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Después De Mi Muerte Mi Marido Enloqueció Novela capítulo 37

[Traductor: Pryse]

“Diálogos”

‘Pensamientos’

*Sonidos*

T/N: (nota de traductor)

Después de mi muerte, mi marido enloqueció

Capítulo 37

Y el resultado fue precisamente esto.

"P-Por favor... suélteme..."

Dehart levantó a Roman por el cuello, con los pies del médico agitando en el aire.

"No te entiendo. No, no es eso. No hay razón para que te entienda".

La vista de Dehart hablándose a sí mismo mientras lo miraba con sus ojos dorados parpadeantes fue aterradora.

‘¡Se ha vuelto loco por la maldición...!’

Roman deseaba haberse ido en el momento en que escuchó las palabras del mayordomo. Pero ya era demasiado tarde.

Dehart susurró al oído de Roman: "Mi esposa incluso fue insultada hasta en su último momento. Por culpa de esa maldición, la llevaron a la casa de huéspedes donde murió sola...abandonada por todos ustedes..."

En ese momento, Roman se dio cuenta de la gravedad de la situación y deseaba haber actuado con prontitud al escuchar las palabras del mayordomo. Pero para entonces, ya era demasiado tarde.

Su voz frenéticamente baja y ronca pasó por sus oídos como un río.

“Por el amor de Dios... ¡recobre la consciencia!"

"No, Roman, eso no es lo que se supone que debes decir".

Arrojando a Roman al suelo, Dehart se quitó un mechón de pelo de la cara y se rió burlonamente.

"Deberías disculparte con ella, ponerte de rodillas, inclinar la cabeza..."

"¿Quiere que me disculpe con un cadáver que probablemente se esté pudriendo en el suelo?"

Roman estaba a punto de perder la cabeza ahora. No le importaba si era el duque o no.El duque de Inverness, el hombre al que veneraba, estaba muerto para él desde el momento en que quemó esta mansión histórica y desechó su deber. Así que cuando DeHart lo volvió a poner de pie, Roman dejó salir lo que había estado reteniendo.

"¡Ella no era más que un estorbo para nosotros!"

El silencio en la habitación se disipó abruptamente.

"Incluso si hubiera sido otra persona, habrían hecho lo mismo. Ella no era alguien digno de nuestra familia, solo de la basura. Ella era una traidora".

Era como si se estuviera levantando una niebla en la mente de Dehart. Sintiendo su vacilación momentánea, Roman se adelantó y gritó: “Esa bastarda traicionó primero a Inverness. ¡Ella lo engañó! ¿No lo sabía? ¿No es por eso que la castigó?"

Frente al aturdido Dehart, Roman expresó sus quejas.

"¿Por qué actuar de esta manera ahora? Esa persona es una traidora que ni siquiera es digna de simpatía. ¿Ha olvidado cómo le traicionó, Duque?"

"..."

"Aún así, fue una muerte honorable. Por favor, vuelva a sus sentidos. ¡Deje de pisotear nuestro orgullo de servir a Inverness..."

Era un sentimiento compartido por los otros sirvientes.

"..."

La cara de Dehart se puso pálida. Las yemas de sus dedos temblaron débilmente mientras se acercaban para agarrar la garganta de Roman.

"Yo...  causé que pensaran de esta manera".

No lo podía negar. Había sido profundamente herido por la traición de Sebelia y había hecho que todos los que estaban a su alrededor simpatizaran con él. La ignoró, se dio la vuelta y la privó de sus derechos, dejándola abandonada dentro de las murallas de esta asfixiante finca. Estaba aislada y se quedó sin nadie más que ella misma en la que confiar.

‘¿Fue eso lo que te conllevó a este resultado?’

Si ella hubiera sido una querida duquesa, todo el mundo se habría esforzado por romper la maldición en el momento en que se manifestó. Pero los sirvientes de la mansión no hicieron eso. Durante mucho tiempo habían estado unidos en ignorarla y maltratarla.

El arrepentimiento en este momento no haría nada para calmar el caos dentro de él.

"Ah..."

El peso de sus pecados acumulados cayó sobre él. Fríos y agudos, estos pecados atravesaron su corazón. Dehart se dio cuenta una vez más de las acciones irreversibles que había cometido. Y el hecho de que ella nunca podrá volver a su lado.

"Sebelia".

‘Te lo dije…’

Dehart se derrumbó allí mismo, agarrando su pecho.

"¡Mi Señor!"

No podía respirar.

* * *

La experiencia de montar en un carruaje compartido por primera vez desde el nacimiento fue increíblemente agradable. Sebelia se quedó junto a la ventana, sin perderse ninguno de los paisajes y personas que cambian constantemente. De vez en cuando, los que sintieron su mirada la saludaron, lo que llevó a Sebelia a asentir tímidamente y devolver el gesto.

‘Que fascinante’.

El carruaje salía de la ciudad, atravesando campos teñidos de luz dorada.

Una mujer de mediana edad sentada frente a ella preguntó con una suave sonrisa: "¿A dónde te diriges, señorita?"

"Ah".

Momentáneamente nerviosa, sin darse cuenta de que la pregunta estaba dirigida a ella, Sebelia se rió en respuesta.

"Me dirijo hacia el este".

La cinta de su sombrero prensado revoloteó con la brisa.

Pryse: el título no exageraba con que Dehart se volvió loco

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