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Cómo Sobrevivir Como La Esposa Del Duque Monstruoso Novela capítulo 108

[Traductor: Mayu]

A pesar de lo dócil que era, la chica era sincera. Poco de lo que pensaba no lo decía en voz alta. Tenía mucho que decir sobre los líderes de Mille y Elo, y su intensa aversión hacia ellos. Renunciaron a las vidas de su gente para aliarse con los monstruos, les había dicho.

“Ciertamente, si los líderes son enemigos de los humanos, fue prudente pedir ayuda a Delrose”, dijo Ilyin al cabo de un momento, “yo habría hecho lo mismo.”

“Es una decisión razonable”, estuvo de acuerdo Aden. Delrose tenía al maestro, después de todo. Sus acciones eran razonables. Pero él todavía no podía ocultar la preocupación de sus ojos, o la duda de su expresión.

“Es una señorita de la familia Mille”, respondió Ilyin con una sonrisa inocente. Había llegado al invierno hacía poco tiempo. Las relaciones políticas de las casas todavía le resultaban desconocidas. La hospitalidad con la muchacha había sido la mejor decisión que podía tomar.

“Te lo he repetido muchas veces”, suspiró Aden. No podía encontrar ningún fallo en sus acciones. Su irritación se debía más a una simple preocupación. Se inclinó más hacia ella y su voz se suavizó hasta convertirse en un susurro.

“Ponte a ti misma como prioridad por encima de todo. No a Delrose, ni a mí.”

“Por eso no prescindí de Etra”, respondió.

Por supuesto, no había estado a solas con Rippo. Etra se quedó, con la excusa de servirles. Había una norma que prohibía la entrada de criadas cuando se trataba de invitados importantes, pero Ilyin la había suspendido por precaución.

“Aun así…”, dijo. Cerró los ojos. No podía regañar a su amada. Su culpa tendría que dirigirse a otra parte.

“Voy a responsabilizar de esto a la persona encargada de la defensa de la mansión.”

La señorita de Mille había utilizado a Setoze para ocultar su sonido. Ella había bajado por el muro desde el tejado, y efectivamente encontraron la cuerda, como ella dijo. Pero seguía siendo visible, y no verla mientras bajaba... eso le bastaba para culpar al responsable.

“Emil ya está haciendo bastante”, dijo ella tranquilizándole, como si intentara quitarle esa idea de la cabeza, “no podía imaginarse la habilidad de Setoze. Ninguno de nosotros podía. No ha habido ningún daño. Sólo debemos asegurarnos de que algo así no vuelva a ocurrir.”

“Entonces, ¿me estás diciendo que no castigue a Emil?” preguntó Aden.

Ilyin sonrió. Sus miradas se cruzaron.

“¿Es mucho pedir?”

Sus labios se curvaron en una suave sonrisa que pareció iluminar sus ojos. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente, ¿acaso era por el calor o por alguna otra razón? Aden le rozó la mejilla pese a estar molesto.

“¿Te preocupa que alguien más entre por mi ventana?”

“Sí”, suspiró. La acercó hasta que sus labios casi se tocaron.Ella huele a verano, pensó. Si ella supiera cómo le afectaba hablar de otra persona, cómo el hecho de verla alejaba todos los demás pensamientos de su mente.

Sus ojos brillaban de deseo, pero Ilyin aún no había terminado.

“Estoy más preocupada por ti que por Emil, Den.”

Ilyin le agarró la mano, y él se sintió débil ante su suave tacto. Se sentía indefenso ante ella.

“Me preocupo por ti Den.”

Aden no necesitaba el miedo para gobernar. Por lo que había visto, los Delrose ya eran el pueblo de Aden, y no por miedo. Aquellos que le temían ya se habían marchado. Los Delrose Rojos que quedaban estaban con él.

Ella no quería que los castigara por pequeños errores. Se preocupaba por ellos, pero más por él en el caso de que eligiera ese camino.

“Sé un maestro generoso.”

Su delicada mano cubrió la mano robusta de él, y levantó sus manos entrelazadas hasta la frente de ella.

“Aden, hazlo por ti.”

Aden suspiró; Su suave risa le hizo cosquillas en la frente.

“Estás susurrando estas cosas en la cama…”

No era una típica conversación en la cama. Aden le rozó suavemente la mano.

“Sé un maestro generoso…”, dijo.

Su mano subió por el brazo de Ilyin, rodeando su hombro. Recorrió ligeramente su cuello hasta acariciarle la cara. ¿Cómo no escucharía a alguien tan encantadora? Pero no por eso debía gustarle. Él puso una expresión fría, endureciendo su voz.

“...entonces, ¿puedes calmar mi ira?”

Ilyin no pudo evitar sonreír ante su actuación. Su mano pálida le tocó la mejilla. Tenía la piel fría, realmente era el Duque del Invierno. Su pulgar le rozó la mejilla con suavidad.

“¿Cómo puedo persuadirle?”, preguntó. Tenía un tono serio, pero sus ojos seguían sonriendo.

Incluso Emil, que le había servido durante más de diez años, vacilaba cuando su expresión era fría. Incluso Idith, que le servía desde hacía más tiempo que nadie, o Milo, que se ganó su confianza con mucho esfuerzo. Todos los demás se estremecieron bajo su gélida mirada. Pero no Ilyin. Tal vez fuera el aroma del verano que se aferraba a ella, pero su frialdad se derrumbaba cada vez que la tocaba.

No consiguió mantener su expresión seria. Se le cayó con una sonrisa burlona y le dio un beso en la nariz.

“Háblame con palabras tiernas”, dijo. “Estreméceme con tu aroma.”

Y dime que sólo me miras a mí, añadió en silencio.

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