La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 46

—¿Por qué me llamaste?

El Príncipe Heinley se volvió hacia Rashta con severidad, y sus ojos se inclinaron hacia abajo. Se veía miserable.

—¿No tiene nada que decirme?

Su voz temblaba con timidez. McKenna entendía por qué tantas personas se enamoraban de Rashta. Había algo en su angustia que despertaba compasión en el corazón de quien la miraba.

—No.

La voz de Heinley era plana y monótona, y McKenna chasqueó la lengua en señal de advertencia. A pesar de la reputación mancillada de Rashta, seguía siendo muy favorecida por el Emperador. A McKenna no le importaba lo que Heinley dijera de ella a sus espaldas, pero el Príncipe debía ser cuidadoso al hablarle en persona...

Sin embargo, Heinley parecía ignorar completamente ese hecho.

—¿No tiene nada que decirme? Creo que sí.

Los grandes ojos de Rashta brillaron y se llenaron de lágrimas. McKenna sabía lo que estaba por venir. El Príncipe Heinley podía parecer ligero y casual, pero en un abrir y cerrar de ojos podía volverse frío y aterrador. Su mirada helada se intensificó, y Rashta, que parecía intimidada, comenzó a llorar.

—Es un hombre maravilloso.

McKenna no esperaba escuchar esas palabras salir de su boca. Rashta miró al Príncipe Heinley con sus oscuros ojos, sin un rastro de miedo en su expresión. Al contrario, parecía profundamente conmovida. ¿Quién reaccionaba de esa manera ante una actitud tan fría...?

McKenna frunció el ceño con incredulidad ante su extraño comportamiento, y el Príncipe Heinley también frunció el ceño sorprendido. Rashta esbozó una sonrisa avergonzada mientras se secaba los ojos con una mano.

—Lo siento. Debe estar avergonzado por el llanto repentino de Rashta.

—...

—Después de que se propagara el rumor, la gente comenzó a tratar a Rashta horrible. Antes eran amables, pero ahora se ríen y se burlan de Rashta.

Terminó de secarse las lágrimas con la manga, pero apenas bajó el brazo, volvió a ahogarse en llanto.

—Pero el Príncipe Heinley es el único que trata a Rashta de la misma manera... por supuesto que no nos llevamos bien, pero Rashta se conmovió...

El deseo de protegerla se fortalecía aún más cuando lloraba. Algunos nobles solo eran amables con otros nobles y menospreciaban a quienes tenían un estatus inferior. Probablemente, esas mismas personas habían humillado terriblemente a Rashta.

—Ya veo.

A pesar de la imagen lastimosa frente a él, Heinley continuó hablando con fría formalidad. Parecía no tener opinión sobre su situación, y tras revisar su reloj de pulsera, dijo:

—Bien, es suficiente.

Luego se alejó sin decir otra palabra.

McKenna, sintiéndose apenado por Rashta, le sonrió con incomodidad y siguió al Príncipe Heinley.

—Alteza, sé que no se llevan bien, pero eso fue un poco demasiado frío, ¿Mo?

—¿Quiere que muestre cortesía a alguien que intentó engañarme? ¿Que me acusó de ser un mentiroso?

Qué talento extraordinario. McKenna ciertamente estaba ofendido en nombre de Heinley, pero lo había olvidado momentáneamente cuando vio a Rashta llorar. Inclinó la cabeza en reflexión, mientras el Príncipe Heinley se dirigía de nuevo hacia el palacio sur.

—Más importante aún, ¿Cuándo llega Elgy? ¿Le entregaste la carta?

—Se la entregué debidamente. Pero ¿Por qué lo llamó de repente?

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—¿El duque Elgy Klaudia?

Miré al ministro con desconcierto y él asintió.

—¿Vino aquí como parte de una misión diplomática?

—No, dijo que vino de visita turística.

Los invitados extranjeros rara vez visitaban un mes o dos después de las celebraciones de Año Nuevo. No había festivales en esa época, y quienes se quedaban más allá del Año Nuevo lo hacían para no tener que volver a visitar. ¿Por qué el Duque Elgy Klaudia, que no pudo asistir a las celebraciones debido a su apretada agenda, venía de repente ahora?

Ah, ¿Quizás vino a ver al Príncipe Heinley?

El Duque Elgy Klaudia era conocido por ser un amigo cercano del Príncipe. Entonces… un amigo mujeriego. Me pregunté sobre eso, pero firmé los documentos que permitían su estancia y continué con mi trabajo.

Escuché el nombre del Duque Elgy nuevamente mientras cenaba con las damas de compañía.

—Su Majestad, ¿Escuchó? El Duque Elgy Klaudia llegó al palacio hoy.

—Por supuesto que lo sabe, Laura.

—Oh, ya veo. Entonces, ¿También sabe con quién estuvo Lord Elgy todo el día?

Corté mi ensalada con el cuchillo.

—¿El Príncipe Heinley?

Laura resopló.

—No.

—Estuvo con la esclava, Rashta.

Ah... Rashta.

—Eso es sorprendente.

Como el Duque Elgy era el mejor amigo del Príncipe Heinley, pensé que evitaría a Rashta por principio. Laura continuó nerviosa.

—No solo se encontraron. Estuvieron juntos todo el día. Escuché que estaban muy cerca el uno del otro.

Otra dama de compañía, que esperaba su turno para hablar, continuó rápidamente.

—No solo eso. Estaban tan juntos que causaron problemas.

¿Qué sucedió? La miré inquisitivamente y ella negó con la cabeza, chasqueando la lengua.

—El Duque Elgy y Rashta estaban caminando juntos cuando se encontraron con un noble. Él dijo que sabía que Rashta era una esclava fugitiva y la insultó por estar con el Duque. Tan pronto como terminó de hablar, el Duque Elgy lo golpeó.

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La mesa en la sala de Rashta estaba repleta de una variedad de pasteles: pastel de fresa rosa claro, pastel de crema de plátano amarillo, pastel de melón...

Los postres, hechos según el gusto de Rashta, fueron preparados por el chef del Emperador con una perfección tanto en apariencia como en sabor. Sin embargo, hoy esos platos no eran para Rashta.

—Gracias por lo de antes, Duque.

Rashta sonrió y agradeció al Duque Elgy, que estaba sentado frente a ella. Se sentía profundamente agradecida. Aunque el Vizconde Roteschu retiró sus declaraciones sobre Rashta siendo una esclava fugitiva al día siguiente, nadie estaba dispuesto a creerle. Como temía, Rashta rápidamente quedó aislada de los nobles. Sus amigas dejaron de visitarla y los regalos dejaron de llegar.

Pero lo que más la molestaba eran las miradas ocasionales que recibía. Algunos nobles mostraban desprecio, otros curiosidad, algunos lástima y otros un interés vago.

Pero el Duque Elgy era diferente a todos ellos. La trataba con amabilidad, como cuando la consideraban una aristócrata durante el Año Nuevo. Al principio, Rashta creyó que era porque el Duque Elgy ignoraba los rumores, pero pronto vio con sus propios ojos que no le importaban en absoluto. Incluso golpeó al noble que la insultó. Era un miembro de la realeza, un Duque, un hombre hermoso rodeado del amor de muchas mujeres... y había golpeado a alguien por ella. Rashta estaba más que halagada, y por eso lo invitó a disfrutar de su comida favorita.

—Gracias. Solo respondo de esa manera a la gente grosera, por cierto.

—Bueno, como puede haber oído, hay malos rumores sobre Rashta. Son falsos, por supuesto.

—¿Esto pasa siempre?

—Eso es…

—No es algo de lo que deba avergonzarse. Los que deben avergonzarse son los groseros.

—...

—Supongo que pasa a menudo.

El Duque Elgy apoyó su brazo en el reposabrazos de la silla y murmuró una palabrota en voz baja.

—Ese bastardo. Decir que es una esclava en su cara. ¿Y qué si lo es? Debería haberle golpeado la boca más veces.

—Esas son palabras aterradoras, Duque...

—Originalmente vine a ver a un amigo, pero me alegra haberla conocido primero.

Rashta lo miró sorprendida cuando él dijo, con una sonrisa astuta:

—Mejor ocúpate de eso lo antes posible.

—¿Ocuparme de qué?

—Cambia el papel de chivo expiatorio a otra persona.

Traducido por: Valiz

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