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La Emperatriz Se Volvió A Casar Novela capítulo 3

Este era el día en el que todos los funcionarios y yo nos reuníamos en la sala de conferencias para discutir los preparativos del próximo Año Nuevo.

Sentía la garganta obstruida después de hablar durante tanto tiempo y, tras beber un vaso de agua tibia, di un paseo por el jardín central del palacio para relajarme. Artina, la subcomandante de los caballeros, me acompañó, junto con mis damas de compañía. Mientras discutía con Artina sobre a quién recomendar para la ceremonia, oí un susurro procedente de algún lugar preguntar:—¿Es ella?.

Miré a mi alrededor y vi a una mujer sentada en una silla de ruedas con otras dos mujeres que parecían criadas a su lado. Nuestras miradas se cruzaron y la mujer en silla de ruedas se levantó con dificultad. Las dos criadas intentaron detenerla, pero soltaron las manos al ver mi mirada.

La mujer agarró temblorosamente las empuñaduras de la silla de ruedas mientras se levantaba para saludar. No estaba seguro de quién era. Pensé que podría ser la esclava que encontró el Emperador, pero estábamos cerca del palacio central, y éste no era lugar para ella.

Aun así, me saludó incluso cuando le dolían las piernas, así que le hice un gesto de reconocimiento. Me di la vuelta para alejarme cuando oí una voz detrás de mí que decía:

—Oye…

¿Oye?

¿Me estaba llamando? Era la primera vez que oía a alguien decirme eso en palacio después de convertirme en emperatriz. Me volteé, nerviosa, y vi a la mujer de la silla de ruedas acercándose a mí. Las criadas, desconcertadas, gritaron, intentando detenerla, pero ella solo las ignoró.

¿Tenía alguna relación conmigo? Y si la tenía, seguramente sabría que yo era la emperatriz. ¿Y aun así me dijo “oye”?

Me quedé mirándola con expresión perpleja, y la mujer llamada Rashta se acercó y volvió a saludarme.

—Soy Rashta.

¿Qué se suponía que debía decir?

—¿Sí?... Rashta.

Sonrió, como si le complaciera que la llamara por su nombre de pila. ¿Realmente quería que me dirigiera a ella así? Me picó la curiosidad, pero no lo suficiente como para preguntar por qué.

La hora de la audiencia había terminado, y mi cerebro estaba podrido de haber escuchado historias de desconocidos durante tres horas. Si hubiera habido una emergencia, habría suplicado ayuda en cuanto me hubiera visto. Sin embargo, sonreía alegremente, así que no parecía que necesitara mi atención urgente.

Volví a darme la vuelta, pensando que no había nada más que ver. Pero al hacerlo, ella alargó la mano y me agarró la falda del vestido. Mis damas de compañía, que estaban a mi lado, se alarmaron y le apartaron la mano como si fuera un mono del zoológico.

—¡Qué grosera!

—¿¡No reconoces a esta noble!?

Rashta retrocedió sorprendida, tartamudeando.

—Lo siento, debería haberte llamado pero no sé tu nombre...

¿De verdad no sabía que yo era la emperatriz? ¿No la oí susurrarle a la criada “¿es ella?” ?

Laura fulminó a Rashta con la mirada y le gritó.

—Esta es Su Majestad la Emperatriz. Ten cuidado con tus actos.

Los ojos de Rashta se abrieron de par en par.

—¿Qué? Yo... conozco a la Emperatriz.

¿Conoce a la emperatriz?

Fruncí el ceño ante sus extrañas palabras, y ella me miró a los ojos y habló en voz baja.

—Yo... soy Rashta.

¿Quién era Rashta? Mis damas de compañía y yo estábamos terriblemente confundidas. ¿Nos conocíamos lo suficiente como para compartir nuestros nombres? En mi mente intenté recordar a las mujeres de su edad que visitaban este país con dignatarios extranjeros. No me reuní con todos y cada uno de los invitados. Estaban los invitados que eran recibidos por mí, los invitados que eran recibidos por los ministros de Asuntos Exteriores, los invitados que se reunían directamente con Sovieshu...

Ella nunca había sido de los míos. ¿Se había reunido alguna vez el ministro de exteriores con una Rashta? No podía ser. Si fuera de una gran familia noble, hasta las damas de compañía la reconocerían aunque yo no lo hiciera.

—¿Me conoces?

Decidí ser directa con ella, lo que la tomó por sorpresa.

—¿No me conoces?

—No estoy segura.

—Ah...

Rashta parecía perdida, y algo nerviosa decidió susurrar a las criadas: —¿Qué hago?

Pero estaba cansada. Ni siquiera sabía quién era. Estaba a punto de ignorarla y marcharme, cuando Rashta volvió a llamar.

—Estoy viviendo en el palacio oriental por la amabilidad de Su Majestad el Emperador.

¿La bondad de Sovieshu?

El palacio oriental. Las piernas heridas. La mujer. Ah.

—¿La esclava?

Entonces, ¿por qué estaba cerca del palacio central? Antes de que pudiera preguntar, el rostro de Rashta palideció.

—Su Majestad, perdóneme por ser grosera. La señorita Rashta no es una esclava. —una doncella junto a Rasta se adelantó y me corrigió.

¿No era una esclava? Pero mis damas de compañía me dijeron que era una esclava fugitiva. Si fueran rumores falsos, me habrían informado de que no era una historia creíble, pero no hubo tal afirmación

La esclava… era más de lo que esperaba. No esperaba encontrarla de esta manera. No me importaban los chismes, pero era tan hermosa como sugerían los rumores. Su tipo de belleza no era como el glamour y la elegancia de una noble como la duquesa Tuania, sino que la imagen de Rashta era suave y etérea. Sus grandes ojos oscuros despertaban los instintos protectores, y su cabello era de un plateado claro que hacía que su encanto puro e inocente fuera aún más misterioso.

Un momento. Mis damas de compañía la bañaron, así que ¿por qué no la reconocieron? Miré a mi alrededor y vi que algunas no estaban conmigo. Desafortunadamente, las damas que faltaban eran las que bañaron a Rashta.

—Sí. Ahora sé quién eres.

Asentí y Rashta sonrió.

—Gracias a Dios. De hecho, me he estado preguntando cuándo nos conoceríamos.

—¿Conocernos?

—Le pregunté al Emperador, pero él me decía que no tenía por qué molestarme… pero pensé que deberíamos hacerlo de todos modos.

¿Conocernos? ¿Por qué?

—¿Cómo debería llamarte, Su Majestad?

—…Solo llámame ‘Su Majestad’.

—¿Eh?

—Eso es todo.

No sabía por qué estaba teniendo una conversación tan amistosa con esta chica de entre todas las personas.

Rashta parecía sentirse cansada y quiso avanzar, la oí gruñir de esfuerzo mientras movía su silla de ruedas. Mis damas de compañía notaron que mi estado de ánimo estaba estropeado y agarraron los mangos de la silla de ruedas, empujándola ligeramente hacia atrás.

—Aléjate.

—¿Quién eres tú para actuar tan amistosamente con ella?

Las manos de Laura temblaban de ira mientras empujaba a la otra mujer hacia atrás.

—Sucia.

Fue entonces.

—¿Qué quieres decir con sucia?

Sovieshu apareció, su voz resonó imponente y fría, como fragmentos de hielo.

[Traducido por: Yves  ૮ ˙Ⱉ˙ ა ]

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