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Cómo Sobrevivir Como La Esposa Del Duque Monstruoso Novela capítulo 127

[Traductor: Mayu]

Aden avanzó entre la nieve levantada por el Milton. Sin duda, su objetivo era cubrir su retirada, pero no sirvió de mucho, pues se derritió en cuanto Aden se adentró en ella.

Su espada osciló en un amplio arco mientras corría hacia la criatura, rebanándole la camisa y cortándole un mechón de su cabello platinado. La criatura no contraatacó, sino que simplemente retrocedió más rápido. Los caballeros de Aden se movieron para rodear a la criatura, pero ésta los evadió con una velocidad monstruosa, apenas una imagen fugaz de su cabello fantasmal ondeando al viento.

Aden no tenía intención de dejar escapar al Milton. En un movimiento desesperado, lanzó su espada como una daga. La espada voló recta y certera, un lanzamiento que ningún hombre normal podría haber hecho, y atravesó el hombro de la criatura.

El Milton no se detuvo. Se adentró aún más rápido en la ventisca, dejando tras de sí sólo sangre roja sobre el blanco manto de nieve. Aden se asomó a la nieve arremolinada, tratando de divisar a la criatura.

“¿Vamos a perseguirlo?”, preguntó uno de los caballeros. Aden estaba a punto de responder cuando una voz gritó detrás de él.

“¡Gran Maestro!”

Aden recordaba bien las voces, y sobre todo se empeñaba en conocer las voces importantes para él y para Delrose. La principal de ellas era la de Ilyin, por supuesto, pero por debajo de la suya estaban las de las personas que la servían.

Etra, pensó. Aden se dio la vuelta. La doncella de Ilyin se acercaba montada en un caballo desconocido.

“¿Por qué estás aquí?”, gritó. No podía imaginar qué razón podía tener para estar aquí en lugar del séptimo piso de la mansión.

Pero si ella se encontraba aquí, ¿significaba eso que Ilyin también estaba en este caos? Pensó de repente en el primer día que conoció a Ilyin, la tela azul en el suelo, el espeso aroma veraniego de ella, su sonido tan pequeño y débil como algo que fallaba. Como algo que no pudiera sobrevivir al invierno.

Apartó ese pensamiento de su cabeza.

“¿Dónde está Ilyin?”, volvió a gritar.

Etra lo miró, pero bajó la mirada de inmediato.

“Se encuentra a salvo en la mansión”, respondió. “Y tengo un informe que entregarle.”

Para que Etra acudiera a un campo de batalla dejando atrás a Ilyin, debía de ser algo muy importante. Le hizo un gesto para que continuara.

“El refuerzo de Delrose está reteniendo al segundo ejército de los Yester”, dijo sin rodeos.

Había mucha información en aquella simple afirmación, y aún más preguntas. Aden miró a Etra por un segundo, reflexionando, y encontró la más importante para preguntar primero.

“¿Su tamaño?”

“Unos cientos”, respondió Etra.

Aden agitó los brazos, llamando la atención de Idith. Cuando los caballeros de Delrose casi habían terminado de limpiar el campo de batalla, Idith los abandonó y cabalgó rápidamente para reunirse con Aden.

“¿Bajo el mando de quién trasladaron los refuerzos?”, preguntó, aunque estaba seguro de conocer la respuesta incluso al formular la pregunta.

“Ilyin”, dijo ella.

Él murmuró su nombre con cariño. Su decisión había sido afortunada. Si un segundo ejército de Yesters hubiera venido, el campo de batalla se volvería demasiado grande para que su poder pudiera manejarlo. Pero eso tenía que significar que ella había tenido otra previsión.

“¿Cómo los están conteniendo?”, preguntó. En el amargo frío de abril, ¿cómo podían estar reteniendo a unos cientos de Yesters? Una vez más, sospechó la respuesta, y lo que sospechaba le hizo girar su caballo para volver corriendo incluso cuando Etra respondió.

“Con el Fuego Eterno”, dijo ella, girando su propio caballo en línea con el suyo. Sólo una persona en la mansión podía mantener ese fuego.

Ilyin.

Aden espoleó con fuerza a su caballo, que se lanzó hacia delante a través de la nieve.

***

Justo antes de que Aden y los caballeros de Delrose llegaran a Elo, los refuerzos, dirigidos por Emil, estaban a punto de llegar también a su destino.

“El paso de la montaña está justo delante”, dijo. Mantenía una voz confiada, pero incluso ahora la duda le atormentaba. ¿Era éste el camino correcto? Miró hacia atrás. Había venido por orden de la Señora, pero la responsabilidad no sería sólo suya si esto salía mal.

“Que no te hagan daño”, había dicho ella con seriedad. Nunca había visto una mirada tan sincera en otras casas. ¿Se debía a que ella era de la región cálida?

Él nunca había estado allí. Sólo conocía la región cálida por lo que había oído de otros caballeros y por lo que imaginaba.

Que la región cálida siempre tenía una luz amarilla que brillaba desde el cielo. Que cuando caía la tarde, todo se cubría de naranja y se proyectaban largas sombras. Que toda la región se sentía como el calor de una gran chimenea, pero mucho más amarilla, brillante y clara que cualquier pila de troncos encendidos.

“Una persona de la región cálida”, murmuró.

¿Era porque la Señora era de allí que era tan diferente de otros nobles y gente importante? ¿Era por eso por lo que ella siempre parecía la persona a la que uno quería servir de verdad, a la que uno respetaba de verdad, a la que uno quería? No creía que ella pusiera nunca en peligro a los caballeros de Delrose si podía evitarse. Pero aun así, Emil no podía ignorar la más mínima posibilidad de que ella estuviera equivocada, de que aquello fuera un error. Era una preocupación natural que tenía que llevar, una carga de estar a cargo de los caballeros Delrose.

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