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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 24

Los ojos de mis damas de compañía se volvieron hacia mí al mismo tiempo.

—¿Hm? ¿Qué pasa?

La Princesa Soju notó sus miradas y se volvió hacia mí. Sabía que mis damas de compañía creían que la-amiga anónima-que buscaba el príncipe Heinrey debía ser yo.

—...

Mis pensamientos eran los mismos. ¿Era el dueño de Reina... el Príncipe Heinrey? Podía ser una coincidencia, pero la probabilidad de que no lo fuera era alta.

Las damas de compañía dudaron por mi respuesta, pero cuando permanecí en silencio, fingieron no saber y se dedicaron a otras cosas. La atención de la princesa Soju estaba en otra parte, pero Laura se inclinó hacia mí.

—Su Majestad, ese pájaro parece un híbrido de búho y águila. ¿Cree que su dueño podría parecerse al príncipe Heinrey?

La condesa Eliza asintió.

—Estoy de acuerdo, Alteza. Creo que este rumor podría referirse a usted.

Las otras damas de compañía también me miraron con los ojos brillantes y expectantes.

— ...Yo también lo creo.

Las damas se taparon la boca e intercambiaron miradas excitadas. Pero cuando añadí: —No voy a presentarme. —todas se volvieron cabizbajas.

—Su Majestad, ¿no sería una buena idea ser amiga de alguien tan hermoso como el príncipe Heinrey?

—Al Príncipe Heinrey le encantaría aún más si se enterara de que su compañera de cartas era la Emperatriz.

—¿No te invitó a bailar?

Sacudí la cabeza.

—Quiero seguir siendo una amiga cuyo nombre o rostro él no conozca.

—Pero...

Laura sonó consternada, pero una mirada de la condesa Eliza la hizo callar. La condesa asintió como si comprendiera mis pensamientos.

—El príncipe Heinrey tiene muchos escándalos con mujeres. Tiene fama de mujeriego, y si su correspondencia privada resulta ser la Emperatriz, todo el mundo la mirará con extrañeza.

La condesa Eliza dirigió una mirada fría hacia Rashta y el Gran Duque Lilteang. El Gran Duque estaba de pie frente a Rashta y reía a carcajadas.

—En el futuro tendremos muchos enemigos, y puede que se les ocurra difundir rumores malintencionados. Es mejor ser precavidos.

No fue hasta que la Condesa Eliza terminó de hablar que Laura dio un pequeño “Oh”y asintió.

—Pero estoy un poco triste...

༺ ⚜ ༻

—Enviar cartas cuando no conoces su identidad es tan romántico.

—¿Es eso cierto? Hay muchos rumores extraños sobre el Príncipe Heinrey, así que es difícil creer algo, ¿verdad?

—Pero si está mintiendo, entonces no encontrará a su 'amigo' en público.

—Ni siquiera sabemos si la persona es un amigo o un amante.

—No lo sé, tal vez la otra persona está casada.

—Creo que es una mujer, pero ¿no sería divertido que fuera un hombre?

Las palabras fueron recibidas con un estallido de risas en el salón de Rashta. Rashta descansaba en su mullido sillón púrpura mientras escuchaba la charla de los nobles. Cherily, sentada a su lado, la refrescaba agitando un abanico. Mientras Rashta escuchaba la conversación sin decir palabra, el príncipe Lilteang soltó una sonora carcajada y se volvió hacia Rashta.

—¿Por qué estás tan callada, Lady Rashta? No serás tú quien escribió esas románticas cartas, ¿verdad?

—No es Rashta.

—¿De verdad? ¿No crees que la dulce lengua de la señorita Rashta bastaría para embelesar al príncipe Heinrey?

Rashta sonrió y negó con la cabeza, y animó al grupo a seguir con su conversación. Pensaba que los nobles sólo contaban historias solemnes, y le parecía interesante que tanto los esclavos como los aristócratas se permitieran el mismo tipo de cotilleos provocativos. Estaba sentada bebiendo su té, pero se dio cuenta de que la vizcondesa Verdi no había dicho ni una palabra.

—¿Viscondesa Verdi? ¿Qué le ocurre? ¿Se encuentra mal?

Rashta le habló suavemente. La vizcondesa Verdi dio un respingo, pero luego sacudió la cabeza y sonrió.

—¿Quieres volver con la emperatriz?

Los nobles dejaron de hablar de repente y miraron a la mujer.

—Eso no sucederá.

La vizcondesa volvió a sonreír y negó con la cabeza.

—Ahora sirvo a la señorita Rashta.

El resto de los nobles volvieron a centrar su conversación en el príncipe Heinrey, y la dama de compañía emitió un pequeño suspiro.

—...

Rashta ladeó la cabeza y estudió el perfil de la mujer mayor.

—Viscondesa Verdi, si quiere volver con la emperatriz, puede ser sincera con Rashta.

Finalmente, Rashta volvió a hablarle cuando todos los demás nobles se hubieron marchado y sólo quedaban ella y las dos doncellas.

—No quiero volver, de verdad, señorita Rashta.

La vizcondesa Verdi le respondió rápidamente, pero Rashta no estaba convencida.

La vizcondesa Verdi, que había asumido el cargo de dama de compañía de Rashta a través del barón Lant, era alguien que había permanecido firmemente al lado de la emperatriz desde que ésta accedió al trono. Por esta razón, el barón Lant eligió a la vizcondesa Verdi, que estaba muy necesitada de dinero. Cuando una antigua dama de compañía de la Emperatriz se convirtió en dama de compañía de Rashta, la reputación de ésta aumentó.

Pero incluso Rashta no estaba demasiado familiarizada con la vizcondesa Verdi. La dama de compañía estaba aquí por dinero, y no era tan de fiar como Cherily o Kisu. Tal vez la vizcondesa Verdi notó el ligero aire de desconfianza, pero se excusó mientras tenía los ojos de un conejo asustado.

—No es que quiera volver con la Emperatriz, señorita Rashta.

—Pero parecía que… —¿

—Cuando hablaban del Príncipe Heinrey, yo… yo solo recordé algo sobre la Emperatriz.

La mirada de desconfianza de Rashta se desvaneció.

—Hay un rumor sobre el Príncipe Heinrey, pero ¿qué tiene que ver con la Emperatriz?

Rashta ya había sido rechazada por el Príncipe dos veces. La Vizcondesa Verdi jugueteaba nerviosamente con su taza de té, pero ella ya había comenzado a hablar y Rashta la estaba mirando con ojos brillantes.

—El…

No tuvo más remedio que confesar.

—La conocida por cartas que el Príncipe Heinrey está buscando. Es Su Majestad la Emperatriz…

Los ojos de Rashta se abrieron. Cherily, que estaba abanicando a Rashta, miró sorprendida.

—¿De verdad?

La vizcondesa Verdi le respondió a Rashta con un rápido —Sí—.

—Pero la Emperatriz no se presentará ni siquiera si el conocido de la carta es el Príncipe Heinrey. Es muy orgullosa.

Cherily soltó una risita.

—¿Estás segura de que la Emperatriz y el Príncipe Heinrey intercambiaron cartas sin conocerse?

—La Emperatriz lo sabe ahora. Pero no lo sabía en ese momento.

La curiosidad de Rashta se despertó, pero no dijo nada y contempló la información con atención. La vizcondesa Verdi miró a Rashta para ver si había dicho algo ofensivo. Después de un largo momento, Rashta finalmente habló.

—Entonces, ¿la vizcondesa Verdi sabe algo sobre las cartas que intercambiaron la Emperatriz y el Príncipe Heinrey?

—Yo... ¿sí?

La voz de la vizcondesa Verdi tembló y una sonrisa juguetona se extendió por el rostro de Rashta.

—¿Podemos hacer que parezca que la persona que nos envió la carta es Cherily?

—¿Lo siento? ¿Quiere engañar al príncipe Heinrey?

La vizcondesa Verdi estalló enfadada. Rashta soltó una carcajada y sujetó el dobladillo del vestido de Cherily.

—No es engaño. Sólo estoy jugando.

—Pero…

—Usted misma lo ha dicho, vizcondesa. La emperatriz nunca se presentaría.

—Pero… todavía estaría engañando a un miembro de la familia real…

—¿Conoce el contenido de la carta?

—No sé de ninguna reciente, señorita Rashta. El príncipe Heinrey podría preguntar por ella.

—Puede que no pregunte.

—Pero…

—¿Cómo intercambiaron cartas? Incluso si lo pasaron por alguien en el medio... eh, me pregunto.

—Pero señorita Rashta...

—Si se entera, podemos decir que fue una broma. Si las cosas van bien, el Príncipe se enamorará de Cherily. ¿Verdad?

[Traducido por: Yves  ૮ ˙Ⱉ˙ ა ]

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