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Cómo Sobrevivir Como La Esposa Del Duque Monstruoso Novela capítulo 119

[Traductor: Mayu]

“¿Era un buen futuro?”, le preguntó.

“No”, dijo Ilyin con voz baja. Ella le tomó la mano y, por una vez, la suya estaba más fría que la de él. Le agarró la mano con fuerza y esbozó una débil sonrisa. “Pero ha sido lo suficiente.”

Le agarró la otra mano, que seguía tocándole la frente. Se la llevó a la mejilla y cerró los ojos.

“Elo estará bien”, susurró. En su sueño, el Muro de Luz de Elo no había sufrido daños cuando ella se despertó. Aguantaría. Todo resistiría. Eso creía ella. “El Muro continuaba en pie cuando Delrose llegó.”

Así que no había visto el final, pensó Aden.En realidad no había previsto la victoria. Sin embargo, Aden no tenía miedo. Esta era la región de invierno,suregión, después de todo.

“Temo que tus sueños te perturben.”

Eso era lo único que temía en toda la región invernal, donde no debería temer a nada. Lo que deseaba, más que nada, era que sus sueños terminaran. No le gustaban los sueños, las visiones, que la dejaban tan perturbada, que le robaban el sueño.

“A veces lo hacen. Esa es su naturaleza”, respondió ella.

Todavía tenía la mejilla caliente. Se la frotó con el dorso de la mano. “Pero aún así me gusta soñar.”

Aden se limitó a escuchar, entregando sus manos a las de ella.

“Me gusta ser capaz de ver el futuro para ti y para Delrose”, continuó ella.

Antes, su capacidad de predicción le resultaba aterradora. Le molestaba. Ahora no sentía ningún miedo. Lo que veía en sueños podía asustarla -la muerte de su madre, por supuesto-, pero nunca cambiaría el don de sus sueños solo por librarse de esas visiones temibles cuando aparecieran.

Le apretó las manos con más fuerza.

“¿Den?”, preguntó ella, mirándolo atentamente. “¿Estás herido?”

Recordaba el dolor de usar el poder divino, como él había hecho esta mañana. Pero Aden negó con la cabeza.

“No tengo ningún dolor”, dijo, pero frunció los labios con fuerza.

Ileso, pero incómodo. Y ansioso, más que eso. No le gustaba volver a salir de la mansión. No le gustaba que tantas cosas siguieran alejándolo de su lado.

“¿Entonces?”, preguntó ella. Le acarició suavemente la mano. Relajándose con el contacto, pareció hablar casi inconscientemente.

“Me siento… incómodo.”

“¿Sobre qué?”

Dudó, como si tropezara con sus pensamientos.

“Por dejarte sola en la mansión.”

“No me encuentro sola”, sonrió ella, haciendo un gesto hacia la puerta, hacia las numerosas personas de Delrose que se encontraban más allá. Pero Aden no aflojó el agarre de su mano.

“Den”, dijo ella. Su voz atravesó la niebla de la preocupación y lo hizo retroceder.

“Sí”, respondió él.

“Recuerda cómo era la mansión cuando no estuviste aquí.”

Comprendió su orden: no imaginar al edificio sin él, sino cómo había funcionado mientras él se había ausentado. Como ella había manejado tantas cosas -y especialmente como ella había diseñado y preparado la información del territorio de Elo. Ella, la Señora de Delrose. Incluso cuando él no estaba en Biflten, la mansión nunca estaba vacía -no mientras estuviera en sus manos.

“Cree en mí tanto como yo creo en ti.”

Yo, y la gente de Delrose que mantienen la mansión.

Ella besó su mano.

“Adelante”, dijo ella.

Al igual que él no quería preocuparse por quién estaba dejando atrás, la que le apoyaba con tanta fuerza, ella quería que él supiera que, al igual que el propio Duque de Invierno, Delrose y ella no eran débiles.

Aunque ella debería aumentar su resistencia, pensó, sonriendo a su pesar al recordar el objeto divino de Delrose. Aden se quedó mirándola a los ojos otro momento, luego asintió y empezó a levantarse.

“Regresaré en cuanto pueda.”

***

Los caballeros de Delrose no alcanzaban a ver nada delante de ellos. Estaban acostumbrados al frío y a las tormentas invernales, pero aquello era demasiado.

“Majestad, esta tormenta es terrible”, dijo Idith mirando al cielo, aunque no tenía más sentido mirar hacia arriba que a cualquier otro sitio. “Sólo los Yester podrían moverse bien con este tiempo.”

Lo que decía Idith era totalmente cierto. No había pasado mucho tiempo desde que salieron de la mansión y la ventisca ya estaba empeorando. Aden levantó la mano, con la luz azul del poder divino brillando intensamente.

Pero la luz apenas parecía penetrar en los remolinos de nieve que los rodeaban. Respirando hondo, Aden impulsó su poder un poco más, y la ventisca que tenían delante se debilitó considerablemente. El fuerte viento vaciló.

“¿Estás bien?” preguntó Idith con preocupación. Sabía que se trataba de un uso extenuante del poder. Aden asintió.

“Continuaremos avanzando.”

Ilyin dijo que el Muro de Luz aguantaría hasta que llegaran. Eso no significaba que Delrose pudiera permitirse el lujo de ir despacio.

¿Los caballeros de Elo podrían servirles de apoyo? Esa pregunta llenaba la mente de Aden mientras empujaba a través de la tormenta persistente y su propia tensión. La noticia de otro ataque contra Elo había llegado a la mansión: ¿qué pasaría con la fortaleza secreta de Elo? ¿Vendrían a ayudar?

No lo hicieron la última vez. Si no aparecían esta vez, ¿qué excusa darían?

El rostro de Aden estaba tan rígido como el viento del norte.

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