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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 53

Los ojos de Rashta se abrieron aún más.

—¿Lo llevará a la villa?

—Es el cumpleaños de la Emperatriz.

Después de la respuesta de Sovieshu, Rashta parecía sorprendida y lo interrogó de nuevo.

—¿Quién irá?

—La Emperatriz, yo, los sirvientes y los caballeros. No habrá invitados aparte de una dama de compañía. ¿Por qué?

Rashta cubrió su boca con las manos. Parecía tan alarmada que Sovieshu frunció el ceño.

—¿Estás bien?

—Rashta no sabía que era el cumpleaños de la Emperatriz.

—Oh, ¿Es así?

—Nadie me dijo nada…

—Queremos que sea lo más discreto posible. No es una fiesta abierta, así que solo los amigos cercanos o los familiares lo saben.

—La Vizcondesa Verdi podría haberlo mencionado. Ella lo sabría.

Sovieshu sonrió cuando Rashta frunció los labios.

—Debes estar molesta por enterarte de su cumpleaños ahora.

—Seguimos siendo familia. Rashta podría haberle dado algo…

Sovieshu soltó una risa.

—Eres muy amable.

Rashta retorció los dedos.

—Bueno…

Ya era hora de que Sovieshu partiera; el cochero miró a la pareja.

—Nos veremos pronto, Rashta. Si salgo demasiado tarde, será difícil para el cochero conducir.

Sovieshu dio un paso hacia la carroza cuando Rashta le agarró rápidamente la manga.

—¿Rashta?

Él se giró, curioso.

—¿Puedes llevar a Rashta también?

—¿Tú?

Sovieshu parpadeó sorprendido y ella asintió apresuradamente.

—Rashta no pudo conseguir un regalo para la Emperatriz, y si Rashta no celebra su cumpleaños, ella se sentirá decepcionada.

Sovieshu no pudo evitar la expresión escéptica en su rostro; no estaba convencido de que Navier se decepcionara por la falta de un regalo. Sin embargo, tampoco podía decir que probablemente a la Emperatriz no le gustaría que Rashta fuera.

—Lleva a Rashta contigo, Su Majestad. Ella puede animar el ambiente.

—¿El ambiente?

Ella imitó el gesto de beber alcohol y Sovieshu respondió con una leve sonrisa.

—No tienes que hacer tanto.

—Aun así, deje que Rashta vaya. Es una fiesta familiar, y yo soy familia.

—Lo siento. Solo iremos la Emperatriz y yo.

Las mejillas de Rashta se inflaron y cruzó los brazos.

—Vaya. Estás haciendo un puchero.

Sovieshu rió y pellizcó su mejilla roja.

—¿Realmente quieres venir?

—No me gusta que esté solo con otra mujer.

—No protestaste cuando mencioné la villa el otro día.

—Pensé que iría solo o en un grupo por trabajo.

Rashta estaba siendo adorable y llena de energía, y el cochero dejó escapar una risa involuntaria. Ella bajó rápidamente la mirada hacia sus pies. Sovieshu revisó su reloj y luego acarició su hombro con suavidad.

—Más tarde podremos estar solo nosotros dos. ¿Eso es suficiente?

—¿Cuándo? ¿En el cumpleaños de Rashta?

—Sí.

—Rashta prefiere estar en grupo.

—Está bien.

—Pero a Rashta le gusta estar con usted a solas, Su Majestad.

—Eres una persona muy ambiciosa.

Él le sonrió y ella rápidamente lo abrazó.

—Rashta quiere estar rodeada de muchas personas en su cumpleaños, y después tenerlo solo para ella.

Su delicado aroma le hizo cosquillas en la nariz. Sovieshu le dio un suave beso en la mejilla y respondió:

—Sí.

Luego subió a la carroza. El cochero azotó las riendas y Rashta agitó la mano mientras veía alejarse la carroza.

Antes de que desapareciera por completo, bajó el brazo. Sovieshu le había prometido que pasarían tiempo juntos después, pero ahora estaría solo con la Emperatriz. Trató de no preocuparse. No habría podido detenerlo aunque lo hubiera sabido con antelación.

Estará bien. El Emperador y la Emperatriz tienen un matrimonio típico.

Rashta se dio unas palmadas en las mejillas y regresó a su habitación en el palacio oriental. Tomaría una copa de champán y dormiría bien.

Sin embargo, alguien ya la estaba esperando allí. Su corazón cayó al suelo cuando reconoció la despreciable figura que se encontraba en el pasillo. Se preparó mentalmente y caminó hacia el Vizconde Roteschu. Él estaba de pie frente a la puerta, bostezando con una mano en el bolsillo, pero sonrió en cuanto vio a Rashta.

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Las ventanas de la villa tenían cortinas finas y translúcidas. Como apenas se usaban, se priorizó la estética sobre la funcionalidad, y me desperté con la luz del sol brillando directamente en mis ojos. Decidí que las cortinas debían cambiarse de inmediato.

Solo cuando me incorporé somnolienta en la cama recordé que estaba en un lugar diferente y que era mi cumpleaños.

Sovieshu…

Eran las siete de la mañana según mi reloj y, considerando que el viaje desde la capital duraba unas doce horas, dudaba que hubiera llegado ya. Tal vez cuando terminara de desayunar, él llegaría y se iría a dormir.

Bostecé de nuevo y salí de la cama. Recordé mi rutina habitual, pero me di cuenta de que no había traído trabajo. Hoy realmente era un día para leer y descansar. Hacía mucho tiempo que no dedicaba un día entero para mí.

Tras concluir que ese viaje había sido una buena idea, fui al baño, me cepillé los dientes y me di una ducha rápida.

—¡Su Majestad, debería haberme llamado!

La Condesa Jubel exclamó de repente cuando salí de la habitación con el cabello ya arreglado.

—¡Estuve esperando a que me llamara!

—Está bien. Solo voy a relajarme hoy.

—Bueno, supongo… ¿Qué le gustaría para el desayuno?

—Solo pan y jugo, por favor.

Mientras la Condesa Jubel se ocupaba de preparar el desayuno, fui al salón y saqué de mi bolso el libro que no había terminado. Lo abrí y me recliné en un sillón.

Al cabo de un rato, oí que se abría la puerta. Al principio pensé que era la Condesa Jubel, pero los pasos sonaban pesados. Cuando levanté la vista, vi a Sovieshu sonriendo con su traje.

—¿Vino aquí a descansar y está leyendo?

—Su Majestad.

Cerré el libro y me puse de pie. A pesar de su sonrisa, se veía agotado, como si hubiera estado viajando en la carroza toda la noche.

—¿Acaba de llegar?

—Sí.

Señaló con el dedo hacia la ventana, y a través de ella vi a varios sirvientes descargando la carroza. Sovieshu habló en un murmullo.

—Estoy cansado.

Se dejó caer en el sofá junto a mí, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

—…

Parecía que iba a desmayarse del cansancio. Le toqué la frente y noté que estaba caliente.

—Su Majestad.

—…

—¿Si?

Tal vez estaba dormido. Entonces, Sovieshu abrió los ojos y me miró fijamente.

—Tiene fiebre. Debería dormir.

Aparté con cuidado mi mano de su frente y me dispuse a levantarme.

¿Habrá algún médico disponible?

Sovieshu me agarró de la muñeca justo cuando estaba a punto de ponerme de pie. Lo miré y él ordenó que me quedara antes de salir de la habitación. Cuando regresó, tenía una caja plateada en la mano.

—¿Un regalo?

—Lo supo de inmediato.

Sonrió levemente y me extendió el obsequio.

Era una caja de música.

Cuando abrí la tapa, una melodía delicada flotó en el aire, y en el centro se exhibía un anillo brillante. A cada lado había un collar de plata y unos pendientes.

—Gracias.

Sovieshu sonrió y levantó el collar de la caja.

—Permítame.

Dudé un momento, pero tomé la caja con una mano y, con la otra, levanté mi cabello y me giré. Sus manos ardían contra mi cuello cuando colocó el collar.

Entonces, de repente, algo cálido y suave tocó mi piel.

—¡!

Traducido por: Valiz

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