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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 39

Roteschu movía nerviosamente las manos. Era el señor de una pequeña finca, aunque eso no significaba necesariamente que fuera una persona sin importancia. Muchos héroes, oficiales militares y nobles de alto rango elegían vivir vidas pacíficas en una finca pequeña, dejando la capital lo más lejos posible. En algunos casos, no era el tamaño o las características geográficas del terreno lo importante, sino su ubicación. Por ejemplo, la región de Wirwol estaba situada en un profundo valle montañoso, lejos de la capital, pero su valor no podía ser ignorado ya que albergaba la sede de los magos y la academia mágica.

Pero eso no aplicaba para Roteschu. Su finca en Rimwell no estaba abierta al desarrollo, ya que era el lugar de los bosques y terrenos de caza del Emperador. Naturalmente, nunca había visto al Emperador a lo lejos, mucho menos en una reunión privada.

—…

Bajo la mirada fulminante del Emperador, el Vizconde Roteschu bajó los ojos. Era una experiencia muy incómoda.

Aunque los amigos de Roteschu a veces se burlaban de él por la modestia de su finca, no odiaba su posición. Las fincas más grandes estaban bajo la influencia del Emperador, mientras que Roteschu podía reinar respetablemente como un rey sobre la suya, más pequeña. Nunca se había postrado ante nadie, hasta ahora. Estaba intimidado por el Emperador, un hombre tan joven como su hijo, y su orgullo se había visto herido por ello.

—Vizconde Roteschu. Explique lo sucedido hoy.

Finalmente, el Emperador habló. Por un momento, el Vizconde Roteschu no entendió lo que quería decir. Más temprano, el secretario del Emperador había llevado a Rashta a la habitación, mientras que el Vizconde Roteschu había sido arrestado por el capitán de la guardia y arrastrado a esa habitación vacía en el palacio oriental. La razón por la que estaba allí era conocida por todos, ¿Para qué explicarlo nuevamente?

Pero al final entendió. Era una orden del Emperador para que todo volviera a la normalidad.

—Le pido perdón, Majestad. Suelo confundir los rostros de las personas. La esclava que huyó de mi finca también era hermosa, como la señorita Rashta, y tenía el cabello plateado y los ojos oscuros, y confundí a la señorita Rashta con ella.

El Vizconde Roteschu volvió a hacer una reverencia y siguió buscando la manera de zafarse de la situación.

—He empañado la reputación de la concubina del Emperador, la señorita Rashta. Por favor, perdóneme por mi error.

Tenía la cabeza agachada, pero sus ojos brillaban con interés. El joven Emperador seguía protegiendo a Rashta a pesar de saber que era una esclava fugitiva. Roteschu estaba verdaderamente impresionado por la joven. Ella pensaba que podía borrar su identidad y posicionarse como una concubina imperial. ¿Realmente el Emperador la favorecía tanto? Roteschu sabía en la finca que ella podía mantener a los hombres bajo su control, pero su talento era mayor de lo que esperaba.

—Sí. Y debería recordar vigilar su lengua, Vizconde Roteschu.

—Por supuesto, Majestad.

Los labios de Roteschu se curvaron en una ligera sonrisa. Tal vez podría escapar de ser solo un pequeño señor de campo y obtener una posición más privilegiada.

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Seguí el largo pasillo con mis guardias detrás de mí. Tanto mi mente como mi corazón estaban pesados, al igual que mis pasos. Incluso mi vestido parecía pesarme. Con cada paso que daba, sentía una punzada en mis costillas.

Cuando llegué al palacio occidental, apoyé mi cabeza contra un pilar para sostenerme contra el malestar que sentía en mi interior. Mi orgullo estaba herido. ¿Por qué Sovieshu era tan terco cuando se trataba de Rashta? ¿Dónde estaba el Sovieshu que conocía, cuyos ojos brillaban cuando leía un libro sobre el reinado de los emperadores anteriores?

—Reina.

Hubo un ruido y una voz al final del pasillo. Solo había una persona que me llamaba Reina. Me enderecé rápidamente y me giré, y encontré al Príncipe Heinley a una cierta distancia, frunciendo el ceño al verme.

—Lo siento. No estoy presentable.

Tuve suerte de no haber derramado lágrimas y puse una sonrisa en mi rostro.

—¿Está dando un paseo?

Pero el Príncipe no reaccionó. Siguió mirando mi rostro. ¿Estaban mis ojos rojos? Me di la vuelta por un momento mientras se acercaba, y cuando me volví, estaba más cerca. El Príncipe Heinley levantó la mano, luego se detuvo, dejándola suspendida cerca de mi rostro. Su mano temblaba.

—Normalmente, limpio las lágrimas de mis amigos y los abrazo cuando están desconsolados.

—…

—Como la Reina es mi amiga, ¿Puedo hacer eso?

Negué con la cabeza, y el Príncipe retrocedió, pero aún parecía apenado y sus orejas estaban rojas.

—¿Su marido la insultó de nuevo?

¿De nuevo?

—¿Por qué piensa eso?

—Solo. Lo pienso.

—No puedo decirlo realmente. Es algo personal.

—Debería haber conocido a la Reina primero.

—¿?

—Si hubiera nacido cinco años antes… maldición.

Los labios del Príncipe Heinley temblaban. Me sorprendió verlo tan lastimado cuando ni siquiera le había explicado lo que había sucedido. ¿De qué estaba hablando?

Vaciló un momento antes de hablar de nuevo.

—Si no puedo ofrecerle consuelo, ¿Quiere que le mande a Queen?

No podía abrazar al Príncipe Heinley para tranquilizarme, pero la presencia del pájaro sería un calor bienvenido.

—Sí. ¿Dónde está ahora Queen?

—Lo enviaré a su habitación.

—Está bien si lo vemos juntos. Tengo muchas preguntas sobre Queen…

—¡!

Traducido por: Valiz

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