La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 5

El Palacio Imperial bullía con la noticia del encierro de Laura.

Las malas lenguas decían que el castigo del Emperador a la dama de compañía de la Emperatriz era una clara expresión de su amor por Rashta. Era su primera competición no oficial conmigo, y había ganado. No lo oí con mis propios oídos, pero mis damas de compañía estaban furiosas y me lo contaron.

—¡Debería haber estado allí!

Una dama de compañía que había bañado a Rashta exclamó que, de haber estado presente, me habría alejado de la esclava.

—Pero creo que al Emperador le gusta de verdad.

—Solía sentir admiración por su Majestad, pero esta vez él ni siquiera escuchó las palabras de nuestra Emperatriz.

A pesar de su enfado, las damas de compañía estaban preocupadas por el futuro.

—Sólo han pasado unos días desde que el Emperador la conoció. Estoy preocupada.

No había nada que pudiera hacer en esta situación.

Sovieshu y yo actuamos como si nada hubiera pasado cuando nos encontramos en el palacio central. Me concentré en mi trabajo y traté de olvidar lo que había ocurrido aquel día. Cuando estaba sola en mi habitación, recordaba la fría mirada de Sovieshu y la pequeña herida en mi corazón se abría una vez más. Sin embargo, dolía menos cuando me mantenía ocupada.

Cuando por fin terminó el encarcelamiento de Laura, después de cinco días, subí a la torre a buscarla yo misma. Pedí a las otras damas de compañía que bañaran a Laura en mi cuarto de baño y le llevaran sopa. También pedí el pastel favorito de Laura.

Mientras los preparativos se realizaban un secretario enviado por Sovieshu vino a entregarme un mensaje.

—Su Majestad el Emperador quiere verla.

—¿A mí?

—Sí.

¿Qué podría ser? Asentí y me volví hacia la condesa Eliza.

—Cuando el pastel esté terminado, dile a Laura que venga aquí y coma. Luego hazle saber que puede descansar unos días antes de volver.

—Sí, Majestad.

Me volví y saludé con la cabeza al secretario, que rápidamente me indicó el camino. El ambiente cambiaba a medida que avanzábamos hacia el este, a pesar de estar rodeado por la misma muralla. Tal vez se debía a que el palacio tenía un estilo completamente distinto.

Me preocupaba volver a encontrarme con Rashta, pero no la veía por ninguna parte en el dormitorio de Sovieshu. Por otro lado, cuando las puertas se abrieron pude ver al emperador, estaba sentado junto a una pequeña mesa redonda.

—Me has llamado.

Sovieshu me miró en silencio mientras me acercaba a él. Sus ojos parecían llenos de cosas que decir.

—¿Qué puedo hacer por usted?

Hablé primero, y Sovieshu pareció dudar un momento y apretó los labios.

—Tu dama de compañía, la que fue encarcelada....

—Laura. La hija del marqués Tarital.

—He oído que la sacaste de su prisión.

—Es mi dama de compañía. Sufrió durante cinco días.

Sovieshu parecía aún más disgustado.

—¿Tuviste que hacerlo?

—¿Me estás preguntando si tuve que cuidar de una mujer castigada?

Sovieshu podía oír claramente la burla en mi voz.

—Ya sabes lo que quiero decir. En otras palabras, recuperaste tú misma a la dama de compañía, aun sabiendo que eso me ofendería. ¿No es así?

Parcialmente. Sospechaba que Sovieshu podría ofenderse... pero también pensaba que ya se habría calmado después de cinco días. Tal vez después de que todo se hubiera calmado, podría hacerle saber que su castigo era demasiado severo.

O tal vez no.

—Sospechaba que podrías estar disgustado.

—¿Pero ahora te ocupas de ella? Si pensaras en mí, la habrías echado. ¿Qué autoridad podría tener el emperador si la emperatriz se preocupa por la gente que él castiga?

—No está bien enviar lejos a alguien cuando ya ha recibido su castigo. Además, lo que hizo no estuvo fuera de lugar —suspiré sutilmente, dando unos cuantos pasos para entrar en el salón.

—¿Llamar asquerosa a la gente?

—Intentaba evitar que alguien me tirara de la ropa. Una reprimenda sería suficiente —dije y noté que su expresión se tornaba más pétrea mientras me oía.

—Entonces, ¿te quedarás con la dama de compañía que castigué?

—Me corresponde a mí decidir quién es mi dama de compañía.

Aunque Laura quisiera dejar de trabajar en el Palacio Imperial, iba a quedármela un tiempo. Ser castigada por culpa de una esclava fugitiva era suficiente para convertirla en una paria de la alta sociedad. Si la dejaba marchar, no tendría protección, y mucho menos contra Sovieshu. Como emperatriz, usaría mi nombre para protegerla.

Sovieshu suspiró y se dio la vuelta.

—Estoy cansado de discutir contigo. ¿No puedes obedecerme por una vez?

—La emperatriz no tiene por qué plegarse a la voluntad del emperador.

—Sigue así y ni siquiera podrás ser comparada.

¿Comparada? ...¿Con quién?

Me miró fijamente y luego puso cara irónica.

—Veo que estás cansada. Por favor, retírate por hoy. Vuelve y ocúpate de esa potranca que se porta mal.

༺ ⚜ ༻

Cuando la emperatriz Navier se marchó, Sovieshu suspiró y tocó una campanilla que había sobre la mesa. La puerta se abrió, pero no era un sirviente que entró en la habitación.

—¿Desde cuándo trabajas?

Ante la expresión de desconcierto de Sovieshu, Rashta sonrió tímidamente.

—Siento que soy una carga cuando no hago nada.

—¿Así que ahora vas a trabajar?

Rashta extendió los brazos alegremente, y Sovieshu sonrió.

—Ni siquiera puedes ir por ahí sola.

Servir al Emperador era considerado un gran honor entre los nobles, y era un puesto que incluso aquellos sin títulos codiciaban. Pero Rashta quería trabajar para el Emperador porque se sentía como una carga... No tenía idea de que los nobles se estrangularían entre sí por este puesto.

—Qué mujer tan inusual.

Sovieshu se rió entre dientes ante su rareza. Para Sovieshu, solo había habido dos mujeres importantes en su vida hasta ahora. Una era su madre, una gran emperatriz, y la otra era Navier, la emperatriz actual. Estaba familiarizado con la educación imperial de la emperatriz e incluso estudió junto con Navier, pero pensaba que la torpe Rashta era increíble sin importar lo que hiciera.

—Ven aquí y come algo.

Sovieshu tocó el timbre nuevamente y esta vez entró una sirvienta que había estado esperando impaciente en la puerta.

—Pastel de calabaza. Muy dulce. Y trae vino. Uno ligero.

La sirvienta se fue a cumplir con las órdenes, y Rashta aplaudió y exclamó: —¡Pastel de calabaza!

—¿Tanto te gusta la comida?

—No cualquier comida. ¿Cuántas personas no han comido un bocado de pastel de calabaza en su vida?

Ella sonrió inocentemente como una niña, y Sovieshu se dio cuenta de que no podía apartar la mirada de ella.

—La Emperatriz ni siquiera reacciona ante las joyas, sin importar lo caras que sean. Pero tú eres feliz incluso con las pequeñas cosas.

—¿No le gustan las joyas?

—Sí, pero ella no es muy expresiva. Suele emocionarse en ocasiones, pero en pequeñas porciones.

Rasta frunció el ceño y suspiró.

—Ella creció hermosamente y no conoce el duro mundo. Cualquiera en su posición estaría acostumbrado a las joyas.

—¿Hmm?

—No es que la Emperatriz esté equivocada, es solo que tiene mucha riqueza. Incluso si le conseguiste una gran gema, eso no le sorprendería...

—Eso es verdad. Oh, Dios mío. Mi presa es más inteligente de lo que pensaba.

Rashta no sabía si se estaba burlando de ella o no, y se sonrojó e hinchó los labios.

—Siempre me llamas presa…

—Porque eres la presa que atrapé en mi trampa.

—Entonces... Su Majestad...

Rasta se rió de su broma ligera, luego se dispuso a hablarle de nuevo. Ella estiró sus dedos y se aventuró hacia adelante con cuidado.

—Dijiste que me harías tu concubina...

—Sí.

—La Emperatriz no parece saberlo todavía...

Sovieshu asintió y le dio una sonrisa tranquilizadora.

—No tenemos prisa, así que tomémonos nuestro tiempo. Tus piernas aún no se han curado por completo.

—No tengo prisa, pero... tuve un momento difícil cuando conocí a la Emperatriz antes. No sabía cómo presentarme. ¿Y si vuelve a pasar?

[Traducido por: Yves  ૮ ˙Ⱉ˙ ა ]

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