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Cómo Sobrevivir Como La Esposa Del Duque Monstruoso Novela capítulo 137

[Traductor: Mayu]

La región invernal pertenecía al Duque de Invierno. Esa era sin duda algo que los habitantes de Biflten tenían cada vez más claro. Incluso ahora corrían rumores por la mansión de que el Duque ya se dirigía a otra de sus campañas, como si no necesitara descansar de las dos recientes batallas que acababa de librar.

“He oído que sólo va el Gran Maestro de Delrose.”

“¿ El Duque no se iría también más tarde?”

"La casa de los caballeros es ruidosa pero la mansión es tranquila. ¿No significa eso que el Duque está descansando?"

Rumores como estos corrían por los pasillos de Biflten, suscitando preguntas y especulaciones a su paso. Y nadie en Delrose comentaba ninguno de ellos, dejando a los murmuradores de las otras casas perdidos en cuanto a cuál podría ser la verdad.

“¿He oído que están atacando a los Yesters?”

"Así es. Al parecer los caballeros llevarán muchos objetos cálidos, preparándose para el frío.”

“¿Igual que las veces anteriores?”

Algunos de los rumores estaban relativamente cerca de la verdad -pero por supuesto Ilyin sabía que incluso esa verdad era mentira.

“Parece que Idith podrá descansar esta vez”, dijo sentada junto a su ventana. Sí, Idith no tenía que preocuparse por aplastar rumores esta vez. Eso debía de aligerar bastante la carga.

“Por desgracia, no”, dijo Etra, sonriendo mientras servía bebida en el vaso de Ilyin. “Tiene que prepararse para la campaña.”

"Deben de estar muy cansados. Den y los caballeros…”, musitó Ilyin.

“Tal vez, pero han dicho que están acostumbrados”, respondió Etra.

El alcohol del vaso de Ilyin parecía desprender un ligero vapor, y una dulce fragancia llegaba hasta ella. Cuando agarró el vaso, el calor que desprendía pareció extenderse hasta su mano. Pensó en la bebida que había tomado antes y sonrió.

“Todo será más fácil una vez que queden menos monstruos”, dijo Etra.

Ilyin le hizo señas a Etra para que se sentara frente a ella. Ése era siempre el asiento de Etra, pero nunca dejaba de agradecérselo a su ama. Hizo una profunda reverencia y se sentó sin hacer el menor ruido.

“Bueno, es cierto que habrá un tipo de monstruo menos si esta campaña tiene éxito”, dijo Ilyin, eligiendo sus palabras con cuidado. Incluso aquí, en el séptimo piso, era mejor no especificar entre Mollys y Yesters.

“Es verdad”, comentó Etra. “¿Sabe lo que dicen siempre los caballeros de Delrose?”

Ilyin ladeó la cabeza con curiosidad. Etra sonrió.

“Para la época en que los caballeros ya no son necesarios”, dijo.

En cuanto las mujeres empezaron a hablar, una de las criadas trajo un segundo vaso y lo puso delante de Etra. Lo llenó cuidadosamente con la misma bebida que Etra había servido a su señora, y luego dio un paso atrás.

“La era en la que los caballeros ya no son necesarios…”, repitió Ilyin pensativa. Etra asintió.

“Tienen la esperanza de que después de nuestra generación, todos podamos jugar y andar por la nieve sin necesidad de utilizar espadas”, dijo.

Querían que sus descendientes tuvieran un lugar más seguro donde vivir. No era un deseo caprichoso, sino bastante sensato. Era un deseo por el que los caballeros cargaban en cada batalla, luchando por un futuro mejor.

Pero Ilyin no pudo evitar fijarse en la elección de palabras de Etra: nuestra generación. ¿Era porque también usaba una espada? Parecía haber algo más en sus palabras.

“Etra”, preguntó, “¿eras caballero desde antes de venir al séptimo piso?”

La mano de Etra pareció estremecerse ante la pregunta.

“Levantaba la espada por Delrose”, dijo simplemente, sin encontrar los ojos de Ilyin. La sala se sumió en un repentino silencio.

“Si prefieres no hablar de tu pasado, no tienes por qué hacerlo”, dijo Ilyin. Sentía curiosidad por Etra, tanta como Etra por ella. La curiosidad nace de la familiaridad, del amor. Pero no quería indagar en cosas que ella preferiría olvidar.

“No hay nada que no pueda contarle”, respondió Etra. Se inclinó profundamente, la mano de Ilyin se alzó para encontrarse con su mejilla, y Etra se hundió en el gesto, apoyando el rostro en la mano de su Señora.

“Basta con que hayas levantado la espada por Delrose”, dijo Ilyin. Etra siguió apoyando la cabeza como si no pudiera levantarla. “Ahora levantas tu espada por mí.”

No sabes lo segura que me siento, pensó Ilyin. Etra movió ligeramente la cabeza y se encontró de nuevo con los ojos de su Señora.

“Y yo siempre te estaré agradecida”, dijo Ilyin.

“En absoluto, Señora”, replicó Etra. “Agradezco poder servirle.”

Era cierto. Ilyin distinguía a los que hablaban con el corazón de los que sólo decían lo que uno quería oír. Etra pertenecía al primer grupo. Sus palabras poseían un gran peso, como las de Idith y Emil.

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