La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 10

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Capítulo 10 - No puedo creer que me esté haciendo esto, parte uno

—¡Tonterías! ¿Por qué debería la Emperatriz proporcionar una dama de compañía para la concubina?

Gritaron furiosas las damas de compañía que escucharon mi historia. La condesa Eliza, que sufría de hipertensión, se encontraba sentada  mientras la vizcondesa Verdi la abanicaba y hablaba con voz tranquilizadora.

—Menos mal que Laura no está aquí. Es una joven fogosa y actuaría de forma impropia.

Me quedé inmóvil sin decir palabra y las damas me miraron nerviosas.

—¿Qué va a hacer, Majestad?

—¿De verdad va a buscarle una dama de compañía?

—Nadie dio un paso al frente cuando los secretarios del Emperador buscaron una.

Suspiré.

—Me gustaría poder decir que no... pero él mismo me dio una orden directa

A todas las damas se les saltaron las lágrimas de indignación, pero no había otra forma adecuada. Volví a suspirar.

Una dama de compañía solía tener un rango similar o inferior al de la noble a la que servía, pero Rashta no era noble en absoluto. En este caso, lo apropiado sería buscar a uno de los caídos o de los nobles inferiores... pero eso planteaba un problema, ya que muchos de ellos no podían llegar a palacio. Lo consideré durante otro momento antes de volverme hacia la condesa Eliza.

—Deberíamos empezar a buscar cerca, así que, por favor, envía una invitación a las jóvenes y señoritas de la capital.

—Sí, Majestad.

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—¿Una fiesta de té con todas las mujeres de la nobleza?

Los ojos de Rashta se redondearon.

—¿Estás segura?

Cherily, la doncella que le había dado la noticia, respondió con un: —¡Ya te lo he dicho!

—La anfitriona es la emperatriz. No te puedes ni imaginar lo grandioso que es. Todas las damas de la capital llevan horas reunidas en palacio. Las invitaciones se enviaron ayer.

—...¿Y Rashta?

—¡Ah! Aunque no seas noble, señorita Rashta, sigues siendo una persona de Su Majestad el Emperador... esto sí que es una vergüenza.

La boca de Rashta se volvió hacia abajo y sus hombros se hundieron.

—Ya me lo imaginaba. El palacio parecía estar ruidoso todo el día...—

—La Emperatriz está siendo injusta. Se saltó el banquete por Año Nuevo, pero ahora da una fiesta que excluye a la señorita Rashta.

Las fiestas de té y los banquetes diferían en tamaño y expectativas de invitados, pero para Cherily y Rashta, que no sabían nada de esto, una fiesta era una fiesta, y para ellas era injusto que Rashta no estuviera invitada.

Rashta hizo un odioso puchero y se dejó caer sobre la cama.

—Rashta debe ser odiada...

—La emperatriz sólo está celosa porque el emperador te quiere.

—¿Por qué no te vistes tú también y vas a palacio?

—¿Pero Rashta no fue invitada...?

—¿Es la Emperatriz la única que vive aquí? Esta también es la casa de Rashta

Las dos criadas se turnaron para idear un plan, pero Rashta negó con la cabeza y se tapó con las mantas.

—No. No me quieren.

A las criadas se les aguaron los ojos de compasión.

—Pobre señorita Rashta...

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Aunque sólo se invitó a mujeres de la nobleza, el número de invitados superó mis expectativas, ya que asistieron mujeres de alto o bajo rango. Ni siquiera conocía los nombres o las caras de algunas de ellas, ya que rara vez hacían apariciones en sociedad.

En el jardín había un despliegue de pudines, gelatinas y chocolates para que todos pudieran pasear y comer. Al principio, todos parecían un poco sorprendidos de ver una disposición de bufé en una fiesta del té, pero pronto se rieron y hablaron entre ellos divertidos. Llegado el momento, llamé su atención.

—Su Majestad el Emperador me ha pedido que proporcione una dama de compañía para su concubina, la señorita Rashta. Como tiene que ser antes de Año Nuevo, no puedo buscarla muy lejos. ¿Hay alguien que conozcan que quiera ser dama de compañía de la señorita Rashta?

No dije directamente:”¿Quién de ustedes quiere ser la dama de compañía de la señorita Rashta?”. Aunque el nivel era más bajo de lo habitual, quienes vivían en la capital seguían sintiendo cierto orgullo por su posición. Los nobles de la capital tampoco estaban por encima de los nobles de las provincias, y no habría nadie que quisiera ocupar el puesto por debajo de una concubina plebeya. Así que elegí mis palabras con cuidado.

Terminé y esperé a que alguien se acercara. Las mujeres y las jóvenes intercambiaron miradas, negando con la cabeza o encogiéndose de hombros. El silencio se apoderó del ambiente. Tras una incómoda pausa, Lady Alischute, la mejor amiga de Laura, tomó la palabra con cautela.

—Majestad. Hace días que se habla de esto, pero... por favor, no le diga al Emperador lo que voy a decirle. No debe.

—Puede hablar, Lady Alischute.

—¿No se rumorea que es una esclava fugitiva? Alguien puede querer servirla aunque sea una plebeya, excepto si los rumores son ciertos en cambio... todo el mundo es reacio.

Las otras damas asintieron, poniendo su propia palabra o dos.

—Una no podrá alzar el rostro con confianza si se convierte en la dama de compañía de una esclava fugitiva, Majestad.

—Aunque hubiera alguien adecuado para el puesto, acabará recibiendo una bofetada después de ese rumor.

El rumor parecía haberse extendido ampliamente en la sociedad. Las mujeres nobles dudaron antes de preguntarme: —¿Es cierto el rumor, Su Majestad?

Les dije la respuesta de Sovieshu. Ella era una plebeya que él había herido accidentalmente.

Por la noche, todas las damas regresaron a sus casas y yo volví al palacio. Esta noche cenaría con Sovieshu y sería mejor que le informara que no pude encontrar una dama de compañía para Rashta.

Para mi sorpresa, no había comida en la mesa del comedor. Sovieshu ya estaba sentado. Miré la mesa vacía, desconcertado, y Sovieshu me habló con voz tranquila.

—Escuché que la Emperatriz convocó a todas las damas y comió bocadillos durante horas. Me preocupaba que estuvieras llena, así que no puse la mesa esta noche.

—…Eso es verdad.

—Puedo comer con Rashta, así que no te preocupes.

Me limité a escuchar, sin darle respuesta alguna o incluso gesticular.

—¿Qué pasa con la dama de compañía de Rashta? ¿Has encontrado una?

—Llamé a todas las mujeres y señoritas, pero ninguna se ofreció a servir, Su Majestad.

Sovieshu frunció el ceño.

—¿Eso es todo?—

—Sí.

—Entonces debe haber una razón.

—El problema no es el dinero.

—¿Qué significa eso?

Si hablara sobre el rumor de que Rashta era una esclava fugitiva, estaría traicionando la confianza de las otras mujeres nobles. Lady Alischute me había pedido que lo mantuviera en secreto, así que no dije ni una sola palabra al respecto.

—Es solo una suposición mía, pero con los preparativos de Año Nuevo en curso, no creo que nadie quiera cuidar de nadie más por ahora. Estarían el doble de ocupados.

Sovieshu reflexionó un momento y luego habló con una voz medio juguetona.

—¿Dijo algo extraño la Emperatriz cuando llamó a las mujeres nobles?

Aunque fingía estar divertido, había un tono mordaz en su tono.

—Por supuesto que no. No sé nada sobre tu concubina, pero no diría nada extraño.

—La gente dice cosas a pesar de no saber nada.

—Eso es cierto. Pero hay algunas personas que dudan de su pareja sin escuchar o ver nada por sí mismas…

Un destello de culpa cruzó el rostro de Sovieshu ante el significado implícito de mis palabras. Nos miramos en silencio.

—Si eso es lo que dices, entonces no dudaré de ti.

Fue Sovieshu el primero en dar marcha atrás.

—Yo tampoco dudo de ti.

Yo también di un paso atrás, y Sovieshu sonrió y me miró de manera tranquilizadora.

—Solo estaba preguntando, así que no te ofendas.

Ya estaba ofendida, pero si luchaba abiertamente con el Emperador perdería. Oculté mi orgullo derrumbado, pero las náuseas recorrieron mi cuerpo.

Le di una sonrisa mecánica y me levanté de mi asiento.

[Traducido por: Yves  ૮ ˙Ⱉ˙ ა ]

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