Cómo Sobrevivir Como La Esposa Del Duque Monstruoso Novela capítulo 140

[Traductor: Mayu]

Ilyin nunca le impediría volver a ser caballero, lo sabía. Etra pensó en lo que había dicho antes de irse a dormir: un pasado del que no estaba orgullosa, pero del que no podía hablar con alguien a quien servía con tanto cariño.

Así lo había pensado, pero en el momento en que se disponía a hablar de ello, no pudo. ¿Por qué? Probablemente porque Ilyin era demasiado pura, y Etra recordaba su propio pasado con ojos llenos de amargura.

“Me parece bien”, dijo Emil, y se marchó. Etra escuchó sus pasos firmes por el pasillo y oyó que la puerta se abría al final.

Ilyin no lo sabía, pero Etra a menudo se colaba en su habitación mientras dormía, sólo para ver si estaba cómoda o necesitaba algo.

Mientras abría silenciosamente la puerta de la habitación de su señora, la sugerencia de Emil seguía dando vueltas en su mente. Pero no tenía intención de volver a la orden y, en cualquier caso, sería descortés siquiera considerarlo sin el permiso de la señora.

Al principio pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada, que el olor a sangre no era más que un espejismo de su sangriento pasado. Pero entonces vio la verdad, y sus ojos se abrieron de par en par.

Ilyin siempre dormía plácidamente acurrucado en mantas blancas. Pero ahora, la manta estaba manchada de rojo, y la respiración entrecortada de Ilyin -la respiración de un herido de gravedad- llegó a oídos de Etra.

“¡Dios mío, señora!”, gritó.

***

El repentino desastre que habían sufrido los Yesters divertía a algunos de los Mollys. Estaban escondidos cerca de la base de los Yesters, hablando del destino de los Yesters y de cómo podría afectar al suyo, de cómo podrían aprovecharse de ello.

Será bueno si tomamos la base de los Yesters.

Una vez que el ataque haya terminado, podríamos ser más numerosos que los Yesters.

Una de las Mollys que se unió a la conversación sostenía algo que parecía muy fuera de lugar aquí, una caja lujosa decorada con ornamentos rojos y dorados. La caja estaba casi inmaculada, a pesar de haber sido manipulada por las criaturas con sus afiladas garras y duras escamas. Casi no tenía arañazos. Los Mollys habían tenido mucho cuidado con ella, como si fuera algo sagrado.

Si ese es el caso, entonces nuestra relación con los Yester debería cambiar.

Por supuesto, los otros Mollys estuvieron de acuerdo.

Antes, los Mollys habían estado al borde de la extinción. En su desesperación, habían tenido que avergonzarse a sí mismos recurriendo a los Yester en busca de seguridad. Pero si el número de Yesters estaba a punto de reducirse a su tamaño, o incluso más pequeño, ¿no significaba eso que su nueva relación debería cambiar en respuesta?

¡Kyak!

Mientras los Mollys meditaban sobre su futuro, su vigía más lejano cayó de repente. Sus escamas rojas se cubrieron de repente por el flujo de un rojo más intenso: sangre. A esta distancia, un humano apenas podría haber visto esa cantidad, pero los ojos de los Mollys eran más agudos. Vieron la sangre… y la daga, grabada con el símbolo de Delrose, que la derramaba.

¡Es una emboscada!

¿Qué está pasando?

Los Mollys se dispersaron, presos del pánico en su confusión. ¿No estaban los humanos aquí por los Yesters?

¡El oráculo se equivocó!

¡Maten al oráculo!

¡Kyak!

Los Mollys corrieron de un lado a otro en su furia. Al oír sus palabras, Aden sonrió. Un oráculo, dicen…

Otra daga se hundió en el pecho de un Molly.

“¡Desháganse de todos y cada uno de los Mollys!” gritó Idith cuando apareció a la vista, levantando su espada en alto. Era uno de los pocos humanos cuyo rostro conocían los monstruos.

“¡Atrapen a cada uno de ellos!”, gritó de nuevo, y los caballeros de Delrose aparecieron a la vista detrás de él.

¡Es Delrose!

Los Mollys podían usar magia pero eran más débiles en combate cuerpo a cuerpo que los Yesters. Y lanzar magia llevaba tiempo, así que se esforzaron por mantener la distancia con los caballeros.

Pero ese esfuerzo sólo provocó el colapso de su línea. Algunos intentaron huir sin mirar atrás. Los que fueron alcanzados por una daga en la cabeza o el pecho se desplomaron donde estaban. Era un arma impropia de caballeros, pero los muertos no tenían oportunidad de presentar esa queja.

“¡Cuidado con su magia!” gritó Idith mientras lanzaba el resto de sus dagas. Aden pasó corriendo junto a él, con la luz azul ya brillando en su mano. Los Mollys que huían disminuyeron considerablemente su velocidad. Como monstruos de la región invernal, también eran vulnerables a las altas temperaturas, aunque mucho menos que los Yester.

¡Kyak!

Los Mollys ralentizados cayeron rápidamente bajo las espadas de los caballeros. Una enorme hoguera se alzó frente a Aden, pero éste blandió su espada contra ella, y la ráfaga de aire al pasar extinguió la llama.

“¿No te sientes inseguro siempre que vas al campo de batalla?”

La voz de Ilyin surgió de improviso en su memoria, el recuerdo feliz de la noche pasada con ella. Con ella en sus brazos, el dormitorio había parecido tan claro y verde como la cálida región. Había sido hermoso.

“No tienes por qué sentirte inquieto esta vez”, le había dicho Ilyin. “He visto la victoria de Delrose.”

Sus palabras habían sido un alivio. Seguía sin bajar la guardia -nunca lo hacía-, pero la seguridad de alguien que puede ver el futuro significaba mucho para alguien que está en el campo de batalla, navegando por el estrecho camino entre la vida y la muerte.

“¡Ja!”, gritó y se adelantó.

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