. Solo hablamos de un asunto.

—Bien, me alegra escuchar eso… pero me gustaría que fuera más consciente.

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Después tuve otra reunión con el ministro de finanzas y los funcionarios del tesoro sobre el presupuesto estatal anual, que incluía los salarios de los funcionarios de la corte, la guardia real, así como el presupuesto para diversos eventos.

—Los ingresos fiscales son aproximadamente los mismos que el año pasado.

—Aunque se espera que el sistema permanezca sin cambios, no conocemos los costos.

—Podemos usar el plan presupuestario del año pasado.

—De acuerdo. En general, no se espera ningún conflicto nacional, así que podemos establecerlo de manera similar al año pasado.

Hasta ese momento, todo iba bien. Sin embargo, las complicaciones surgieron cuando se trató de Rashta. El Emperador solía dar a sus concubinas una cantidad considerable, aunque no fija, de dinero cada año. Como no había un estándar y cada Emperador otorgaba montos diferentes, era difícil basarse en casos anteriores.

—¿Tienen un libro de cuentas separado para la señorita Rashta? Debería ser fácil de calcular.

—Los libros no llegaron al tesoro. Como aún no hay dinero asignado, debería estar listado bajo su cuenta. El Emperador la mantiene por ahora.

—Ya veo.

No creía que Sovieshu fuera a darme los libros de cuentas de alguna manera.

—¿Y si usamos a la Condesa Malti como ejemplo, Su Majestad? Antes de convertirse en concubina al inicio del reinado del emperador, era una plebeya.

—Los precios han subido desde entonces, así que no creo que sean comparables.

—Aun así, debemos usar algún precedente. Una vez que se establezca la cantidad, será difícil reducirla, pero si hubiera una nueva concubina, ah, lo siento.

—Está bien. Tiene razón, debemos estar seguros.

La reunión duró más de lo que esperaba, y cuando salí de la sala con el ministro de finanzas, el aire ya era frío. El sol aún brillaba, pero el cielo no estaba tan claro.

Me perdí el almuerzo.

Mi reunión con el Gran Duque Kapmen había durado desde la mañana hasta la tarde, y después me salté la comida por la reunión con el ministro de finanzas. Cuando me di cuenta de que no había comido, de repente sentí hambre y apresuré el paso. También me pregunté si Queen habría venido a visitarme.

Caminé con prisa, y en la bifurcación que llevaba a los palacios oriental y occidental, vi el borde de una falda azul asomándose entre los arbustos. Sir Artina, que me seguía, frunció el ceño.

—¿Quién es?

—No lo sé.

Respondí con un leve movimiento de cabeza. Como si me hubiera escuchado, la dueña de la falda salió de entre los arbustos. Era la Vizcondesa Verdi.

—Su Majestad.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, se separó del arbusto y miró nerviosa a su alrededor. Tras asegurarse de que no había nadie más, me hizo señas con urgencia. Sin embargo, no me acerqué, y Sir Artina la reprendió.

—Qué falta de respeto.

La Vizcondesa Verdi sacudió la cabeza con fuerza. La desesperación brilló en su rostro, luego volvió a mirar alrededor y se acercó a mí.

—Tengo algo urgente que decirle. Ya no soy su dama de compañía, pero no puedo estar tranquila sin decirle esto.

Sus labios temblaban. Evité que Sir Artina la reprendiera de nuevo y le hice una señal para que continuara. La Vizcondesa juntó las manos.

—Creo que el Vizconde Roteschu sabe algo sobre la señorita Rashta. Algo que la pone en desventaja.

—¿Desventaja?

—No pude escuchar los detalles, pero creo que ella…

El sonido de algo quebrándose interrumpió sus palabras. Me giré hacia la dirección del ruido, pero la Vizcondesa Verdi había desaparecido entre los arbustos otra vez.

¿Qué fue eso de repente?

Miré el lugar donde había estado, pero alguien más se acercaba a mí.

Era Rashta.

—Su Majestad.

Se veía más delgada que antes y tenía ojeras oscuras bajo los ojos. Me saludó con una leve reverencia y habló con voz apagada.

—¿Quién estaba aquí hace un momento?

Negué con la cabeza, y ella miró fijamente los arbustos por donde la Vizcondesa Verdi había desaparecido. No sabía si la había visto o no, pero era evidente que sospechaba que alguien había estado allí.

Rashta suspiró. En lugar de seguir preguntando por la persona que se había ido, me miró con melancolía.

—Bueno… Su Majestad. ¿Está bien si Rashta le pregunta algo?

—Adelante.

—Es sobre la Duquesa Tuania.

Traducido por: Valiz

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