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Después De Mi Muerte Mi Marido Enloqueció Novela capítulo 48

[Traductor: Pryse]

“Diálogos”

‘Pensamientos’

*Sonidos*

T/N: (nota de traductor)

Después de mi muerte, mi marido enloqueció

Capítulo 48

"Mierda…".

Dehart quedó devastado cuando se enteró de que Denisa ya había regresado a la capital.

"Nadie sabía que se había ido. Increíble". Un suspiro escapó a través de sus labios agrietados.

Ryan, clasificando documentos cerca, miró hacia arriba. "No hay necesidad de se que culpe a sí mismo".

Parecía sereno en comparación con su jefe, cuyo estado emocional era inestable. Para ser honesto, Ryan había renunciado a tratar de calmarlo.

"Nadie pensó en ella hasta que se llegó a este punto en primer lugar, así que no es el único que se olvidó de ella".

Esa mujer, Denisa, solía ser discreta. Incluso Ryan, que sirvió a Dehart, solo la había visto ocasionalmente con Sebelia. Dejó una impresión débil y olvidable en la gente. Una cara poco notable y común que no se quedó en los recuerdos de la gente, una simple niñera de un entorno común.

"La mayoría de los sirvientes ni siquiera sabían el nombre de la criada", dijo Ryan. "Por supuesto...Soy como ellos".

Ryan frunció el ceño, chasqueando la lengua. Era difícil recordar a alguien cuyo nombre ni siquiera sabía. Ella había quedado enterrada en su memoria, sin tener ni idea de cómo era.

"Sí. Esos inútiles ni siquiera sabían a quién servía, maldita sea, ¡ninguno de los innumerables sirvientes de esta mansión maldita sabe algo!"

Hillend Hall abarcaba una vasta finca, que incluía dos espacios de caza, colinas, un parque con un lago y prados. Por lo tanto, los que trabajan allí rara vez se molestan entre sí a menos que estuvieran directamente involucrados. Así que mientras Dehart estaba en un alboroto, cuestionando la muerte de Sebelia, nadie pensó en Denisa.

‘La saqué de la finca’.

Denisa vivía fuera de Hillend Hall, solo venía a trabajar y se encerraba en la habitación de Sebelia. Por supuesto, nadie se acordó de ella.

"Pase lo que pase, ella era la única criada de la duquesa de Hillend Hall. ¿No es absurdo que ni una sola alma la recuerde?"

Dehart se desplomó en su asiento, furioso. "Todos fueron tan arrogantes, la trataron como si no fuera nada..."

Sin embargo, incluso cuando expresó esto, era muy consciente de que esas mismas palabras podrían haberse aplicado muy bien a sí mismo. Se sentía aun más tonto e insignificante.

"He enviado un mensaje a los caballeros de la Capital, y como precaución, he hecho arreglos con caballeros extras, así que no se preocupe demasiado".

Ryan colocó documentos bien organizados en su escritorio, hablando con calma. "Aunque no puedo decir con certeza si esta criada es alguien que puede resolver las sospechas del duque".

Dehart miró a Ryan, aparentemente incómodo con sus palabras indiferentes. Sin embargo, Ryan no se inmutó, su expresión no cambió. A diferencia de su jefe, cuya sospecha y desconfianza hacia los demás habían llegado a un punto álgido y que ahora creía que la muerte de su esposa fue un asesinato, Ryan todavía conservaba cierta apariencia de razón.

"Una vez que llegue su criada, no la intimides. Podría ser mejor hacer que se sienta cómoda".

"¿Está sugiriendo que nos senetemos con ella para platicar y tomar un té?"

Para esa criada, Dehart debe parecer el peor sinvergüenza que existe.

"Sería un alivio si no me maldice en el momento en que me mira". Dehart se burló antes de levantarse abruptamente de su asiento, aparentemente incapaz de quedarse quieto por más tiempo. "No, esto no funcionará. Esperar a que llegue desde el norte llevará demasiado tiempo. Tengo que ir yo mismo".

"Mi Señor".

"Te confío mis asuntos del ducado. Deberías ser capaz de retener a esos viejos hasta que yo regrese".

Al emitir órdenes rápidas, Dehart salió rápidamente del estudio, sin dejar tiempo para que Ryan lo detuviera.

"Ah". Ryan suspiró profundamente, encontrándose con la mirada del pájaro con ojos esmeralda que habían sido traídos del puerto, con sus plumas doradas brillando. "Al menos pareces más cuerdo todos aquí".

Al ver al pájaro, que no había cantado una melodía desde que llegó al norte, Ryan se tragó otro suspiro.

* * *

No mucho después de recibir una carta de Sebelia, Denisa se aseguró de que estaba siendo seguida. Todo comenzó el día que fue a la oficina de correos, llevando una carta para enviar a Sebelia.

‘Alguien en mi sueño me gritaba que tenía que correr’.

Denisa sintió una sensación espeluznante cuando salió de su casa el otro día, atribuyéndola a un sueño que había tenido. Luego, cuando se dio la vuelta a la carretera principal, sucedió. Atrapó la mirada de un extraño reflejada en un escaparate.

‘Me están mirando’.

Ella había pensado que podría suceder, pero el ahora saberlo la llenó de temor.

Sin embargo, Denisa disfrazó su malestar y ofreció una sonrisa amistosa a la persona cuyos ojos se habían reunido con los suyos. Fue como saludar a alguien cuya mirada casualmente te topaste mientras caminabas por la calle.

En respuesta, la cara del extraño se endureció torpemente. Denisa no lo perdió. Poco después, el extraño se dio la vuelta y desapareció en otro callejón.

Fue solo entonces cuando Denisa se alejó rápidamente de la ventana de cristal y se apresuró a salir del lugar.

"Dios mío".

Denisa se aferró a su corazón acelerado, casi colapsando donde estaba cuando sus ojos se enfrentaron.

‘...Esperemos a ir a la oficina de correos por ahora’.

Si alguien realmente la estaba siguiendo, entonces era probable que su verdadero objetivo fuera Sebelia. Con un sudor frío, Denisa se volteó para volver al camino al que originalmente se dirigía.

‘¿Saben dónde vivo?’

La repentina situación la hizo entrar en pánico. ¿Ir a casa es lo correcto? Pero si no se va a casa, podrían darse cuenta de que sabe que la están siguiendo.

‘¿Cuánto dinero tengo conmigo? ¿Tengo suficiente dinero para llegar a donde está ella?’

Denisa podía sentir que le daba vueltas la cabeza.

‘No, lo primero es lo primero, envía la carta. De esa manera, la señora puede ir a su tratamiento y…’

Incluso mientras trataba por la fuerza de unir sus pensamientos, Denisa se sintió perdida. Su pecho se apretó y no tenía ni idea de qué hacer. Deseaba que alguien pudiera darle respuestas.

En ese momento, alguien le agarró el hombro.

"Si no puedes oírme... ¡ugh!"

Denisa balanceó el paraguas que sostenía contrá la persona desconocida. Ella pensó que era quien la había estado siguiendo.

"Agh..."

"¡Aléjate…! ¡oh! ¡Dios mío!"

Pero el hombre que se tambaleó, claramente con dolor por ser golpeado con el paraguas, era alguien que Denisa jamás podría haber imaginado.

"¿Duque?"

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