La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 30

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¿El Emperador del Este pelearía un duelo a muerte con el Príncipe del Oeste? ¿Este último, quien había sido invitado como huésped, con la concubina del primero dividiendo a los dos?

Sería todo un espectáculo. Si eso se hiciera público, las ya muy criticadas vidas de los nobles y las familias reales serían objeto de aún más burlas y chismes.

Por supuesto, con o sin rumores, la pelea debía detenerse.

—Cálmese, Su Majestad. Príncipe Heinley, usted es nuestro huésped.

Levanté la voz, y para mi fortuna, no eran unos necios.

—Por favor, tomen asiento.

Ambos se sentaron, y la comida continuó en silencio. Nunca había tenido una cena tan difícil la víspera antes del banquete especial.

Mi estómago se revolvía. ¿Qué estaba pasando? ¿Era por Rashta o por Sovieshu? ¿O quizás por ambos?

Nadie estaba de humor para seguir comiendo, así que finalmente dejé el tenedor y me limpié la boca con una servilleta. Después de apenas haber comido la mitad del plato, me levanté para despedir a los invitados en lugar de ofrecerles postre. Sería grosero mantenerlos en un ambiente tan incómodo, y de todas formas nos veríamos de nuevo mañana por la noche.

Me dirigí al vestíbulo, y los invitados me siguieron rápidamente, dejando atrás a Sovieshu y a Heinley en el comedor. Tan pronto como la puerta se cerró, la Princesa Soju se acercó y habló con el ceño fruncido.

—Espero que podamos hablar más mañana, Su Majestad. Esta noche no es un buen momento para conversar.

—Por supuesto. Yo también lo espero.

Ver a la Princesa Soju podría haber sido lo mejor que me pasó en esta celebración de Año Nuevo. Su personalidad fuerte, divertida y amigable era un placer. La abracé y le susurré una cariñosa despedida.

—Por favor, ven mañana.

La Princesa Soju sonrió y asintió antes de marcharse con sus caballeros por el pasillo. Me despedí de los demás nobles con más formalidad.

Cuando quedaban apenas un puñado de nobles, vi que Rashta se acercaba a mí. Pensé que tenía algo que decir, pero en lugar de hablar, se quedó a mi lado. ¿Por qué estaba aquí? Quise preguntarle, pero entonces el Emperador Sirim de Blue Bohean se aproximó.

—Por favor, venga a ver a Rashta mañana. Gracias por venir esta noche, Su Alteza.

Tan pronto como hice una reverencia, Rashta me imitó, como si estuviéramos despidiéndolo juntas.

—Uh… sí.

El Emperador Sirim respondió con un tono titubeante. Miró entre Rashta y yo, luego se dio la vuelta. Parecía pensar que me estaba inclinando junto con Rashta.

Rashta me miró y preguntó con voz amable.

—¿Está bien, hermana?

Esa situación era absurda, pero no había ninguna convención o precedente que pudiera usar para detenerla.

Deliberadamente me aparté de Rashta y me acerqué al Marqués Samonew, uno de nuestros aliados. Sin embargo, Rashta volvió a seguirme y le sonrió de manera coqueta, haciendo que el Marqués se riera. Continuó así hasta que solo quedó el Gran Duque Kapmen.

¿Tendría el valor de acercarse a él? Se acercó y le habló con una voz suave.

—Mi Lord.

En ese momento, sentí que la piel se me erizaba. Su voz había cambiado repentinamente. Antes era brillante y juguetona, pero ahora tenía un tono más profundo. Estaba imitando mi voz. No era una recreación perfecta, pero se acercaba bastante.

—¿Asistirá al banquete especial mañana?

Sus palabras se evaporaron en el aire cuando el Gran Duque pasó en silencio. Más que su indiferencia, lo que más me avergonzaba era el intento de Rashta de imitarme.

—Señorita Rashta.

Ella sonrió y respondió con su dulce voz habitual.

—Sí, Su Majestad.

No era la misma persona que me había mirado con traición en el comedor. Contuve mis emociones y hablé con la mayor calma posible.

—Pensaba preguntarle esto después de las celebraciones de Año Nuevo, pero ahora tengo que saberlo.

—¿Qué es?

—¿Por qué mintió a todos diciendo que le envié regalos?

Las cejas de Rashta se alzaron con confusión.

—¿Mentí?

Esperó a que continuara. Su conciencia la estaba picando, sin duda.

—Rashta no mintió, Su Majestad. Es cierto que la Emperatriz envió muchos regalos a Rashta…

—No sé de dónde viene este malentendido, pero no hice tal cosa.

—¿Qué? ¿Está enojada porque Rashta dijo que escribió las cartas…?

La miré en silencio, y Rashta juntó las manos mientras las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos.

—Pero la Vizcondesa Verdi dijo que la Emperatriz nunca lo admitiría. De hecho, dijo que la Emperatriz estaría avergonzada por esto. Así que no significaba nada malo. Solo estaba jugando.

—¿Jugando?

—Y también la ayudé, Su Majestad.

—¿Me ayudaste?

Rashta parecía a punto de llorar otra vez.

—No quería que nadie más supiera que usted era la amiga por correspondencia. ¿Por qué siempre es tan aterradora con Rashta?

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió, y tanto Sovieshu como el Príncipe Heinley aparecieron con los rostros tensos. Parecían haber estado discutiendo.

—…heueu.

Las lágrimas de Rashta finalmente se derramaron. Sovieshu la miró sorprendido, luego se acercó y le secó las mejillas húmedas con la manga.

—¿Rashta? ¿Por qué lloras?

Sovieshu me lanzó una mirada de reproche mientras ella sollozaba con más fuerza.

—¿Qué pasó, Emperatriz? ¿Qué le hizo a Rashta?

—Le hice una pregunta.

—¿Qué le preguntó?

—Le pregunté por qué mintió cuando nunca le envié regalos.

El rostro de Sovieshu se tensó.

—¿Le preguntaste eso?

—Ella ha estado diciéndolo, así que por supuesto que lo hice.

¿A quién más debería haber preguntado? Lo miré con incredulidad. Sus labios estaban fuertemente apretados, y miró alternativamente entre Rashta y yo antes de suspirar.

—Si Rashta está equivocada, ¿No deberíamos simplemente dejarlo pasar?

—No puedo permitir que se use mi nombre de esa manera.

—No tenías que confrontar a Rashta. Es mi culpa. Le envié regalos en tu nombre.

Mi cabeza dio vueltas. ¿Sovieshu le había dado regalos en mi nombre? Rashta abrió los ojos de par en par y miró a Sovieshu con lágrimas brillando en sus pestañas.

—¿Es cierto, Su Majestad?

—Hubo un malentendido por mi culpa.

Sovieshu asintió y murmuró una disculpa, pero Rashta negó con la cabeza.

—No, Rashta está muy feliz. Lo hizo por Rashta.

Apreté los puños. Yo era quien había sido objeto de chismes por culpa de la confusión de Sovieshu y Rashta. Y era a Rashta a quien Sovieshu le pedía disculpas, mientras ella lo encontraba conmovedor.

Antes, me había distanciado de Rashta. Me decía que debía ignorarla, mirar hacia otro lado y que no me importaba. Pero ahora… claramente la odiaba.

Y más que eso, odiaba a Sovieshu.

Hablé impacientemente.

—Si esto es su culpa.

Sovieshu, que había estado inmerso en el ambiente romántico entre los dos, giró la cabeza. Parecía sorprendido de verme, como si creyera que el asunto estaba resuelto.

Lo miré fríamente a los ojos.

—Tiene que asumir la culpa, Su Majestad. Admitir su responsabilidad.

—¡!

—No importa las circunstancias, no debería asumir el nombre de otra persona. ¿No es así, Su Majestad?

Sovieshu me miró desconcertado.

—¿Realmente tenemos que tratar esto aquí?

—Sí. Ahora que ha admitido su culpa, ¿No deberías hacerse responsable?

—...

El rostro de Sovieshu palideció. Noté que lanzaba miradas discretas entre Rashta y el príncipe Heinley. Su orgullo había sido herido frente a un hombre distinguido y la mujer que amaba, pero el orgullo que quería preservar no era el de un emperador, sino el de un hombre. ¿Debería ayudarlo a protegerlo?

No.

—¿Qué quieres? ¿Quieres que llore como Rashta?

—Quiero que se disculpe.

—¿Disculparme?

—Por favor, discúlpese por usar mi nombre.

—Lo siento, ¿De acuerdo?

—Y ya que la señorita Rashta ha estado difundiendo información falsa, espero que se haga responsable y la corrija.

Sovieshu exhaló.

—¿Es realmente necesario?

—¿Tiene miedo de perder prestigio, Su Majestad? Porque mi prestigio ya ha sido aplastado.

—Si su prestigio se aplastó simplemente por enviar regalos a Rashta, entonces era pobre y superficial desde el principio.

—También es pobre y superficial no corregirlo. Por favor, encarguese de ello lo antes posible.

—La Emperatriz debería hacerlo por sí misma. ¿No le molesta que otras personas hablen en su nombre?

—Por supuesto.

—¿Por qué eres tan cerrada de mente? Nunca fuiste así antes, ¿O sí?

—Eso debería decirte yo a ti. Y no me hables con falta de respeto, Sovieshu.

Traducido por: Valiz

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