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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 45

Después de separarme del Príncipe Heinley, pasé por la biblioteca y busqué todo lo que pude sobre el país de Rwibt y el continente Hwa. Aunque el gran duque Kapmen había descritoEl libro de viajescomo un relato delirante, seguía siendo el libro más conocido sobre el país. No sé por qué el gran Duque solicitó mi presencia en la próxima reunión, pero quería ampliar mi conocimiento sobre la cultura de Rwibt tanto como fuera posible.

Ojalá tuviera un libro con más detalles…

Estaba sentada en un banco cruzando referencias entreEl libro de viajesy otros textos cuando escuché un golpeteo en la ventana.

Era Queen. Abrí la ventana y él saltó al alféizar, desplegando sus alas. Noté que llevaba un pañuelo atado al cuello.

—¿El príncipe Heinley te puso esto?

El pañuelo era mío. Sonreí y Queen ladeó la cabeza. Lo sostuve con un brazo, acaricié su pico con la otra mano y revisé sus patas en busca de una nota. Esta vez no había ninguna.

—¿Viniste a presumir?

¿O tal vez venía a devolverme el pañuelo? Por supuesto, no podía responderme y simplemente me miró con sus hermosos ojos violetas. No pude resistirme a ellos y cubrí su cabeza con besos, uno tras otro.

—Queen es tan bonito, especialmente con el pañuelo alrededor del cuello.

—¡Gu!

Parecía gustarle tanto que no tuve corazón para quitárselo. Mientras acariciaba su espalda, pensé,Queen huele bien.¿Qué clase de pensamiento era ese? Acerqué la nariz a su hombro e inhalé.

—¡!

El aroma me recordó sutilmente al Príncipe Heinley. ¿Lavó el pañuelo y le roció su perfume? Me resultó tan encantador que un pájaro oliera así que me incliné y le susurré al oído.

—Queen, hueles como el Príncipe Heinley.

Queen desplegó sus alas de golpe. Luego se cubrió el pico con ellas y abrió los ojos de par en par.

—¿Queen?

Lo llamé en tono juguetón, pero Queen tembló y saltó hacia la ventana.

—¿Ya te vas?

Se veía tan adorable que abrí los brazos para él antes de que pudiera volar. Sin embargo, se quedó rígido como hielo y sacudió la cabeza.

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—A veces dice las cosas más sugerentes…

De vuelta en su habitación, el príncipe Heinley desató el pañuelo de su cuello. Su rostro aún estaba ardiendo.

—Mi aroma…

Heinley olió el pañuelo. Le había rociado su perfume favorito después de lavarlo. ¿Reconoció su fragancia de inmediato?

Se acuclilló en el suelo, con las mejillas encendidas. Las palabras de la Emperatriz habían sido para Queen, pero aun así, su corazón latía con fuerza al recordar cómo su aliento le había hecho cosquillas en el oído.

Lamentablemente, fue McKenna quien arruinó aquel sentimiento de vergüenza y emoción.

—¿Por qué está desnudo? Lo siento.

Heinley fulminó con la mirada a McKenna, su secretario, su caballero, su primo y, además, su amigo.

—Se va a enfermar. Cúbrase.

McKenna fue al armario y sacó una ropa cómoda, mientras Heinley se ponía de pie, chasqueando la lengua y extendiendo la mano. Sin embargo, en lugar de entregarle la ropa, McKenna tenía algunas preguntas.

—Su Alteza. La persona a la que fue a ver con el pañuelo… ¿Era la emperatriz del Imperio Oriental?

—Dame la ropa.

McKenna le pasó las prendas, y Heinley las aceptó con una mirada que decía,¿Por qué me preguntas eso?Pero McKenna siguió mirándolo inquisitivamente. Heinley solo dio una respuesta vaga.

—Bueno.

Se vistió y luego salió del palacio. Tomó un camino por donde la brisa nocturna pudiera enfriar su rostro aún caliente. Pero McKenna era persistente y lo siguió.

—Su Alteza, tiene que ser honesto. ¿Su amiga por correspondencia era la Emperatriz Navier?

McKenna ignoró la negativa inicial del príncipe Heinley.

—¿Importa? Solo cierra la boca. Estoy recordando un buen momento y sigues interrumpiendo.

—¿Es importante un recuerdo cuando la realidad está justo frente a usted? ¿Cómo no voy a preocuparme, Príncipe? ¿Es su amiga por correspondencia alguien a quien pueda amar?

—¡!

—Estoy a favor de que tenga una relación romántica seria. Pero si su pareja es la Emperatriz de un país poderoso, es otro asunto…

—…

—Nunca debería involucrarse con las emperatrices de otros países, sean poderosos o no. ¿Quiere enredarse políticamente con el Imperio Oriental?

Los ojos de McKenna reflejaban una preocupación genuina. La relación entre el príncipe Heinley y la Emperatriz Navier no tenía futuro. Aunque el Emperador Sovieshu estuviera obsesionado con Rashta, ningún país destituiría a su Emperatriz para poner en su lugar a una concubina que antes fue una esclava fugitiva. Tampoco la Emperatriz podía iniciar el divorcio con su esposo. Y aun si el Emperador Sovieshu destituía a la Emperatriz Navier, no había manera de que ella se casara con un príncipe de otro país.

—No es así. Y estás exagerando.

—¿De verdad? ¿Puedo confiar en usted?

—…

—¿Por qué no responde, eh?

McKenna hizo una pausa y luego preguntó con más cautela,

—Aún no le he preguntado lo más importante. ¿Ustedes dos tienen sentimientos mutuos?

Heinley vaciló, luego levantó la mano y desvió la mirada. Su expresión no cambió, pero la atmósfera sí. McKenna dejó de interrogarlo y miró en la misma dirección que el Príncipe Heinley.

Una mujer con un parasol lila caminaba hacia ellos por el sendero de piedra blanca. Era Rashta, la concubina del Emperador Sovieshu.

McKenna guardó silencio. La amante del emperador y estrella en ascenso de la sociedad había caído por completo en cuestión de días. No estaba seguro de lo que ocurría en otras residencias, pero en el palacio del sur, muchos huéspedes se burlaban de Rashta por ocultar que había sido una esclava fugitiva. Después de que el Vizconde Roteschu revelara la verdad, Rashta intentó corregir los rumores, pero nadie le creyó. Quizás por eso la radiante Rashta ahora parecía abatida.

McKenna miró al Príncipe Heinley. El Príncipe ya había tenido problemas con Rashta y solía ser bastante directo cuando hablaba. Sin embargo, ya fuera por suerte o por desgracia, Heinley pasó junto a Rashta como si no la hubiera notado, y McKenna sintió alivio al apresurarse tras él.

Pero fue Rashta quien los llamó.

—Su Alteza.

McKenna resopló y empujó ligeramente la espalda del Príncipe Heinley. No obstante, Heinley se giró con el ceño fruncido, y Rashta se acercó a ellos.

Traducido por: Valiz

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